Peter Brook 'desmonta' a Shakespeare
El director esc¨¦nico deja s¨®lo la esencia de 'Hamlet' en su ¨²ltimo espect¨¢culo
El punto de partida es una reflexi¨®n de Gordon Craig, el hombre, que abandon¨® los escenarios reales para evitar los compromisos y dedicarse a buscar la perfecci¨®n jugando con maquetas: "Conviene abordar tentativas que parecen absurdas. Por ejemplo, en el caso de un Shakespeare, basta con decir la cuarta parte del texto. Cuando un actor dice: To be or not to be... es como si dijese: Padre nuestro que est¨¢s en los cielos". En Qui est l¨¢, obra estrenada en el teatro de las Bouffes-du-Nord, Peter Brook desmonta el drama de Hamlet, de Shakespeare, y a sus personajes.
El director esc¨¦nico, adem¨¢s de volatilizar una gran parte de los personajes de Hamlet, hace que en su espect¨¢culo los episodios del drama aparezcan simplificados. Pero los fragmentos de di¨¢logo permiten reconstruir la trama, reducida a lo esencial, a una suerte de sinopsis que sirve de punto de partida para buscar otra cosa."Me gustar¨ªa inventar la puesta en escena sin puesta en escena", dec¨ªa Stanislavski. La idea es retomada por Brook en Qui est l¨¢. Y de la mano del propio Stanislavski, de Meyerhold, de Craig, Artaud y Brecht, pero tambi¨¦n de lo que ha aprendido de sus largas estancias en ?frica, de su curiosidad por las danzas de Bali o por el Bunraku japon¨¦s, sirvi¨¦ndose de los textos de los padres fundadores d el oficio de director y de los versos de Shakespeare, pone en pie un nuevo espect¨¢culo. "Hace treinta a?os, si me hubiesen pedido trabajar sin ning¨²n decorado, no habr¨ªa sido capaz", explica Brook. Ahora le bastan una peque?a plataforma de madera clara y unas sillas grises para que exista Dinamarca y su idea de teatralidad.
Qui est l¨¢ comenz¨® a existir hace unos a?os en Londres. A Brook le han propuesto organizar un intercambio de experiencias con directores de tres generaciones distintas. "Cuando lees a Meyerhold o Vakhtangov te das cuenta que tienen detr¨¢s una inmensa tradici¨®n", explica Brook, "pero hoy los directores tienen una cultura construida al azar, gracias a los peri¨®dicos, la televisi¨®n, los libros de bolsillo. En medio de ese caos no existe una base s¨®lida que permita al joven director crear su propio estilo". Y de ah¨ª el recurrir a la epopeya, te¨®rico-pr¨¢ctica de los inventores de la puesta en escena.
El "Shakespeare, nuestro contempor¨¢neo" que busca Brook en su concentrado hamletiano tiene algo de esqueleto, de concepto atravesado por r¨¢fagas de humor glacial. Para el actor puede que sea cierta la frase de Artaud por la que "cuando vivo no me siento vivir, mientras que cuando interpreto me siento existir"; pero para el espectador la desaparici¨®n de Laertes de Rosencrantz y Guiderstein, de los meandros shakesperianos, del estilo y de la ret¨®rica, de las motivaciones de Ofelia, equivale a liquidar al autor, a sustituir la puesta en escena hecha de luces y decorados por la que s¨®lo puede vivirse en el cerebro de quienes han concedido el desmontaje de la obra.
En su versi¨®n de La tempestad de hace cuatro a?os, Brook ya nos indic¨® hacia d¨®nde iba a llevarle su voluntad de pureza. Entonces la ¨²nica magia que sobreviv¨ªa era la aportada por los ritos africanos de Sotigui Kouyat¨¦. Aaahora no queda ni la magia de los ritos africanos.
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