El hermano en la sombra. Femando M¨²gica tuvo mucho m¨¢s poder que el de presidir el PSOE guipuzcoano hasta 1993
Nunca se sabr¨¢ si Fernando M¨²gica Herzog pens¨® alguna vez, de verdad, que acabar¨ªa su vida de la misma forma que su amigo el tambi¨¦n socialista Enrique Casas. De pensarlo ser¨ªa entonces, en febrero de 1984, cuando se rompi¨® el t¨¢ndem que formaba con ¨¦l tras su asesinato por los Comandos Aut¨®nomos. Fernando, Poto, era presidente del PSOE de Guip¨²zcoa; Enrique, secretario provincial. Pero no lo pensaba ahora, a sus 62 a?os, cuando, desde hac¨ªa dos, ve¨ªa los toros desde la barrera y se encontraba un tanto alejado de la actividad pol¨ªtica, que durante los a?os 80 en el Pa¨ªs Vasco, todo hay que decir, pasaba preferentemente por encabezar manifestaciones contra el terrorismo.Pese al aldabonazo del asesinato de Gregorio Ord¨®?ez (PP), hace un a?o, Fernando M¨²gica hab¨ªa vivido ¨¦pocas mucho m¨¢s duras del terrorismo, sobre todo cuando mataron a Enrique Casas, lo que le impact¨® tremendamente. Tanto que ¨¦l mismo sol¨ªa comentar a sus amigos que, cuando muri¨® en Lasarte, en un tiroteo con la Guardia Civil Fernando Gude Pego, el presunto asesino de Enrique, en agosto de 1984, Alfonso Guerra, entonces vicepresidente del Gobierno, le localiz¨® en un pueblo perdido de Sevilla donde veraneaba con su familia y la del entonces alcalde de la capital andaluza, Manuel del Valle, para darle la noticia.
Siempre recordaba ese gesto de Guerra, al que adoraba. Tanto ¨¦l como su hermano, Enrique, del que era su alter ego. En San Sebasti¨¢n, donde hab¨ªa nacido, siempre se ha hablado de los hermanos M¨²gica. Rara vez de Enrique o de Fernando. Enrique era la imagen p¨²blica: hist¨®rico del Congreso del PSOE de Suresnes, diputado desde 1977, dirigente nacional y ministro. Fernando se reserv¨® el papel influyente desde la sombra, muy superior en la pr¨¢ctica al modesto cargo de presidente del PSOE de Guip¨²zcoa hasta 1993 o al de concejal socialista por San Sebasti¨¢n, que fue el m¨¢ximo cargo p¨²blico que alcanz¨® y, adem¨¢s, por muy poco tiempo. Nunca quiso puestos institucionales, pero s¨ª maniobr¨®, con ¨¦xito, para que su hermano Enrique los tuviera.
,Le encantaba el papel de anfitri¨®n del PSOE guipuzcoano, para el que estaba sabiamente dotado. Ten¨ªa salero para ejercerlo y mucho pedigr¨ª: hab¨ªa estado en Suresnes, donde apoy¨®, junto con su hermano, la candidatura de Felipe Gonz¨¢lez y de Alfonso Guerra. Todo ministro socialista o personaje influyente que pasaba por San Sebasti¨¢n en el decenio de los 80 com¨ªa o cenaba con Fernando, preferentemente en el restaurante Rekondo, cerca de su domicilio, en Monte Igueldo.
Cultiv¨® especialmente la amistad con el tambi¨¦n fallecido ministro de Exteriores Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez. Los hermanos M¨²gica compartieron con ¨¦l las vicisitudes previas al reconocimiento diplom¨¢tico por Espa?a del Estado de Israel, una de sus pasiones pol¨ªticas, a trav¨¦s de la asociaci¨®n de amistad hispano-israel¨ª, de la que nombraron presidente al escritor Camilo Jos¨¦ Cela.
Durante la controvertida campana socialista a favor de la OTAN, en 1985, Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y Fernando M¨²gica, en una cena antol¨®gica en Rekondo, despu¨¦s de un triste mitin en San Sebasti¨¢n, pusieron al mal tiempo buena cara con suculentas bromas sobre el amor al dinero de Cela, al que atribu¨ªan haber sacado provecho de la presidencia de la asociaci¨®n al conseguir del lobby jud¨ªo norteamericano la traducci¨®n al ingl¨¦s de su obra.
Su anticlericalismo le daba un toque barojiano. Le gustaba escandalizar con ello en una sociedad muy cat¨®lica, como la vasca. En esto ejerc¨ªa de personaje del siglo XIX. Pero no ten¨ªa la tristeza, barojiana. Era un bon vivant. Probablemente, por eso no quiso asumir responsabilidades institucionales. Las limit¨® al trabajo interno del partido.
Con todo, Fernando M¨²gica estuvo detr¨¢s de todas las decisiones importantes del PSOE guipuzcoano y otras a escala nacional -como el propio reconocimiento del Estado de Israel, en los 80-, con la particularidad de que no ten¨ªa ning¨²n problema para levantar el tel¨¦fono y comunicar con Felipe o Alfonso, sobre todo con Alfonso. Precisamente, su declive fue paralelo al de Guerra. Nunca entendi¨® la bronca entre guerristas y renovadores. En aquella ¨¦poca, para que no cupiera duda alguna, exhib¨ªa con ostentaci¨®n un mechero marcado con un Yo amo a Alfonso.
A partir de. 1992 empez¨® su retirada paulatina de la actividad pol¨ªtica. Lo explic¨® de manera muy expresiva en una fiesta celebrada con motivo de la elecci¨®n del primer alcalde socialista en la historia de San Sebasti¨¢n, Od¨®n Elorza: "Se han cumplido todas mis pasiones pol¨ªticas. Que acabara el franquismo y en Espa?a hubiera libertades, que gobernara el PSOE, que Espa?a reconociera al Estado de Israel y que haya alcalde socialista en San Sebasti¨¢n"
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