Chico, t¨² haz lo que quieras
"Despu¨¦s de haber comido entrambos doce n¨¦coras, alguien dijo a Pilatos:-?Y qu¨¦ hacemos ahora?
?l vacil¨® un instante y respond¨ªa educado, distante, indiferente:
-Chico, t¨² haz lo que quieras. Yo me lavo las manos`.
No es la cr¨®nica del final de una juerga con mariscos, sino el Final conocido, un c¨¦lebre poema del ¨²ltimo poeta trasterrado, ?ngel Gonz¨¢lez, que vuelve a Espa?a como las estaciones, cada cuatro meses, y le devuelve a la geograf¨ªa l¨ªrica de Espa?a su distancia ir¨®nica. Ahora vive otra vez en Alburquerque, despu¨¦s de una ¨¦poca m¨¢s metido en las nubes de Am¨¦rica del Norte. Lleva all¨ª m¨¢s de 20 a?os, explicando la poes¨ªa de Espa?a. El jueves pasado, a medianoche, dio un recital para explicar su poes¨ªa en un colegio mayor de Madrid, el Nuestra Se?ora de ?frica. Le escuchaban 200 chicos de cualquier carrera, y entre ellos hab¨ªa poetas: ¨¦l fue duro con los poetas falsos que siguen las ¨®rdenes y las contra¨®rdenes de los guardias de tr¨¢fico de la poes¨ªa, e inst¨® a todos los j¨®venes que escriben a entender bien que en los versos todo est¨¢. permitido: "Mant¨¦n sucia la estrofa: escupe dentro". Iron¨ªa total, palabra de ?ngel contra la pared de los pur¨ªsimos: "Poes¨ªa eres t¨², dijo un -poeta y esta vez era cierto- mirando al diccionario".
Fueron 30 minutos de versos en un ?lima que el poeta Luis Garc¨ªa Montero, que estaba all¨ª, defini¨® muy bien. Ante poetas as¨ª, como ?ngel Gonz¨¢lez, y en un auditorio en el que no hay otro compromiso que el de escuchar a un poeta, se siente verdaderamente la temperatura de la poes¨ªa, que es la admiraci¨®n que se siente por los maestros". El auditorio est¨¢ curtido. Por esa aula de poes¨ªa han pasado a lo largo de estos tres ¨²ltimos a?os m¨¢s de cuarenta poetas, entre los que figuran escritores de todos los gustos y de todas las generaciones. Ahora est¨¢n pendientes, hasta mayo, todos lo s jueves, a las once de la noche, Rafael P¨¦rez Estrada Gloria Fuerte, Caballero Bonald, Andr¨¦s Trapiello, Pablo Garc¨ªa Baena, Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n, F¨¦lix Grande, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n y Mario Benedetti.En un territorio como ¨¦ste en el que la poes¨ªa ocupa, para su mal, el mismo puesto en los medios de comunicaci¨®n que la literatura infantil y juvenil, que haya foros as¨ª resulta un est¨ªmulo que hay que guardar en la memoria. Porque, adem¨¢s, la gente no se re¨²ne para soltar ante el invitado el ¨²ltimo ingenio de su propia l¨ªrica, sino que lo hace para escuchar poes¨ªa. En este caso, adem¨¢s, ante ?ngel Gonz¨¢lez se produjo lo que suele pasar con este poeta. Algunos de sus poemas m¨¢s dram¨¢ticos, aquellos que hablan del amor, del desprendimiento y de las des pedidas, son chistes fabulosos, met¨¢foras que ¨¦l desgrana con la sencillez con la que, de madruga da, si hay guitarra, canta boleros o interpreta viejas canciones sefard¨ªes. A veces adem¨¢s improvisa versos que canta con esa voz que parece haber perdido el sue?o cuando naci¨® en Asturias.Claro, de casta le viene. Este ser que desde los a?os setenta no pierde la barba ni esa dignidad discreta que sus amigo! le reprochan -no quiere volver, no tiene a qu¨¦, y en su memoria de la ¨¦tica figura la obligaci¨®n de no buscarlo- es de la llamada generaci¨®n de los cincuenta, la de Barral y la de Gil de Biedma, y la de Hortelano, y ese aire de superviviente que mantiene le da tambi¨¦n sabidur¨ªa Para conocer que el porvenir se llama as¨ª porque no viene nunca, y que la poes¨ªa precisamente es un instrumento para saber que uno es s¨®lo "un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ning¨²n sitio. El ¨¦xito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento...".
?se es el final de su autorretrato. Al fin y al cabo, si la poes¨ªa es buena y trata de la gente, siempre es un autorretrato. Ahora est¨¢ otra vez, por fortuna, volviendo la poes¨ªa al inter¨¦s de la gente, y hasta en los grandes al macenes podemos ver versos en las esquinas de los escaparates. Pero quiz¨¢ el ¨¢mbito en el que se escuchan estas palabras para nada, versos que hacen del mis terio de la vieja inspiraci¨®n, sea en el espacio donde hay gente joven, como en estos colegios mayores, lugares donde la vida se hace antes de que la vida envejezca en medio del resoplido definitivamente adulto de los compromisos y de la acumulaci¨®n.
En esa atm¨®sfera en que es posible creer a¨²n que despu¨¦s de la Pared hay m¨¢s patio, escuchar a un poeta como ?ngel Gonz¨¢lez supone reconciliar, de nuevo, las palabras con la posibilidad de la risa y del olvido. Un compromiso con la ternura y con la vida, en contra de ese banquete mezquino en el que al, final siempre uno de los convocados, indiferente, exclama, sin rubor ni compromiso:
-Chico,t¨² haz lo que quieras, yo me lavo las manos.
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