San Miguel Boyer apostata
El autor analiza las recientes declaraciones de Miguel Boyer en materia econ¨®mica, social y pol¨ªtica, alaba la "valent¨ªa" por su cambio de opini¨®n y respalda muchas de sus posturas
En estos ¨²ltimos d¨ªas, Miguel Boyer (MB) ha logrado no s¨®lo llevar la discusi¨®n econ¨®mica de la precampa?a electoral hasta un nivel que no suele ser habitual en los medios, sino tambi¨¦n concentrarla en esos temas que, aunque b¨¢sicos, suelen desvanecerse al calor de las discusiones partidistas. En la entrevista que public¨® EL PA?S el 14 de febrero, y aparte de ciertas reflexiones pol¨ªticas y sociales y otros simp¨¢ticos ajustes de cuentas con sus cr¨ªticos, se pasa revista a problemas candentes como son los de la Seguridad Social (y el Pacto de Toledo), la reforma laboral (y el reparto de trabajo), la reforma fiscal (y la posible rebaja de los tipos impositivos del IRPF) o los que condicionan el futuro de la Uni¨®n Monetaria.. En las respuestas que ofrece MB se hace patente una mezcla inconfundible de astucia te¨®rica, experiencia pol¨ªtica, familiaridad con los datos y sentido com¨²n que adquiere todo su potencial cuando se le a?ade un deseo de "pensar a contrapelo": la cualidad inequ¨ªvoca de un intelectual.T¨®mese como ejemplo la eventual simplificaci¨®n del IRPF y la reducci¨®n de los correspondientes tipos impositivos. La sabidur¨ªa convencional al respecto tiene dos componentes. Por un lado ridiculiza, por falta de finura anal¨ªtica, la teor¨ªa de Laffer de que una reducci¨®n de los tipos alegra la actividad econ¨®mica, genera crecimiento adicional y acaba redundando en un incremento de recaudaci¨®n impositiva. Por otro lado, recuerda el fracaso de la primera Administraci¨®n Reagan en relaci¨®n a este asunto. ?sta fue la postura de Pedro Solbes ante los ataques de Rodrigo Rato en el debate que mantuvieron hace pocas fechas en Canal+ y la del presidente Gonz¨¢lez en la misma cadena unos d¨ªas despu¨¦s.
La postura de MB es distinta y caracter¨ªstica: ignora ol¨ªmpicamente la sabidur¨ªa convencional. En el plano te¨®rico, y con un sentido com¨²n apabullante, se fija en el coste de oportunidad del fraude y en el consiguiente efecto incentivador de una rebaja de los tipos impositivos sobre el cumplimiento fiscal. En el plano de los hechos, nos recuerda que esto ha funcionado, de acuerdo con los datos de la OCDE, en aquellos lugares en donde hab¨ªa fraude y pod¨ªa, por o tanto, funcionar. Si nos tom¨¢ramos la molestia de mirar los datos de Estados Unidos desde 1975 y no desde 1980, ver¨ªamos, nos dice MB, que tambi¨¦n ha fancionado en este ¨²ltimo pa¨ªs.
Este "pensar a contrapelo" es especialmente evidente en el tema de la Uni¨®n Monetaria, el examinado con mayor amplitud en la entrevista citada. Merece la pena concentrarse en ¨¦l, pues permite reflexiones que van m¨¢s all¨¢ de la mera t¨¦cnica econ¨®mica. El establecimiento, en el Tratado de Maastrich, de unos plazos fijos para la imposici¨®n de la moneda ¨²nica ser¨ªa un error que no hizo sino calentar movimientos especulativos entre monedas que acabaron forzando devaluaciones y rompiendo, de facto, el Sistema Monetario Europeo. Los famosos cuatro criterios vigentes desde 1992 y referentes a inflaci¨®n, tipos de inter¨¦s, d¨¦ficit p¨²blico y deuda p¨²blica no ser¨ªan ciertamente suficientes, tal como reconoce casi todo el mundo, pero es que ni siquiera ser¨ªan necesarios, dice MB en contra de todas las opiniones oficialmente autorizadas. El no pertenecer al grupo de pa¨ªses que podr¨ªan acceder los primeros a la moneda ¨²nica no ser¨ªa tan dram¨¢tico como suele decirse. Esta situaci¨®n no tendr¨ªa por qu¨¦ redondear en falta de credibilidad, tipos altos y poca inversi¨®n: esas cosas dependen en realidad de la coherencia de la pol¨ªtica econ¨®mica y del crecimiento.
