El Espanyol embarga al Madrid
Lard¨ªn, autor de tres goles, fue el abanderado del apote¨®sico triunfo blanquiazul
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El Espanyol empuj¨® al Madrid al abismo. La goleada no denuncia siquiera en su medida la cat¨¢strofe del equipo madridista. Hubo tal colecci¨®n de balas desperdiciadas a bocajarro que se perdi¨® la cuenta. El Madrid estuvo durante muchos minutos noqueado, dando tumbos. Deambul¨® por Sarri¨¢ un equipo que tuvo que gritara pleno pulm¨®n que no es el que fue ayer. El Espanyol, orondo y atrevido, se empach¨® hasta el punto de mostrarse indulgente y permitir que el Madrid maquillara m¨ªnimamente el resultado.El Espanyol agarr¨® el partido por las solapas. El Madrid le dej¨® hacer con impunidad. No hab¨ªa pasado siquiera el tiempo para ajustar marcajes y el Madrid ya hab¨ªa recibido dos dentelladas mortales. El escarnio dej¨® en evidencia la flaccidez de la osamenta de las l¨ªneas madridistas. El cuarteto, que parapet¨® a Buyo se qued¨® congelado al descubrir la facilidad, con la que le sobrevol¨® el Espanyol. Fue un bal¨®n rutinario el que pasm¨® a Quique, cay¨® a los pies de Lard¨ªn y dej¨® inerme al resto de la defensa. No acab¨® con ese primer gol el calvario madridista. El segundo tanto lleg¨® sin haber dado tiempo a que Buyo se tomara un resuello. Fue en una salida aparentemente sencilla donde le robaron la cartera a la defensa madridista. Sanchis, trompicado, sin raz¨®n en un bal¨®n amortiguado con comodidad, cedi¨® mal a ?lvaro. ?ste tampoco mordi¨® por su posesi¨®n. Bogdanovic lanz¨® la jugada como un pu?al. Vio a Lard¨ªn solo en el v¨¦rtice derecho del ¨¢rea y con la defensa adelantada y decantada hacia el otro lado.. Era de caj¨®n. Penetr¨® Lard¨ªn. No tuvo que hacerlo mucho. Vio c¨®mo llegaba s¨®lo Arteaga por el otro lado. Para entonces Buyo ya era hombre muerto. En seis minutos el partido era ya un Everest para el Madrid. Pero quedaban 84 para enmendar eI entuerto.
El marcador impuso el terreno donde deb¨ªa ser urdido lo que quedaba de partido. Se jug¨® en el campo del Espanyol. El Madrid perdi¨® la ocasi¨®n de inyectarse una dosis de ox¨ªgeno. Pero si su Ra¨²l se revolucion¨®, el Ra¨²l del Espanyol -el guardameta reserva en la Liga- se multiplic¨®.
El joven delantero madridista carg¨® con su equipo y engarz¨® una serie de jugadas que acabaron tres remates suyos, otro, de ?lvaro y otro de Quique, todos ellos entre el minuto 17 y el 21, todos ellos desviados por el portero del Espanyol.
El Madrid canaliz¨® su juego por los pies de Rinc¨®n y Redondo. Por encima de su talento indiscutible estuvo una ley matem¨¢tica en el f¨²tbol. Cada una de sus acciones precisaron de un tiempo preciso para quitarse de encima a Brnovic o Pacheta, ayer sustituto de Francisco. Para entonces los defensas del Espanyol pod¨ªan ponerse la mano en la frente para ver por d¨®nde pod¨ªan llegar los acontecimientos. El centro del campo del Madrid, con G¨®mez y ?lvaro en los flancos, no pas¨® la homologaci¨®n que precisa su ternura. Los dos canteranos se quedaron en meros escoltas. S¨®lo ?lvaro entr¨® algo en acci¨®n. La salida del Madrid siempre fue previsible. No hubo diagonales, los carriles no se utilizaron, Zamorano nunca recibi¨® y apenas busc¨®. Ra¨²l era el ¨²nico punto de luz del apagado juego madridista.
El dominio sigui¨® siendo del Madrid. Pero fue un mando resignado, absolutamente est¨¦ril. El Espanyol perdon¨® dos veces. Buyo salv¨® la ejecuci¨®n sumarial de Lard¨ªn. Los ¨²ltimos fogonazos del Madrid fueron la reclamaci¨®n de un penalti de Bogdanovic a ?lvaro y una nueva intervenci¨®n de Ra¨²l ante su hom¨®nimo. Fue el ¨²ltimo suspiro del Madrid. De entonces al final fue un espectro. El Madrid se fue de Sarri¨¢ con el partido de vuelta embargado porque ayer fue una bicoca para el Espanyol.
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