La competencia, un factor crucial para el cambio del sector
La pol¨¦mica sobre la liberalizaci¨®n de las farmacias en Espa?a afecta no s¨®lo a los licenciados en dicha especialidad, sino tambi¨¦n a los usuarios. La distribuci¨®n geogr¨¢fica de las mismas, la introducci¨®n o no de la competencia, la calidad del servicio son algunos, elementos vinculados al debate. En estas p¨¢ginas analizan la cuesti¨®n Amadeo Petitb¨® Juan, presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia, que aboga por la libre apertura de las farmacias; los economistas Gerardo, (Ortega y Ram¨®n Tamames, autores de un informe encargado por los colegios de farmac¨¦uticos, en el que se concluye que el sistema funciona razonablemente bien, y Pilar Aparicio, representante de los farmac¨¦uticos en paro, contrarios a la actual regulaci¨®n.
El monopolio de la distribuci¨®n de productos farmac¨¦uticos ha salido del anonimato. Y tras muchos a?os de tranquilidad monopolista el colectivo de los farmac¨¦uticos ha ganado protagonismo. Su rentable actividad comercial ha empezado a ser conocida por los ciudadanos y analizada por los estudiosos. Ello no pod¨ªa ser de otra forma en unos momentos en que todos los agentes econ¨®micos adaptan sus estructuras econ¨®micas y sus funciones con el fin de mejorar su competitividad y contribuir a la mejora del bienestar colectivo. Espa?a ha dejado de ser un pa¨ªs con intercambios comerciales circunstanciales con el exterior. Ahora su econom¨ªa est¨¢ plenamente integrada con la de los pa¨ªses desarrollados. Dicha integraci¨®n impone sus exigencias. Entre tales exigencias se incluye la necesaria reducci¨®n de los costes sanitarios. Y ello sin merma de la calidad de las prestaciones sanitarias.Las primeras voces en relaci¨®n con la necesidad de modificar la actual regulaci¨®n del sector de la distribuci¨®n minorista de productos farmac¨¦uticos, proced¨ªan del numeroso colectivo de licenciados en farmacia que, debido a la actual regulaci¨®n del sector, no pod¨ªan acceder a la propiedad de una oficina de farmacia. A dichas voces se han sumado los an¨¢lisis de los periodistas, los trabajos de los profesores universitarios y un reciente informe del Tribunal de Defensa de la Competencia que intensific¨® el debate y provoc¨® la reacci¨®n del Consejo de Colegios de Farmac¨¦uticos de Espa?a que encarg¨® un nuevo informe para responder al primero. El resultado no pod¨ªa ser otro que la extensi¨®n del debate. Y como consecuencia del mismo ahora se conocen mejor que antes las funciones de los farmac¨¦uticos y los costes de dichas funciones.
Por ello no debe parecer, extra?o que los organismos internacionales se hayan hecho eco del alcance del problema y de las discusiones sobre el mismo. En su ¨²ltimo informe sobre la econom¨ªa espa?ola los expertos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) se han referido a la posibilidad de reducir considerablemente el gasto p¨²blico destinado a, la provisi¨®n de productos farmac¨¦uticos a los enfermos. Y para ello sugieren dos medidas. En primer lugar, la eliminaci¨®n de los obst¨¢culos que impiden la libre apertura de las farmacias. Y, en segundo lugar, la reducci¨®n de los m¨¢rgenes comerciales fijados por la Administraci¨®n. Tales propuestas figuraban en el citado informe del Tribunal de Defensa de la Competencia y son perfectamente factibles. Y, adem¨¢s, son necesarias dado que facilitar¨¢n la aplicaci¨®n de mecanismos de solidaridad entre los ciudadanos al eliminar los privilegios de unos pocos en beneficio de toda la poblaci¨®n.
Los tiempos han cambiado. La educaci¨®n de los ciudadanos ha mejorado considerablemente Y la asistencia m¨¦dica se ha universalizado. Los laboratorios farmac¨¦uticos y los m¨¦dicos han ganado protagonismo. Y ello ha repercutido sobre el ejercicio de la profesi¨®n por los farmac¨¦uticos. Dentro de unos a?os la introducci¨®n de las prestaciones farmac¨¦uticas entre los servicios ofrecidos de los aseguradores privados dotar¨¢ de nuevas funciones a los farmac¨¦uticos que deber¨¢n contribuir, tambi¨¦n, a la reducci¨®n de los gastos de gesti¨®n de la sanidad. Y ello promover¨¢ nuevos cambios. Y tales cambios exigir¨¢n, a su vez, nuevas modificaciones en la profesi¨®n farmac¨¦utica.
