Buscar caminos para la justicia
El autor y su familia han sido v¨ªctimas de un atentado terrorista de ETA en el que su hijo fue asesinado. En su art¨ªculo replica a las afirmaciones de Mikel Sueskun, ex colaborador de ETA acogido a la reinserci¨®n, publicadas en estas p¨¢ginas bajo el t¨ªtulo Buscar caminos para la paz
La noche del 22 de noviembre de 1988, quien esto escribe volv¨ªa a casa en compa?¨ªa de su mujer y su hijo, Luis, de dos a?os y medio de edad. Al pasar nuestro coche junto a la Direcci¨®n General de la Guardia Civil, una furgoneta bomba activada por unos ciudadanos franceses, miembros de la banda terrorista ETA, hac¨ªa explosi¨®n. La deflagraci¨®n nos cogi¨® de lleno.En ese punto, mi vida ya no volver¨ªa a ser lo que fue. Mi hijo result¨® muerto. Mi mujer, embarazada de cuatro meses, entr¨® en estado de coma. Hoy d¨ªa, m¨¢s de siete a?os despu¨¦s, a¨²n no se ha recuperado de las lesiones que el atentado le produjo y ya es seguro que no podr¨¢ volver a ejercer su profesi¨®n. Yo mismo result¨¦ gravemente herido.
Soy m¨¦dico. Mi mujer es, mejor ser¨ªa decir era, enfermera. Ten¨ªamos un hijo peque?o. Est¨¢bamos esperando otro. Nos gustaba nuestro trabajo. Ten¨ªamos una vida feliz. Pero todo eso pertenece al pasado. Esa abyecci¨®n conocida como ETA nos lo arrebat¨®.
Han pasado m¨¢s de siete a?os y la huella indeleble de aquella infausta noche me acompa?ar¨¢ de por vida como una frustraci¨®n constante que se reverdece cada ma?ana.
Y en ¨¦sas estoy cuando el pasado mi¨¦rcoles, 10 de enero, le¨ª en EL PA?S un art¨ªculo titulado Caminos para la paz, firmado por Miguel Sueskun. Como bien dec¨ªa la entradilla, Sueskun hab¨ªa sido ertzaina, fue condenado a 18 a?os de c¨¢rcel por colaboraci¨®n con ETA y desde octubre de 1994 se encuentra en el tercer grado penitenciario tras acogerse a la reinserci¨®n.
En primer lugar, tengo que decir que me parece muy bien que quien un d¨ªa opt¨® por imponer sus ideas con el ejercicio del terrorismo haya renunciado a esa repugnante pr¨¢ctica. Pero, por lo dem¨¢s, el art¨ªculo al que me refiero me parece, fundamentalmente, un ejercicio de demagogia insoportable.
Cuando se ha tenido un comportamiento criminal por el cual el autor del art¨ªculo referido ha sido condenado a 18 a?os de c¨¢rcel, resulta f¨¢cil criminalizar a todo el mundo para autodisculparse. Que no trate de justificar su maldad tach¨¢ndonos a todos de malvados.
No comparto sus planteamientos pol¨ªticos. Pero en esa cuesti¨®n no voy a entrar. Ahora bien, no puedo dejar de sentir repugnancia cuando leo "( ... ) hemos de mirar al pasado para recordar el resultado doloso de la violencia; podemos observar las cruces que hay repartidas por el camino, a un lado y al otro
Por mi parte, no me reconozco ni a uno ni a otro lado del camino (una nueva acepci¨®n del "uno u otro bando"); en todo caso, en el lado de los civilizados. Pero me niego a aceptar que ¨¦sos sean bandos equiparables. Este planteamiento me ofende y ofende la memoria de mi hijo muerto por ETA. No comparto esa visi¨®n del problema para tratar de entender el terrorismo etarra.
Desde mi punto de vista, s¨®lo existe una banda terrorista, que utiliza el crimen para lograr unos supuestos objetivos pol¨ªticos, y quienes le apoyan, amparan y aplauden; y del otro lado est¨¢n las instituciones democr¨¢ticas y el resto (la mayor¨ªa) de los ciudadanos que tratan de sobrevivir a las continuas amenazas de aqu¨¦llos.
Pero esto no son bandos enfrentados en un escenario de guerra, tal como pretende Sueskun presentar (?justificar?) la infamia etarra. S¨®lo la paranoia puede llevar a un asesino a pensar que existen en el mundo dos bandos: ¨¦l y el resto de la humanidad.
Insisto en no reconocerme en ning¨²n bando enfrentado a otro. Ni mi mujer, ni mi hijo muerto ni yo mismo ten¨ªamos nada que ver con el Pa¨ªs Vasco ni con el supuesto conflicto de algunos vascos con el Estado, ni con la pol¨ªtica ni con las Fuerzas de Seguridad del Estado que a menudo, y de manera injustificada, son objetivo de la sa?a terrorista. Simplemente, ¨¦ramos ciudadanos que viv¨ªamos, en Madrid y que una noche volv¨ªamos a casa cuando unos franceses, en nombre de ETA, nos destrozaron la vida. Me resulta ofensivo que traten de encasillar mi dolor en ning¨²n bando.
Pero contin¨²o leyendo el art¨ªculo de Sueskun y compruebo que su sectarismo sale claramente a relucir. Simplificar la vileza que existe en los manifestantes batasunos que se enfrentan semanalmente a quienes piden la libertad de Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya alegando que ellos tambi¨¦n piden algo justo: "El traslado de los militantes de ETA presos en las c¨¢rceles del Estado a los centros penitenciarios del Pa¨ªs Vasco y Navarra". Solamente con esta afirmaci¨®n todas sus supuestas buenas intenciones se vienen abajo. Esto es una afrenta en toda la regla a la libertad y a la justicia. Pero, en aras a la libertad de expresi¨®n, me alegro de que existan lib¨¦rrimos diarios como EL PA?S que publiquen art¨ªculos de esta naturaleza y autor¨ªa, lo que me permite la oportunidad de dar r¨¦plica al mismo.
Finalmente, Sueskun aboga por un "final con un dolor atenuado". Me pregunto, mientras miro la foto de mi hijo muerto, ?qu¨¦ podr¨¢ aliviarme de su dolorosa p¨¦rdida?
Los caminos para la paz pueden ser muchos, pero aqu¨ª se ofende reiteradamente la memoria de las v¨ªctimas del terrorismo cuando el trayecto que se propone evita la estaci¨®n de la Justicia.
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