Una s¨¢tira catalana
Ub¨², presidentDe Albert Boadella. Int¨¦rpretes: Ram¨®n Fontser¨¦, Pilar S¨¢enz, Xevi Vil¨¤, Jes¨²s Agelet, Bego?a Alberdi, Ram¨®n Llim¨®s, Minnie Marx, Josep Maria Fontser¨¦, Assun Planas, Llu¨ªs El¨ªas. Escenograf¨ªa: Jordi Costa. Vestuario: Dolors y Fabi¨¤ Puigserver. Espacio esc¨¦nico y direcci¨®n: Albert Boadella. Els Joglars, en el teatro Nuevo Apolo. 15 de febrero de 1996.
Esta s¨¢tira es contra el Excels; llamado President en el t¨ªtulo que recuerda la que se tiene por la primera obra de la vanguardia europea, Ub¨², president (sobre Ubu roi). Y su esposa y su corte; y su pa¨ªs. Al pa¨ªs se le mantiene el nombre, Catalu?a, y realmente es lo ¨²nico que se respeta: desde el patronazgo celestial de la Virgen de Montserrat, y la sacra monta?a misma, hasta su himno. Y su lengua.
Es, en este primer lugar, una caricatura. Pero va m¨¢s all¨¢: es una alegaci¨®n contra lo pol¨ªticamente correcto de un catalanismo que, naturalmente, a un ¨¢crata de la l¨ªnea de Boadella no le puede parecer m¨¢s que irrisorio. M¨¢s que irrisorio: la figura burlada es la de un psic¨®pata que quiere serlo todo, ser Dios, despu¨¦s de ser Hitler -con un homenaje a Chaplin en El gran dictador-; corrupto, m¨¢s imb¨¦cil que los imb¨¦ciles que le rodean, ignorante. Sobre estos planos -la persona, la instituci¨®n- hay un tercero m¨¢s trascendente: el poder descarnado, el desnudo del rey desnudo: en la tierra en que est¨¢ escrito, en ¨¦sta en que se ve ahora, en el mundo. El President es un payaso del mundo occidental: como lo era el padre Ubu, de Alfred Jarry. Una obra que cumple ahora 100 a?os y que no cesa de representarse, de citarse, de admirarse: porque el mundo no ha cambiado, sino que aquella estulticia se ha extendido. Los pasos trascendentes de Ubu son los mismos: escrita como burla de un pomposo, idiota y prefascista profesor de matem¨¢ticas, ha llegado a convertirse en el paradigma de la megaloman¨ªa, del abuso del poder, del idiota ascendente. En esta representaci¨®n es una cita: es un teatro dentro del teatro. Un psiquiatra -el doctor Oriol Moragas- que acude a la Instituci¨®n a visitar al consejero Tr¨ªas aplica una terapia al President, al que cada vez se entiende menos, perdido en tics f¨ªsicos y en lagunas mentales, incapaz de articular: la terapia consiste en que represente a Ub¨² en una especie de psicodrama. No, claro, no mejora: asciende por el camino de la megaloman¨ªa
Caricatura
No me parece que en la manera de recoger el p¨²blico la obra -entusiasta esta met¨¢fora de Ubu fuese la m¨¢s estimada: quiz¨¢ por falta de suficiente referencia cultural; m¨¢s probablemente, porque lo que quiere ver, sobre todo, es la caricatura inmediata del personaje. Me gustar¨ªa salvar cualquier idea de que esta burla corresponde a un sentimiento de "Madrid" (entre comillas, para se?alar con qu¨¦ intenci¨®n lo dice el Excels y su coro); ha gustado quiz¨¢ m¨¢s en Catalu?a, porque la riqueza de su idioma y la de las alusiones y claves es m¨¢s comprensible. Madrid no es anticatal¨¢n, y el teatro catal¨¢n est¨¢ tan por encima de lo que se suele hacer en Madrid -Boadella es una muestra de ese aprecio, entre las siete u ocho compa?¨ªas catalanas que siempre se esperan aqu¨ª- que no se le puede acusar de oportunismo. Pero el placer de la caricatura parece ser el que m¨¢s le divierte. Lo que m¨¢s me interesa de esta creaci¨®n y representaci¨®n es el sentido de la libertad que tiene. Naturalmente, la del creador, que vive en ella desde que empez¨® con Els Joglars en unas circunstancias especialmente adversas, y no ha cesado m¨¢s; pero tambi¨¦n la de los receptores. La capacidad de absorci¨®n de la cr¨ªtica por quienes tienen el poder; y la de quienes reciben la s¨¢tira cruda y dura. ?ste es el teatro que se esperaba que surgiese despu¨¦s de la muerte de la censura: no ha salido. Se ha metido en busca de apoyos, ayudas, prebendas; se ha asustado, oscurecido, vendido en buena parte. Ha preferido enfermar a exponerse.
No es necesario hablar de la perfecci¨®n teatral de siempre de Els Joglars: desde una interpretaci¨®n admirable -la caricatura del Excels y la Excelsa est¨¢ hecha por actores sin maquillaje ni sobrecarga de atributos externos: s¨®lo con el gesto y con la voz; est¨¢n acompa?ados de una compa?¨ªa capaz y dotada del arte dram¨¢tico-, el hallazgo de un lenguaje esc¨¦nico, la perfecci¨®n t¨¦cnica del espect¨¢culo. Todo fue apreciado, todo fue re¨ªdo, todo aplaudido. Hasta la sardana del saludo final.
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