Para¨ªso de 'busqueros'

Con la ¨²lt¨ªma mudanza lleg¨® el primer busquero. Desde que la semana pasada 108 familias del poblado de Canillas, en Hortaleza, fueran realojadas en pisos sociales, decenas de personas han abierto a la fuerza las viejas casas, que el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), de la Comunidad, dej¨® tapiadas hasta resolver su derribo. La mayor¨ªa acuden a por el plomo de las ca?er¨ªas,y a por la chatarra. Por ahora no se ha dado ning¨²n caso de okupaci¨®n ya que, tras el traslado, los operarios del Ivima tabicaron las puertas y ventanas de las casas ya vac¨ªas y hundieron sus techos y patios para dejarlas inhabitables. Juan, de 22 a?os, vecino de un barrio pr¨®ximo al desalojado, martilleaba en la tarde del lunes en una de las muchas viviendas con la entrada forzada. "Sobre todo nos interesa el plomo porque lo pagan a 40 pesetas el kilo, y hay que vivir", explica. "Han venido muchas familias gitanas a por chatarra; a m¨ª me avis¨® una se?ora de esta zona", a?ade. A unos metros, los pocos vecinos que siguen viviendo entre las casas abandonadas est¨¢n ojo avizor. Temen que los busqueros se conviertan en okupas, con lo que el proceso de demolici¨®n de las viejas casas se retrasar¨ªa hasta que un juez ordenase su desalojo. Y los solares hacen falta para concluir la remodelaci¨®n de este barrio construido por la Obra Sindical del Hogar en, los a?os cincuenta.Adem¨¢s, seg¨²n la presidenta de la asociaci¨®n de vecinos, To?i del Moral, en cuatro casos los buscadores de tesoros dom¨¦sticos han llegado a entrar en casas habitadas y a llevarse objetos. Esto, asegura Del Moral, ha sucedido en las calles de Megeces, Gomeznarro y Laguna del Duero.

Pero el malestar vecinal no proviene s¨®lo de la llegada de los recolectores de ca?er¨ªas, sino de tener el viejo barrio convertido en una escombrera. Es como si un ob¨²s hubiera arrasado la zona. Los cascotes de los patios derribados en las casas deshabitadas se mezclan con el barro y las tierras removidas. El lugar se presta a los juegos infantiles y existe el temor de que alg¨²n escolar del cercano colegio p¨²blico Rub¨¦n Dar¨ªo sufra un accidente.

Normalmente, en los realojamientos, las casas abandonadas se derriban en cuanto el vecino es trasladado a su nuevo hogar. El gerente del Ivima, Juan Jos¨¦ Franch, asegura que en, este caso no se ha hecho as¨ª porque el dinero necesario para la demolici¨®n no pod¨ªa extraerse de los presupuestos de 1995 y los de 1996 estuvieron cerrados hasta hace d¨ªas.

Optaron por trasladar a los vecinos a sus nuevos pisos sin derribar los viejos porque la situaci¨®n era sangrante: ya llevaban ocho meses esperando con las viviendas adjudicadas terminadas y sin entregar. El compromiso es demoler las casas tapiadas y limpiar la zona antes de dos meses.