Situaci¨®n inadmisible
La pol¨¦mica sobre la liberalizaci¨®n de las farmacias en Espa?a afecta no s¨®lo a los licenciados en dicha especialidad, sino tambi¨¦n a los usuarios. La distribuci¨®n geogr¨¢fica de las mismas, la introducci¨®n o no de la competencia, la calidad del servicio son algunos, elementos vinculados al debate. En estas p¨¢ginas analizan la cuesti¨®n Amadeo Petitb¨® Juan, presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia, que aboga por la libre apertura de las farmacias; los economistas Gerardo, (Ortega y Ram¨®n Tamames, autores de un informe encargado por los colegios de farmac¨¦uticos, en el que se concluye que el sistema funciona razonablemente bien, y Pilar Aparicio, representante de los farmac¨¦uticos en paro, contrarios a la actual regulaci¨®n.En las ¨²ltimas semanas, a trav¨¦s de los distintos medios de comunicaci¨®n, hemos o¨ªdo hablar de la libre apertura de oficinas de farmacia. Los asociaci¨®n que represento, Farmac¨¦uticos en Paro, reivindica dicha libertad para todos los farmac¨¦uticos titulados, en defensa de sus derechos y los de todos los ciudadanos. En defensa de los primeros, porque el derecho al trabajo en la forma y modalidad que cada uno elige libremente est¨¢ reconocido en nuestra Constituci¨®n. Los farmac¨¦uticos somos los ¨²nicos profesionales a los que, habiendo obtenido el t¨ªtulo para el ejercicio de una profesi¨®n, se nos limita el desempe?arla en su modalidad m¨¢s natural: como titulares de una oficina de farmacia.
En defensa de los intereses de todos lo, ciudadanos, porque el sistema actual es un monopolio desde el momento en que impide la libre competencia entre los farmac¨¦uticos con oficina de farmacia. Establece precios fijos de venta al p¨²blico y, consiguientemente, prohibiendo descuentos en los mismos. Regula los horarios de apertura y cierre, que impiden la mejora del servicio al ciudadano. Establece servicios de urgencia que no hacen otra cosa que ocasionar trastornos a los consumidores, oblig¨¢ndolos a desplazamientos largos porque no encuentran una farmacia abierta pr¨®xima a su domicilio cuando m¨¢s lo necesitan. Esto, que nos perjudica a todos, es as¨ª exclusivamente para comodidad y beneficio de los farmac¨¦uticos establecidos. Hasta 1941, la apertura de oficinas de farmacia en Espa?a se reg¨ªa por el principio de libre comercio. A partir de esa fecha, y por decreto-ley (sin refrendo popular de ninguna clase), se limita la apertura de farmacias, aumentando con el paso de los a?os las restricciones hasta llegar a la situaci¨®n actual. Esta situaci¨®n es inadmisible en un pa¨ªs que ha visto c¨®mo se ha liberalizado hasta el mercado laboral. Si los derechos de los trabajadores, tan dif¨ªcilmente conquistados, se han visto en gran medida mermados, ?c¨®mo es posible que no se reforme y liberalice la apertura de farmacias, m¨¢xime si tenemos en cuenta que los par¨¢metros por los que se rigen las concesiones para las mismas -es decir, n¨²mero de habitantes, distancias entre ellas, etc¨¦tera- no son par¨¢metros enfocados a mejorar la atenci¨®n al enfermo sino que pretenden ¨²nicamente asignarles de antemano cuotas de mercado que hagan rentable el negocio y que no sea necesaria la competencia? No dudamos de la necesidad de regular, que no limitar, la apertura de frmacias, pero de la misma manera que se regula la apertura de cualquier otro establecimiento sanitario. Es decir, exigir una serie de requisitos al profesional y al local donde se va a ejercer la actividad, de tal manera que si se demuestra que se cumplen ¨¦stos se podr¨¢ abrir farmacia sin m¨¢s limitaciones. Estas restricciones que hoy padecemos, a los primeros que perjudican es a los 40 millones de espa?oles. Con la libre apertura de farmacias y la llegada de la competencia mejorar¨ªa el servicio sanitario que prestan. El farmac¨¦utico tendr¨ªa el impulso y la motivaci¨®n para estar cada d¨ªa m¨¢s preparado, y dar as¨ª respuesta a todas las consultas de sus enfermos. Y tambi¨¦n para disminuir dr¨¢sticamente los per¨ªodos de ausencia de su farmacia, en los que la misma queda en manos de personal insuficientemente calificado para atenderlas. Todos exigimos una atenci¨®n personalizada que hoy pocas farmacias pueden ofrecer, sobre todo las que est¨¢n en n¨²cleos de poblaci¨®n importantes.
Hay un argumento que suelen utilizar con frecuencia los detractores de la libre apertura, y es que de esta manera todos los farmac¨¦uticos instalar¨ªan sus farmacias en las grandes superficies, en zonas muy transitadas o en grandes aglomeraciones urbanas, dejando con ello desabastecidas las zonas rurales o menos pobladas, con lo cual empeorar¨ªa el servicio actual. Esta afirmaci¨®n carece de toda l¨®gica. En primer lugar, esto no ha ocurrido cuando se han liberalizado otros servicios. Tampoco ocurri¨® en la ¨¦poca anterior a 1941, en que, como ya hemos dicho, exist¨ªa libre apertura. Todos sabemos que al final la oferta se acaba ajustando a la demanda. Por el contrario, con el sistema actual hay m¨¢s de tres millones de espa?oles que viven en peque?os n¨²cleos que carecen de farmacia, y que tienen que desplazarse al pueblo vecino para comprar sus medicinas. Esto no se debe a que no existan farmac¨¦uticos, entre los que reclamamos la libre apertura, que no estemos dispuestos a abrir farmacia en esos n¨²cleos. Se debe a las restricciones actuales, que no lo permiten y benefician al profesional con farmacia m¨¢s pr¨®xima a esos pueblos que no la tienen. Pilar Aparicio Mu?oz es vicepresidenta de Farmac¨¦uticos en Paro.
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