Un general para la paz
Manuel Guti¨¦rrez Mellado, combatiente sublevado el 18 de julio de 1936 , acab¨® prestando los m¨¢s relevantes servicios a su pa¨ªs: desempe?¨® un papel decisivo para que los ej¨¦rcitos de Franco llegaran a ser los ej¨¦rcitos de Espa?a, demostr¨® su lealtad hacia el Rey y hacia sus compatriotas arrostrando la m¨¢s cruel de las pruebas, la de la difamaci¨®n en sus propias filas. Supo salvar el honor de sus compa?eros de armas el 23 de febrero de 1981 y con un programa m¨ªnimo -que nunca se repitiera la guerra civil- se entreg¨® a la b¨²squeda de la concordia, que quer¨ªa instaurarse con la Constituci¨®n. Fue un general para la paz.Franco hab¨ªa vivido cuarenta a?os de la victoria militar y hab¨ªa necesitado para ello mantener encendido el rescoldo del conflicto. ?sa era, la justificaci¨®n determinante de su poder, recibido de una junta de generales en un aer¨®dromo de Salamanca el 12 de septiembre de 1936. A su muerte, el poder revert¨ªa en buena proporci¨®n en los militares, a quienes Franco hab¨ªa constituido en garantes de la perennidad del r¨¦gimen. Al menos inicialmente, los militares conservaban la capacidad de otorgar o denegar el nihil obstat para los cambios necesarios, que en resumen se cifraban en la tarea prioritaria de firmar la paz. Manuel Guti¨¦rrez Mellado fue llamado a la primera l¨ªnea de esa batalla en septiembre de 1977 para reemplazar, en la vicepresidencia para Asuntos de la Defensa al general Fernando de Santiago y D¨ªaz de Mend¨ªvil, que hab¨ªa optado por bloquear las reformas emprendidas por Adolfo Su¨¢rez.
El nombramiento de Guti¨¦rrez Mellado quiso ser interferido por los tres ministros militares -Pita da Veiga, ?lvarez Arenas y Franco Iribarnegaray-, que manifestaron su disconformidad en La Zarzuela. El nuevo vicepresidente conoc¨ªa bien que se trataba de acabar con la exclusi¨®n de los derrotados. Se hac¨ªa necesario pasar del principio b¨¦lico que propugna la aniquilaci¨®n del enemigo a nuevas bases c¨ªvicas que permitieran la competici¨®n pac¨ªfica por el poder entre leales adversarios.El joven teniente de art¨ªller¨ªa Manuel Guti¨¦rrez Mellado hab¨ªa cumplido con valor temerario misiones en el Madrid republicano de la guerra civil. Hab¨ªa seguido despu¨¦s la carrera del militar profesional y as¨ª lleg¨® a alcanzar delicadas responsabilidades en el Alto Estado Mayor, cuando ocupaba la jefatura el general Manuel D¨ªaz Alegr¨ªa. Al producirse la irrupci¨®n de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica, en 1974, Guti¨¦rrez Mellado padeci¨® una campa?a insidiosa que pretendi¨® inhabilitarle sobre la base de sus afinidades con la redefinici¨®n del papel de los ej¨¦rcitos propugnada por la UMD, para cuya c¨²pula encausada ante un consejo de guerra quiso inducir actitudes de clemencia. Enseguida fue nombrado gobernador militar de Ceuta, y meses despu¨¦s regres¨® a Madrid para ocupar la jefatura del que todav¨ªa se llamaba Estado Mayor Central en el Cuartel General del Ej¨¦rcito.
Eran momentos de graves dificultades. Entre los militares profesionales predominaba un sentimiento de orfandad por la desaparici¨®n de Franco y todav¨ªa apenas se hab¨ªa iniciado el proceso del trasvase de lealtades al Rey. A la proximidad del Portugal revolucionario se sumaban los fantasmas de la sectaria educaci¨®n recibida en las academias, los fuegos de campamento de los ultras atrincherados en el b¨²nker, la incomprensi¨®n hacia las reformas en curso y sobre todo la criminal acci¨®n de los terroristas etarras decididos a encontrar siempre la dosis de provocaci¨®n necesaria para impulsar el golpismo. El general Guti¨¦rrez Mellado estuvo tambi¨¦n en esa primera l¨ªnea rindiendo el honor debido a las v¨ªctimas y soportando en ocasiones la ira indisciplinada de sus compa?eros de armas, sumidos en la exasperaci¨®n.
Guti¨¦rrez Mellado se esforz¨® en dar a conocer a los militares la Constituci¨®n que iba a someterse a refer¨¦ndum y de la que s¨®lo llegaban a las salas de banderas versiones tergiversadas por la prensa ultra, siempre incitadora del golpismo para poner fin al pretendido deshonor de la reforma. En Cartagena, un general de la Guardia Civil, Atar¨¦s, le interrumpi¨® en p¨²blico para insultarle sin que semejante indisciplina mereciera el correctivo adecuado. As¨ª sucedi¨® tambi¨¦n con los protagonistas de la Operaci¨®n Galaxia, y esa levedad de la justicia militar fue el mejor campo abonado para el 23-F.
Pero para todos nosotros, la imagen imborrable del general Manuel Guti¨¦rrez Mellado ser¨¢ siempre la de aquella tarde en que sin m¨¢s armas que las de su honor hizo frente al entonces teniente coronel Tejero. Siempre le veremos ponerse en pie, salir del esca?o y sujetar la mano que empu?aba la pistola, y acreditar su brava condici¨®n de artillero, impasible a los disparos, sin el menor atisbo en sus gestos de cualquier reflejo defensivo. Mucho antes hab¨ªa conquistado un lugar indiscutible en la mejor historia de Espa?a.
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