Una oportunidad para Espa?a
Hoy se inicia el Consejo Europeo de Madrid, en el que, bajo la presidencia espa?ola, ser¨¢ aprobado, con toda probabilidad, el escenario definitivo para la introducci¨®n de la moneda ¨²nica europea. Va a ser una decisi¨®n de una enorme trascendencia para Espa?a y para las econom¨ªas europeas, y no creo exagerar si digo que para la econom¨ªa mundial.Sobre la importancia de este calendario bastar¨ªa decir que la cita que nos damos los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea (UE) el 1 de enero de 1999 es una oportunidad de dimensiones ciertamente hist¨®ricas que, en el caso de no saber aprovecharla, pasar¨¢ bastante tiempo antes de que podamos convocarla de nuevo.
Y es que la moneda ¨²nica no es algo que vaya a reforzar s¨®lo la uni¨®n econ¨®mica de los pa¨ªses de la UE y afectar a sus pol¨ªticas fiscales y monetarias. Es algo que, sencillamente, ser¨¢ enormemente decisivo para el proceso de la UE sin adjetivos.
El escenario de referencia que se lleva para su examen a la Cumbre de Madrid de hoy es el dise?ado en el Consejo informal de Econom¨ªa y Finanzas celebrado en Valencia, recogiendo y sintetizando tanto los propios trabajos del Ecofin como los de la Comisi¨®n y el Instituto Monetario Europeo. All¨ª ya se recogi¨® el aspecto m¨¢s importante para nosotros: 1977 es el a?o de refeencia para el cumplimiento de los objetivos de convergencia.
A partir de ah¨ª, el Consejo de jefes de Estado y de Gobierno de la UE deber¨ªa aprobar un escenario cierto, con calendarios y criterios fijos, para la tercera fase de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM), incluyendo el nombre final de la nueva moneda ¨²nica, la fecha para el examen del cumplimiento, de los criterios de convergencia para pasar a la tercera fase y la nominaci¨®n de las emisiones de deuda desde el 1 de enero de 1999.
Este escenario, de forma simplificada, es el siguiente:
-A finales de 1997 o principios de 1989 se decidir¨¢n los pa¨ªses que cumpliendo los criterios recogidos en el Tratado de Maastricht participar¨¢n en la fase tres. Se forma el sistema europeo de bancos centrales, el Banco Central Europeo.
-El 1 de enero de 1999 se inicia la tercera fase de la UEM, con la introducci¨®n de la moneda ¨²nica, aunque las monedas nacionales se seguir¨¢n utilizando, coexistiendo con la ¨²nica hasta el a?o 2002, con tipos de cambio irrevocables. Las transacciones comerciales y financieras podr¨¢n estar nominadas en cualquiera de ellas, pero las transacciones f¨ªsicas se seguir¨¢n realizando en moneda nacional. El Banco Central Europeo comienza en ese d¨ªa a dirigir las pol¨ªticas monetaria y cambiaria en moneda com¨²n.
El 1 de enero del 2002, como fecha tope, se estrenar¨¢ la moneda ¨²nica en su forma f¨ªsica. Comienzan a retirarse las monedas nacionales, y las operaciones financieras, si no se ha hecho antes, deber¨¢n nominarse en la nueva moneda.
-El 1 de julio del 2002 s¨®lo existir¨¢ la moneda ¨²nica, con una ¨²nica pol¨ªtica monetaria y cambiar¨ªa y un ¨²nico banco central.
Quiero resaltar tambi¨¦n c¨®mo las pol¨ªticas de equilibrio fiscal necesarias, de acuerdo con los criterios de Maastricht para entrar en la tercera fase de la UEM, continuar¨¢n despu¨¦s de adoptada la moneda ¨²nica garantizando la estabilidad presupuestaria posterior. ?ste es el acuerdo de todos los Estados miembros que complementa el escenario de referencia, si bien su concreci¨®n ha sido encomendada a la Comisi¨®n, que elaborar¨¢ pr¨®ximamente el correspondiente informe.
