El debate de las telecomunicaciones
No se puede admitir que la din¨¢mica del mercado atienda s¨®lo a sectores rentables.
En el debate que se est¨¢ desarrollando en los pa¨ªses m¨¢s adelantados sobre las telecomunicaciones no siempre se percibe con nitidez su hilo conductor, que suele aparecer envuelto en una jerga para supuestos iniciados, que impide ver su sustancia pol¨ªtica.El asunto presenta m¨²ltiples perspectivas. La m¨¢s amable, y desde luego la m¨¢s deslumbrante, es la que tiene que ver con las posibilidades que abre la conjunci¨®n de las telecomunicaciones con la inform¨¢tica en relaci¨®n con el ocio: la multiplicaci¨®n de canales de televisi¨®n de forma casi ilimitada o la posibilidad, a trav¨¦s de comunicaciones interactivas, de seleccionar desde nuestro domicilio el programa que queremos ver sin mas que oprimir un simple bot¨®n del telemando, son algunas de las posibilidades m¨¢s populares, pero no las m¨¢s importantes.
Las m¨¢s relevantes son las que van a contribuir a transformar el funcioriamiento de nuestra sociedad, y tienen que ver con la utilizaci¨®n de estas nuevas tecnolog¨ªas en el ¨¢mbito del trabajo -al hacer posible la prestaci¨®n de trabajo desde la vivienda habitual-; de las relaciones con la Administraci¨®n p¨²blica -al permitir conexiones directas y permanentes con los centros de informaci¨®n o la realizaci¨®n de solicitudes desde muestro domicilio-; del comercio, con la apertura de nuevos tipos de mercados que rompan las barreras que las peque?as y medianas empresas tienen para conocer la oferta y la demanda en lugares distantes de su domicilio legal o centro de sus actividades al establecer centros de recogida y almacenamiento inform¨¢tico de datos, accesibles desde cualquier punto del globo, que informa en tiempo real de la demanda y oferta de cualquier producto-; o el acceso a bases de datos de textos o im¨¢genes de cualquier pa¨ªs del mundo desde nuestro domicilio, por no citar sino algunas de ellas.
Las enormes posibilidades que abren estos usos suscitan tambi¨¦n recelos por la incidencia que se presume que pueden tener en m¨²ltiples aspectos de las relaciones sociales (laborales, comerciales y otras) que pueden verse alteradas. Ese tipo de temores no podr¨¢ impedir el desarrollo de la sociedad de la informaci¨®n, del mismo modo que los temores ante el ferrocarril, en sus inicios, no pudieron evitar su implantaci¨®n. La cuesti¨®n de esta hora, en los pa¨ªses desarrollados, consiste en determinar la forma de organizar este tipo de servicios, habida cuenta de la decisi¨®n de liberalizarlos que se ha tomado en la inmensa mayor¨ªa de ellos y en la propia Uni¨®n Europea. Tal decisi¨®n se funda en buenas razones que tienen que ver, entre otras y por lo que hace a la Uni¨®n Europea, con la necesidad de acabar con los monopolios nacionales que al compartimentar el mercado europeo impiden la existencia de un aut¨¦ntico mercado ¨²nico de dimensiones ¨®ptimas para absorber los vol¨²menes de producci¨®n e ingentes inversiones de I + D que las empresas del sector necesitan para ser competitivas en un mercado mundial, por cuyo dominio luchan EE UU y Jap¨®n.
Ning¨²n pa¨ªs de la Comunidad, por s¨ª solo, llega al 6% del mercado mundial, frente a los EE UU que, ellos solos, tienen la tercera parte del mismo. La paradoja es que entre los 15 se acercan a ese porcentaje; de ah¨ª la necesidad de romper esa barrera entre los mercados de los pa¨ªses europeos que suponen los monopolios.
Pero a la vez, la liberalizaci¨®n se quiere compaginar, con toda l¨®gica, con el mantenimiento de la obligaci¨®n de garantizar determinadas exigencias de inter¨¦s general, que la din¨¢mica del mercado, s¨®lo atenta por su propia esencia a la obtenci¨®n de lucro, no asegura por si sola. Ello exige adoptar decisiones estrictamente pol¨ªticas y no de t¨¦cnica econ¨®mica, como algunos parecen hacer creer. Se trata, en efecto, de asegurar la universalizaci¨®n de concretos servicios extendi¨¦ndolos a determinados sectores de la poblaci¨®n con tarifas razonables; se trata tambi¨¦n de asegurar que haya servicios que se presten en todo el territorio, en condiciones similares, con independencia del coste del tendido de las infraestructuras y de su futura rentabilidad. No se puede admitir que se creen desequilibrios territoriales dejando que la din¨¢mica del mercado s¨®lo atienda sectores o territorios rentables.
Pero todo, ello presenta dificultades, a la hora de llevarlo a la pr¨¢ctica. La primera consiste en la determinaci¨®n de aquellos servicios que deben tener car¨¢cter universal -se piensa que son los que satisfacen necesidades indispensables-, pero aqu¨ª puede ocurrir como pas¨® en su d¨ªa con la electricidad en los EE UU, que empez¨® siendo considerada como un bien de lujo para reputarse de estricta necesidad poco despu¨¦s. La determinaci¨®n de este aspecto es de naturaleza pol¨ªtica y no puede adoptarse ya aisladamente por cada Estado, dada la internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa, sino que debe de hacerse en el plano comunitario y con un idea com¨²n acerca del tipo de Estado de bienestar que se quiere mantener, lo que constituye precisamente un motivo adicional de debate en la actualidad.
La cuesti¨®n se complica todav¨ªa m¨¢s con la tensi¨®n que subyace enel proceso de liberalizaci¨®n entre la apertura a la competencia, por una parte, y la plena conciencia de que se van producir fen¨®menos de concentraci¨®n, que no s¨®lo parecen inevitables, sino que hasta llegan a presentarse como deseables. Liberalizaci¨®n y concentraci¨®n pueden parecer conceptos contradictorios y sin embargo, est¨¢n en la ra¨ªz misma de la din¨¢mica liberalizadora. Finalmente, esta cuesti¨®n del pluralismo, tambi¨¦n en tensi¨®n, ya que se habla de una sociedad de la informaci¨®n que debe de garantizar el pluralismo de las fuentes de informaci¨®n sin que las operaciones de concentraci¨®n que se avecinan deban, en ningun caso, suponer una amenaza para el pluralismo de las fuentes de informaci¨®n.
Estos son los grandes temas que est¨¢n debajo del actual debate: no son temas propios de iniciados, sino temas tan viejos como las tensiones entre los requerimientos del mercado y la preservaci¨®n de intereses de car¨¢cter general. Por eso es importante su clarificaci¨®n, acerc¨¢ndolo a los ciudadanos. Desde la sociedad civil, quienes est¨¦n interesados en estas cuestiones deben abrir foros de debate, congresos y seminarios, que acerquen el problema y su comprensi¨®n a los ciudadanos, disipando los aspectos cr¨ªticos con que a veces se presenta.
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