Tal como dec¨ªa Blanchard, uno de los economista.s de centro-izquierda citados por MB, ya hace casi cuatro a?os: "No son los objetivos r¨ªgidos y la obstinaci¨®n los que generan una pol¨ªtica cre¨ªble, sino la opini¨®n de los mercados de que el Gobierno sigue una pol¨ªtica coherente y de que ser¨¢ capaz de seguir haci¨¦ndola". Nuestra credibilidad, nuestra buena reputaci¨®n, depender¨ªa, pues, de nosotros y no de una pol¨ªtica de adhesi¨®n a quien fuera m¨¢s cre¨ªble o tuviera una mejor reputaci¨®n.
Esta ¨²ltima cita avala la opini¨®n de MB de que las ideas anteriores son bien conocidas por los economistas. Claro est¨¢ que hay mucho economista amateur que por estar ¨¢ la page no tiene tiempo de enterarse y cree que Maastricht es la ¨²nica pol¨ªtica posible; pero es cierto que la mayor¨ªa de los economistas profesionales son conscientes de las ideas que MB trae a colaci¨®n, aunque no todas las compartan. En efecto, para algunos, y a pesar de todos los pesares, Maasricht o la estabilidad nominal que implica sigue siendo la mejor apuesta posible, aunque haya alemativas.
Pero hay otros que aun estando al tanto de la teor¨ªa, y conociendo los costes reales de la estabilizaci¨®n nominal, han permanecido callados, o no han sido escuchados. ?Por qu¨¦? Quiz¨¢ porque, en un mundo enrarecido, los economistas ya no m¨ªran a las teor¨ªas y a los datos, sino s¨®lo al economista en el poder. Quiz¨¢ porque ya nos hemos convertido todos en funcionarios de una agencia p¨²blica, nacional o internacional, en cuyo seno se est¨¢ al socaire de vientos fr¨ªos. O quiz¨¢, siendo m¨¢s optimista, porque la grandiosidad hist¨®rica del envite europeo paraliza el sentido cr¨ªtico y agudiza el deseo de no aparecer como un aguafiestas inoportuno. En el mejor de los casos, el economista m¨¢s cr¨ªtico se habr¨ªa convertido en un una muniano San Manuel Bueno M¨¢rtir que predica la Uni¨®n Monetaria y la estabilidad nominal como una buena nueva por la que merece la pena sufrir el martirio que nos infligen los que no saben lo que les conviene, aunque sepamos que no es nueva y sospechemos que igual tampoco es tan buena.Pues bien, MB ha decidido no ser m¨¢rtir o al menos elegir qui¨¦n e inflija la tortura. A pesar de ello deber¨ªamos considerarlo como un santo por la valent¨ªa de su cambio de opini¨®n y por la radicalidad con que se opone a las opiniones convencionales vigentes. Deber¨ªamos celebrar su apostas¨ªa no tanto porque en ella vemos reivindicadas ideas correctas, pero desterradas pol¨ªticamente, sino porque, a partir de ella, podremos discutir libre y abiertamente sobre cualquier temor bajo la advocaci¨®n de San Miguel Boyer Ap¨®stata. Hay no pocos asuntos que ser¨ªan mejor pensados bajo esta advocaci¨®n o incluso en tensi¨®n con ella. Pensemos en la reforma de las pensiones. El dar entrada, en alguna proporci¨®n, al sistema de capitalizaci¨®n deber¨ªa ser pensado no de manera esencialista, sino explorando su implantaci¨®n paulatina y con la necesaria anuencia pol¨ªtica. Pensemos en la reforma laboral. No s¨®lo caben dudas sobre los efectos de algunas de las medidas propuestas; sino que cabe tambi¨¦n explorar el reparto sobre bases m¨¢s imaginativas y sofisticadas que las esgrimidas por MB en contra de la idea. Habr¨ªa muchos otros asuntos de los que discutir desprejuiciadamente y con la libertad de pensamiento reci¨¦n adquirida. Desde la arena que algunos quisieran echar al ngranaje de la libertad de movimientos de capital hasta el consiguiente y presunto ecuestro de la soberan¨ªa pol¨ªtica por parte de los mercados. Pero hoy quiz¨¢ baste con agradecer a MB el respiro que nos proporciona a aquellos que en el "pensamiento ¨²nico" no vemos sino un incentivo dif¨ªcilmente resistible a ser "pol¨ªticamente incorrectos".Juan Urrutia es catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III.
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