Con este marco de referencia quiero referirme ahora al proceso de la UEM desde la perspectiva espa?ola. En particular, quiero centrarme en discutir dos aspectos. Primero ?por que quiere Espa?a estar en la UEM? Y, segundo, ?qu¨¦ deber¨¢ hacer Espa?a para poder estar en el grupo de pa¨ªses de cabeza que formar¨¢n la UEM?
Es conocido que la integraci¨®n en Europa ha sido el objetivo prioritario de la pol¨ªtica espa?ola a lo largo de los ¨²ltimos a?os. En el ¨¢mbito pol¨ªtico est¨¢ claro que la entrada en la Comunidad Europea contribuy¨® a la consolidaci¨®n de nuestra joven democracia. Es importante que en estos d¨ªas de conmemoraci¨®n del ¨¦xito de nuestra transici¨®n hacia la democracia no olvidemos el papel que jug¨® Europa en todo ese proceso.
En el ¨¢mbito econ¨®mico no cabe duda tampoco que, sin perjuicio de problemas parciales, todav¨ªa pendientes de soluci¨®n, la apertura y la integraci¨®n de nuestra econom¨ªa en el conjunto europeo ha tenido efectos claramente beneficiosos.
La UEM es la culminaci¨®n, en el terreno econ¨®mico y financiero, del proceso de integraci¨®n europea, y Espa?a, inmersa de lleno en ese proceso, no puede renunciar a situarse entre los pa¨ªses que encabecen la UEM. No hacerlo as¨ª, optando por una estrategia distinta, no aporta ning¨²n beneficio claro y s¨ª nos alejar¨ªa del nivel de crecimiento y bienestar al que aspiramos, coloc¨¢ndonos en una situaci¨®n inestable sometida a los vaivenes de los mercados internacionales.
La UEM es una apuesta por la estabilidad macroecon¨®mica, es decir, una apuesta por la creaci¨®n de un entorno macroecon¨®mico saneado, estable y predecible, en el que los agentes privados puedan desarrollar plenamente sus actividades en un mercado ¨²nico sin fronteras. En la pr¨¢ctica, ello implica la necesidad de controlar la tasa de inflaci¨®n y. de asegurar un nivel adecuado de saneamiento de las, finanzas p¨²blicas, con el objeto de que los tipos de inter¨¦s, nominales y reales, sean lo m¨¢s bajo posible, le propicien as¨ª los procesos de consumo y de inversi¨®n. y se mejore, en definitiva, el potencial de crecimiento de la econom¨ªa.
Es por todo ello que para Espa?a, una econom¨ªa que comparativamente ha tendido a ser menos estable que los pa¨ªses de nuestro entorno, la entrada en la UEM presenta beneficios potenciales enormes. Dicho con otras palabras, en la actualidad nuestros tipos de inter¨¦s soportan una prima adicional de riesgo elevada. En la medida en que la entrada en la UEM requerir¨¢ de un mayor grado de estabilidad econ¨®mica e implicar¨¢ el establecimiento de tipos de cambio irrevocablemente fijos, Espa?a dejar¨¢ de soportar esa prima de riesgo, lo que permitir¨¢ una rebaja sustancial de nuestros tipos de inter¨¦s.
Y aunque en la UEM persistir¨¢n las diferencias en los tipos de inter¨¦s como reflejo, del grado de solvencia de cada econom¨ªa y, mas concretamente, de cada agente prestatario, es previsible que el diferencial de tipos de inter¨¦s respecto a otros pa¨ªses caiga de forma significativa.
Conocido el objetivo de la pol¨ªtica econ¨®mica para los pr¨®ximos a?os, y conocidos tambi¨¦n los beneficios potenciales que pueden derivarse del mismo, cabe plantearse qu¨¦ es, en la pr¨¢ctica, lo que Espa?a debe hacer a corto y a medio plazo para hallarse en posici¨®n de poder acceder a la fase definitiva de la UEM.
