Las andanzas de Don Quijote
Hoy me siento filos¨®fico y quiero explicar c¨®mo se enfrenta un economista profesional con las propuestas de pol¨ªticos como Julio Anguita sobre la Seguridad Social, o Fern¨¢ndez Miranda sobre el estanco de las farmacias. Siento debilidad por Anguita. Vean su retrato. Es la viva imagen de Don Quijote, ojos visionarios, cuidada barba, noble porte, siempre a punto el discurso elocuente y encendido. Le imagino dirigi¨¦ndose a unos cabreros con los que acaba de compartir frugal comida de bellotas y exclamando: "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados... porque entonces los que en ella viv¨ªan ignoraban estas dos palabras de tuyo y m¨ªo. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes... Tambi¨¦n me dicen mis amigas que Enrique Fern¨¢ndez Miranda es buenmoc¨ªsimo y que las seduce con su mirada clara y so?adora. Anguita sostiene que el presente sistema de la Seguridad Social es sostenible, si se corrige el despilfarro y alguien propone "ideas imaginativas" para administrar el gasto restante. Fern¨¢ndez Miranda, en aras de un suministro seguro y econ¨®mico de medicamentos, rechaza la libre apertura de farmacias, la libre venta de productos, la libertad de horarios y la posibilidad de ofrecer descuentos. Un economista profesional no entra a discutir los fines ¨²ltimos de estos benem¨¦ritos servidores de la ciudadan¨ªa, a menudo porque coinciden con los suyos propios. ?Qu¨¦ persona de bien se niega a que los enfermos y los ancianos est¨¦n debidamente atendidos, o a que los medicamentos sean de fiar y est¨¦n a la c¨®moda disposici¨®n del p¨²blico? El economista profesional no busca contraponer sus ideales a los de la tropa so?adora, tanto como hacer que bajen a nuestra rugosa tierra desde sus az¨²reas utop¨ªas.Precisar¨¦ m¨¢s. El economista profesional no pretende confrontar imperativos ¨¦ticos con proposiciones de hecho, lo que la l¨®gica proh¨ªbe. Sencillamente se?ala las regularidades sociales que muestran que los ideales propuestos por ciertos pol¨ªticos son contradictorios o contraproducentes. Nuestro m¨¦todo con*siste en denunciar las contradicciones internas de las propuestas program¨¢ticas, sobre la base del m¨¦todo de ensayo y error en los casos faltos de precedentes o empleando nuestro ya antiguo y acendrado conocimiento del funcionamiento de las sociedades humanas, cuando las propuestas son a?ejas.No acert¨® del todo mi maestro Robbins en su Alcance y m¨¦todo de la econom¨ªa pol¨ªtica (1932) al decir que los economistas debemos ocuparnos s¨®lo de poner en pr¨¢ctica los medios necesarios para alcanzar los objetivos ¨¦ticos que marcan los pol¨ªticos. Los economistas tambi¨¦n tenemos nuestro corazoncito y por ello podemos intentar convencer a las personas ilusionadas por alg¨²n ideal que no compartimos, como el de que fuera de oro la edad en que no hab¨ªa ni tuyo ni m¨ªo, haciendo ver, por ejemplo, que ese ideal de compartirlo todo es de hecho incompatible con la libertad de elecci¨®n individual. Si Don Quijote sigue prefiriendo la sevidumbre en com¨²n a la individualidad creadora, nada podemos a?adir... Pero quiz¨¢ hayamos sembrado la duda.
Como economista le dir¨¦ a Anguita que el presente sistema espa?ol de la Seguridad Social es insostenible, a menos que pronto se eleven las cotizaciones sociales al nivel alem¨¢n de un recargo del 82% sobre los salarios, y quiz¨¢ ni as¨ª, vista la evoluci¨®n de la demograf¨ªa y del crecimiento econ¨®mico de Espa?a. ?l dir¨¢ lo que hacemos "imaginativamente" hablando. A Fern¨¢ndez Miranda le dir¨¦ que, cuando un farmac¨¦utico paga 200 millones de pesetas por una farmacia bien situada y luego emplea de mancebos a unos licenciados sin empleo es que tiene garantizada por la ley una renta de monopolio. Solemos a?adir que tales rentas se obtienen a costa de los consumidores. Si cierra los o¨ªdos a m¨ª pl¨¢tica, puede seguir atendiendo a cuentos de caballer¨ªas como los relatados por el profesor Tamames...
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