Debate econ¨®mico y condiciones pol¨ªticas
Lo que no hab¨ªan conseguido otros ilustrados a lo largo de muchas pr¨¦dicas, lo ha logrado Boyer: abrir un debate sobre la moneda ¨²nica europea. Y lo ha hecho con un salto mortal: sus posiciones te¨®ricas tradicionales, que eran las de un selecto miembro del Comit¨¦ Delors, y avalando simb¨®licamente con su presencia la puesta de largo electoral de Aznar ante el poder econ¨®mico en Madrid. Creo que el antiguo socialista ha rectificado por coherencia ide¨®logica y no, como algunos han insinuado, por una renacida ambici¨®n pol¨ªtica o como representante econ¨®mico de los intereses para los que trabaja. Boyer plantea la autoexclusi¨®n de la uni¨®n monetaria, aun alcanzando la convergencia con Europa; se alinea as¨ª con las tesis que han defendido los economistas thatcherianos y no -como interesadamente han apuntado otros- con las de Anguita.Lo parad¨®jico de esta pol¨¦mica es el momento tard¨ªo en el que llega a Espa?a. El Tratado de Maastricht se firm¨® hace cuatro a?os, tras un largo periodo de gestaci¨®n y, como consecuencia, de controversias previas. El tratado prev¨¦ dos fechas para la uni¨®n monetaria: el 1 de enero de 1997 (opci¨®n optimista) y el 1 de enero de 1999 (opci¨®n obligatoria); el pasado 15 de diciembre, el Consejo Europeo reiter¨® que la entrada en vigor de la moneda ¨²nica ser¨¢ esta ¨²ltima fecha, y puso nombre a la moneda: el euro.
Este tratado ha sido ratificado por los parlamentos nacionales de los Quince. Los tres ¨²ltimos pa¨ªses incorporados a la Uni¨®n Europea (Austria, Suecia y Finlandia), tras los referendos de adhesi¨®n; y Dinamarca y Francia, despu¨¦s de las dram¨¢ticas consultas que casi partieron en dos las respectivas opiniones p¨²blicas. Cambiar las condiciones de Maastricht (plazos o criterios de convergencia) supondr¨ªa pues una profunda alteraci¨®n pol¨ªtica en el seno de la UE.
Adem¨¢s, los programas de los dos grandes partidos en Espa?a (y de los nacionalistas) insisten en la bondad de la v¨ªa elegida, y han sido elaborados -y son promesas electorales- en los momentos de dificultad econ¨®mica que vive actualmente la UE.
En el del PSOE, dentro del cap¨ªtulo Espa?a en la Uni¨®n Europea, se dice: "La presidencia espa?ola del Consejo de la UE en el segundo semestre de 1995 ha contribuido enormemente a la puesta en marcha de la UE hacia su nuevo rumbo... definiendo una agenda pol¨ªtica que propicie un avance ordenado hacia la Europa del a?o 2000. En esa agenda destaca... realizar el paso a la moneda ¨²nica, con la plena participaci¨®n de Espa?a en los plazos y condiciones previstos, es decir, a partir de 1999, lo que redundar¨¢ en beneficio del crecimiento econ¨®mico y la creaci¨®n de empleo en nuestro pa¨ªs".
El del PP afirma: "La reflexi¨®n sobre la Conferencia Intergubernamental [que se celebrar¨¢ en 19961 exige hacer unas consideraciones previas sobre el conjunto de cuestiones al que ha de enfrentarse la UE durante los pr¨®ximos cuatro a?os. Las principales son ¨¦stas:... El paso a la tercera fase de la UEM, es decir, la puesta en marcha de la moneda ¨²nica... La aplicaci¨®n rigurosa a todos los Estados miembros de todos los criterios de Maastricht para introducir la moneda ¨²nica. Ello permitir¨¢ n o s¨®lo colocar definitivamente a la econom¨ªa espa?ola en una senda de competitividad, sino establecer una uni¨®n monetaria asentada en s¨®lidos pilares econ¨®micos -unas econom¨ªas sanas- y pol¨ªticos -la participaci¨®n de una significativa mayor¨ªa de pa¨ªses y el alejamiento de la concepci¨®n del n¨²cleo duro, que acabar¨ªa por dividir Europa y destruir el mercado interior-".
El debate econ¨®mico es muy sugestivo pero no puede aislarse de las condiciones pol¨ªticas en las que se desarrolla. Y eso lo sabe Boyer mejor que nadie.
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