Lo que nosotros debemos hacer en los dos pr¨®ximos a?os no es otra cosa que seguir aplicando y completar lo dispuesto en nuestro programa de convergencia, que se est¨¢ aplicando de forma rigurosa. Es decir, debemos continuar centrando nuestros esfuerzos de pol¨ªtica econ¨®mica en la reducci¨®n de la tasa de inflaci¨®n y en la correcci¨®n del d¨¦ficit de las administraciones p¨²blicas, al objeto de que en 1997 estemos en condiciones de cumplir los criterios fijados en Maastricht.
Completar el programa de convergencia incluye:
Desarrollar el acuerdo de Toledo para garantizar el mantenimiento del sistema p¨²blico de protecci¨®n social.
Racionalizar el sector p¨²blico empresarial. Completar las reformas en diferentes mercados de bienes y servicios para asegurar una mayor competencia, con mayores y mejores productos y servicios a precios m¨¢s bajos.
Completar el programa de convergencia va a suponer un esfuerzo para la sociedad espa?ola. Pero hay que insistir en los beneficios que todos obtendremos. Y la mejor prueba de lo que digo es lo ya obtenido en estos seis primeros a?os de aplicaci¨®n del programa, con un proceso. sano de crecimiento superior al 3% y una importante creaci¨®n de empleo.
Son medidas que nos imponen unos sacrificios y unos esfuerzos que no son despreciables. Es m¨¢s, el pertenecer a la propia uni¨®n monetaria impondr¨¢ unas pol¨ªticas de rigor y
-La renuncia a una pol¨ªtica monetaria propia, y el sometimiento a una com¨²n, que ser¨¢ ciertamente estricta.
-La renuncia a las devaluaciones competitivas, como arma para mejorar nuestra competitividad.
Una pol¨ªtica fiscal permanente de equilibrio.
Aunque ¨¦stos esfuerzos puedan parecer considerables, los beneficios que obtendremos ser¨¢n mucho mayores:
Preparemos nuestra econom¨ªa para un crecimiento a medio y largo plazo m¨¢s sano y m¨¢s equilibrado.
-Acoplaremos nuestra econom¨ªa con las del centro de la UE, compartiendo las pol¨ªticas presentes y futuras de cohesion y protecci¨®n.
-Podremos afrontar los retos de la competencia de una econom¨ªa internacional irreversiblemente m¨¢s globalizada y abierta desde unas posiciones m¨¢s s¨®lidas.
Estaremos en el centro de decisi¨®n de uno de los tres grandes, bloques econ¨®micos de la econom¨ªa mundial. Participaremos e influiremos en las tomas de decisi¨®n que m¨¢s nos van a afectar en el futuro.
Son ventajas que ciertamente merecen la pena.
Y no nos podemos enga?ar. El no estar en la tercera fase de la uni¨®n monetaria desde el principio no significa que nuestro camino ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil. Todo lo contrario.
Si quedamos descolgados, el esfuerzo futuro para entrar en ella ser¨¢ muy superior, y deber¨¢ durar, con toda probabilidad, bastantes a?os antes de que la econom¨ªa est¨¦ de nuevo en condiciones de acceder a la moneda ¨²nica. Y mientras tanto, nuestra posici¨®n internacional, que se traduce en capacidad de financiaci¨®n externa, se deteriorar¨ªa.
Esto que digo puede parecer parad¨®jico. Sin embargo, la aparente paradoja desaparece simplemente al comprobar el hecho de que las econom¨ªas que han practicado mayor rigor y disciplina fiscal y monetaria, disfrutan hoy de tipos de inter¨¦s considerablemente m¨¢s bajos y de niveles de bienestar superiores que aquellas economias con pol¨ªticas econ¨®micas m¨¢s laxas.
No hay nada que nos impida, haciendo los esfuerzos necesarios, cumplir las condiciones de convergencia en 1997. Nuestra distancia respecto a los mismos no es tan grande como para que no podamos eliminarla en los dos a?os pr¨®ximos. El Gobierno ya ha adoptado las medidas para que en 1996 sigamos aproxim¨¢ndonos a la convergencia. Perder esta oportunidad, sin nada que ganar a cambio, ser¨ªa una irresponsabilidad que no nos podemos permitir.
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