Una imagen distorsionada
EUGENIO ARRIBAS L?PEZSostiene el autor que los funcionarios de prisiones. tienen encomendadas innumerables tareas que en modo alguno se corresponden s¨®lo "con la contemplaci¨®n de salvajadas, el embrutecimiento personal o la perversi¨®n del lenguaje".
Dec¨ªa hace algunos a?os, desde las p¨¢ginas de este mismo peri¨®dico, que los funcionarios de Instituciones Penitenciarias somos grandes desconocidos para la opini¨®n p¨²blica; ahora creo firmemente que no es ya que nuestra imagen sea desconocida, sino que, m¨¢s bien, se presenta negativamente distorsionada, y que a ello contribuyen decididamente los medios de comunicaci¨®n social.El triste acontecimiento del secuestro de nuestro compa?ero Jos¨¦ Antonio Ortega Lara ha hecho nuevamente volver la mirada sobre nosotros como colectivo, y en muchas publicaciones escritas, adem¨¢s de hacerse eco de la noticia y de la situaci¨®n de la familia, se han recogido reportajes sobre los que realizamos nuestra tarea profesional en centros o establecimientos penitenciarios. En aqu¨¦llos, y especialmente en el titulado Funcionarios de prisiones (EL PA?S, 28 de enero), lo que se deja traslucir como perceptible de las prisiones en general y de los funcionarios en particular es ciertamente pat¨¦tico; sent¨ª verdadera pena y amargura al leerlo. Parece que, por llamarlo de alguna manera, s¨®lo el lado oscuro de nuestra profesi¨®n se ha hecho patente en un elenco de siniestros relatos y an¨¦cdotas brutales -poco m¨¢s que un anecdotario recoge el reportaje- m¨¢s propias de un reality show escrito que de un reportaje sobre un colectivo profesional actualmente en el ojo del hurac¨¢n de la barbarie terrorista.
Frente a todo ello hay que decir claramente que, por supuesto, en las prisiones se contemplan situaciones extremas de violencia y brutalidad y que la sinraz¨®n humana llega a l¨ªmites inimaginables e insospechados, pero que, desde luego, a muchos, sin caer en sensibler¨ªas baratas, tales vivencias, lejos de embrutecernos, nos hacen reflexionar sobre aspectos hasta entonces desconocidos de la condici¨®n humana, sobre los extremos a los que el hombre puede llegar en situaciones l¨ªmite y sobre la hipocres¨ªa de un sistema social que, acallando su conciencia con declaraciones constitucionales rimbombantes, se niega despu¨¦s a aceptar una realidad. que le pertenece y a la que est¨¢ indisolublemente unido porque porque forma parte de ella.
Pero tambi¨¦n hay que decir que en las prisiones se trabaja y que se trabaja bien. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que el colectivo de funcionarios de prisiones, m¨¢s de 16.000 personas, es de los m¨¢s preparados humana y profesionalmente y que su quehacer laboral se mueve entre la ejecuci¨®n del mandato constitucional materializado en la Ley Org¨¢nica General Penitenciaria -la educaci¨®n y reinserci¨®n social de los internos y su retenci¨®n y custod¨ªa- y la direcci¨®n y organizaci¨®n de la convivencia diaria entre personas con quienes la sociedad se ha negado a convivir. No parece f¨¢cil, ?verdad?
As¨ª, los funcionarios de prisiones, en un dif¨ªcil y complicado equilibrio, deben asumir, cualquiera que sea su tarea espec¨ªfica dentro de la organizaci¨®n, papeles ciertamente contradictorios: deben procurar, por mandato constitucional, cada uno desde su puesto y sin que uno sea m¨¢s importante que otro, la reinserci¨®n social de los internos (ense?ar a vivir en libertad desde la privaci¨®n de libertad), deben custodiar a los mismos evitando fugas y evasiones con objeto de que las penas efectivamente se cumplan, deben hacer labores de polic¨ªa penitenciaria en tareas de prevenci¨®n, evitaci¨®n e investigaci¨®n de hechos delictivos (en prisi¨®n, no nos llamemos a enga?o, se pueden cometer y se cometen tambi¨¦n delitos), deben asesorar a los internos en diferentes aspectos, transmitir sus peticiones y quejas, etc¨¦tera; en fin, dentro de esa sociedad a escala reducida que es la c¨¢rcel, tienen encomendadas innumerables tareas que en modo alguno se corresponden s¨®lo con la contemplaci¨®n de salvajadas, el embrutecimiento personal o la perversi¨®n del lenguaje.
Por consiguiente, tanto desde dentro como desde fuera, debe procederse a un lavado de imagen y no para falsear la realidad, sino para presentarla tal y como es.
Desde dentro debemos hacer un ejercicio autocr¨ªtico. ?C¨®mo podemos pretender que se nos considere socialmente si empezamos por no considerarnos nosotros mismos?, ?c¨®mo podemos pedir comprensi¨®n si somos los primeros en no comprendernos?, ?c¨®mo podemos convencer de la trascendental importancia social de nuestra funci¨®n si no estamos convencidos de la misma? Dejando de lado el problema del anonimato ante atentados terroristas, debe dejar de darnos verg¨¹enza el decir que somos funcionarios de prisiones y dejar de sonrojarnos reconocer que formamos parte de un colectivo que trabaja dentro de las prisiones y con presos. Debemos, al menos ¨¦sa es mi opini¨®n, imbuirnos de la misi¨®n que tenemos encomendada con orgullo y con ambici¨®n, cada uno desde su puesto, desde su propia responsabilidad. ?Que es dif¨ªcil?, por supuesto que es dificil y, adem¨¢s, complicado y peligroso. Si fuese f¨¢cil no estar¨ªamos como estamos. ?Que la Administraci¨®n no ayuda?, claro que no ayuda, pero debemos exigir que lo haga desde el respeto, la responsabilidad y la asunci¨®n inequ¨ªvoca de la que como colectivo nos corresponde. Dejemos ya de alimentar leyendas negras y de suministrar material que no por cierto y escalofriante deja de ser, a fin de cuentas, meramente epis¨®dico en nuestra trayectoria profesional. Con vocaci¨®n o sin ella, gust¨¢ndonos o sin gustarnos, ¨¦sta es nuestra profesi¨®n y debemos luchar por dignificarla al m¨¢ximo convencidos plenamente desde dentro de su propia dignidad.
Para actuar desde fuera debemos pedir a toda la comunidad, como paso previo para superar la ignorancia hip¨®crita en que est¨¢ sumida, que conozca el sistema penitenciario del que ella misma se ha dotado en todos sus aspectos y no s¨®lo en los extremos m¨¢s morbosos e intrascendentes, ya que s¨®lo conociendo el sistema puede llegar a nuestra comprender la tarea que los funcionarios penitenciarios estamos llamados a desempe?ar. En este sentido,el papel de los medios de comunicaci¨®n est¨¢ revestido de una importancia manifiesta como transmisores de informaci¨®n y como conformadores de la opini¨®n p¨²blica y debemos tambi¨¦n pedir que lo asuman con responsabilidad; es triste que s¨®lo se limiten, por tanto, a dar a conocer y a trasmitir la parte menos importante de la realidad carcelaria y que sea ¨¦sta, adem¨¢s, la que m¨¢s da?o y m¨¢s perjuicios puede causar tanto a los internos como a los funcionarios en la cristalizaci¨®n de ciertos estados de opini¨®n.
Eugenio Arribas L¨®pez es jurista de Instituciones Penitenciarias y director del centro penitenciario de Logro?o.
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