Por regla general el farmac¨¦utico no es un profesional que dedica buena parte de su tiempo preparando f¨®rmulas magistrales como anta?o era su funci¨®n principal. Basta con analizar objetivamente el desarrollo de sus funciones para llegar a la conclusi¨®n de que la ocupaci¨®n relevante de los farmac¨¦uticos consiste en dispensar -vender- medicamentos a los enfermos. La actividad consultora es excepcional. Los farmac¨¦uticos, como todo profesional, deben ofrecer un buen servicio sanitario al menor coste posible. Sin embargo, los colegios oficiales de farmac¨¦uticos no se halla adaptado completamente a tales cambios. M¨¢s bien se han resistido a los mismos en defensa de los privilegios de sus miembros y olvidan que las sociedades modernas deben buscar la eficiencia y uno de los instrumentos que contribuye a la mejora de la eficiencia es la competencia. Por estas razones, el Tribunal de Defensa de la Competencia, en virtud de las atribuciones que le confiere la Ley 16/1989, de Defensa de la Competencia, ha procedido al estudio del sector de distribuci¨®n minorista de productos farmac¨¦uticos. Su objetivo era la elaboraci¨®n de un conjunto de propuestas razonadas de modificaciones normativas que fueron dirigidas al Gobierno antes del verano. Un aspecto crucial de tales propuestas era la introducci¨®n de competencia en el sector sin que ello supusiera merma alguna de la salud de los ciudadanos. Sostuvo el Tribunal la necesidad de la presencia de los farmac¨¦uticos en la oficina de farmacia, por ejemplo. Los primeros resultados se han registrado recientemente. El. Gobierno ha modificado los mecanismos de distribuci¨®n de los pa?ales de incontinencia y ha liberalizado la comercializaci¨®n de los preparados para lactantes y los preparados de continuaci¨®n cuyo monopolio era disfrutado por los farmac¨¦uticos. Un primer paso al que, sin duda, seguir¨¢n otros.
Y deben seguir. Es necesario recordar que entre las actuales restricciones a la competencia destacan las siguientes: en primer lugar, la necesaria unidad indisoluble entre el propietario y el titular de una oficina de farmacia. Resulta sorprendente que cualquier ciudadano pueda ser ¨¦l propietario de un hospital o de un laboratorio farmac¨¦utico, pero, si no es licenciado en farmacia, no pueda acceder a la propiedad de una oficina de farmacia encomendando los aspectos sanitarios de la misma a un farmac¨¦utico. En segundo lugar, la exigencia de que, en general, como m¨¢ximo no pueda haber una oficina de farmacia a menos de 250 metros de otra oficina siempre y cuando, adem¨¢s, la oficina de farmacia cubra una poblaci¨®n de 4.000 habitantes. Tales privilegios, afortunadamente, no est¨¢n generalizados en otras actividades dado que ello supondr¨ªa, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, un colapso general de nuestra econom¨ªa. En tercer lugar, pese a los elevados m¨¢rgenes comerciales brutos aplicados a los productos que se venden en las oficinas de farmacias (42,7% en las especialidades farmac¨¦uticos y m¨¢rgenes considerablemente superiores en otros tipos de productos) los reglamentos de los colegios oficiales proh¨ªben expresamente los descuentos.
Pero hay m¨¢s. El sistema actual dispone de mecanismos disuasorios ante los intrusos. Los elevados m¨¢rgenes comerciales y las fuertes barreras a la entrada se traducen en la necesidad de hacer frente a elevadas sumas de dinero para acceder a la propiedad de una oficina de farmacia. Los traspasos son la norma si un farmac¨¦utico no quiere diferir significativamente en el tiempo dicho acceso. Tales traspasos han llegado a superar los 250 millones de pesetas. En este hecho radica el c¨ªrculo vicioso y una de las perversas peculiaridades del sector: son necesarios elevados beneficios para amortizar los traspasos y tales traspasos impiden o dificultan la realizaci¨®n de descuentos reduci¨¦ndolas posibilidades de la competencia. C¨ªrculo vicioso que no tiene justificaci¨®n alguna y que perjudica sensiblemente a los ciudadanos y al presupuesto p¨²blico. Tras el tel¨®n, ocultos, est¨¢n unos beneficios monopol¨ªsticos que pueden estimarse, prudentemente, en m¨¢s de cien millones de pesetas anuales.
Si se eliminan las citadas restricciones no cabe ninguna duda acerca de que tanto la estructura como la conducta y los resultados del sector se modificar¨¢n sustancialmente. La distribuci¨®n de las farmacias en el territorio se alterar¨¢, habr¨¢ nuevos farmac¨¦uticos, los precios bajar¨¢n y los beneficios empresariales de los farmac¨¦uticos se modificar¨¢n en funci¨®n de los servicios ofrecidos y de su aportaci¨®n a las necesidades de la poblaci¨®n. La poblaci¨®n no quedar¨¢ desatendida y se contribuir¨¢ a la reducci¨®n del gasto farmac¨¦utico p¨²blico y privado. El objetivo es sensato y los medios, racionales. S¨®lo la pertinaz defensa de una situaci¨®n abrigada de la competencia, y de los beneficios que conlleva est¨¢ retrasando la adaptaci¨®n de la profesi¨®n de farmac¨¦utico a las nuevas necesidades de la sociedad.
Amadeo Petitb¨® Juan es presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia.
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