Bel¨¦n
La felicidad es esa chica, Bel¨¦n: la est¨¢s llamando y no viene, la esquiva. Disfrutan de ella quienes no pierden el culo cortej¨¢ndola. Pero como en estas fechas todo dios la tiene en la punta de la lengua, muchos esp¨ªritus rectil¨ªneos abominan de Pap¨¢ Noel y sus secuaces; aprovechan para ejercer de aguafiestas, mosqueados como pavo en Navidad. Les deseas felicidad, y es como si les tocas la bicha. Muerden.Estos individuos justicieros consideran que, tal como anda el mundo, es una provocaci¨®n divertirse. Te escupen a la cara realidades pat¨¦ticas, conocidas por todos y sufridas por unos cuantos. Son profetas airados, tipo Savonarola, un co?azo que s¨®lo sabe cantar las cuarenta. En su ignorancia ilustrada, desconocen algo elemental: las verdades como pu?os derivan en pu?etazos; las verdades gordas pesan m¨¢s de lo debido; las verdades desnudas son pornograf¨ªa.
Menos mal que hay gente fr¨ªvola capaz de cantar, bailar y ponerse guapos aunque convivan con penas antiguas. Saben que la felicidad es ficci¨®n, pero disfrutan de felicidades peque?itas, espor¨¢dicas. Se plantan ante el espejo: "Colega, ya que la vida es as¨ª de pu?etera, de momento nos vamos a obsequiar con un homenaje soberano, y que nos quiten luego lo bailao. Si ninguna espa?ola se pone a tiro, nos lo montamos con una turca sosegada".
Es razonable ser irracional alguna vez, como los bichos del bel¨¦n. Los peces beben, y beben, y vuelven a beber, pero no se les ocurre conducir en ese estado. La burra, por su parte, va cargada de chocolate y otras sustancias para mayores con reparos. Los camellos, aunque est¨¢n jorobados, reparten oro, incienso y mirra. Y este entra?able animal llamado Madrid, que tanto ha llorado por las bombas, agarra una zambomba y se disfraza de bombilla.
A la felicidad no la llamas, Bel¨¦n, que no viene. Pero las humildes felicidades existen, a pesar de todos los penares. S¨®lo los est¨²pidos las dejan pasar de largo.
Esto es lo que hay: mucha marimorena y muchas felicidades.
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