A las urnas, ciudadanos
TODAS LAS encuestas pronostican que en las elecciones de hoy se producir¨¢ un cambio de mayor¨ªa en el Parlamento. pero a partir de ah¨ª casi nadie se atreve a anticipar si el part do popular conseguir¨¢ o no la mayor¨ªa absoluta, incluso esa mayor¨ªa suficiente que reclama aznar para gobernar en solitario. con ser muy importante, eso es cuanto hoy puede pasar: que cambie el signo pol¨ªtico del gobierno en los pr¨®ximos cuatro a?os. Cualquier otra interpretaci¨®n es abusiva: tanto la de que nos encontramos ante una nueva transici¨®n, como si estuviera en juego la naturaleza misma del r¨¦gimen pol¨ªtico, como la de que una victoria conservadora implica el riesgo de involuci¨®n, de un regreso al pasado autoritario y antidemocr¨¢tico.
Todas las opciones que hoy compiten son democr¨¢ticas, con la ¨²nica salvedad de los c¨®mplices del terrorismo, y el resultado, cualquiera que sea, dar¨¢ paso a un Gobierno leg¨ªtimo. El ¨²nico riesgo aut¨¦ntico para la democracia proviene hoy de ETA y de quienes le ceden la palabra para defender una estrategia que consiste en imponer el proyecto pol¨ªtico propio mediante el recurso a la violencia.
Una vez m¨¢s, los terroristas han pretendido condicionar la campa?a electoral con nuevos cr¨ªmenes destinados a demostrar que nadie est¨¢. a salvo de su amenaza. Sin embargo, la respuesta unitaria de los ciudadanos no s¨®lo ha demostrado la fortaleza de los resortes morales de la sociedad: ha ridicuilizado al mismo tiempo los intentos de instrumentalizar de forma sectaria el terrorismo e incluso la gran movilizaci¨®n ciudadana que se produjo en Madrid sin distinci¨®n de banderas de partido. Ojal¨¢ que uno (le los rasgos de la pr¨®xima legislatura sea la supeditaci¨®n de cualquier inter¨¦s partidista al principio de unidad de las fuerzas democr¨¢ticas en la lucha contra ETA y sus c¨®mplices: algo tan proclamado en los discursos como incumplido en la pr¨¢ctica. S¨®lo en relaci¨®n con los violentos tiene sentido el "no pasar¨¢n": como barrera de todos los dem¨®cratas, de todas las ideolog¨ªas, contra ellos, y no de unos dem¨®cratas contra otros.
Es casi inevitable que las campa?as tiendan a la simplificaci¨®n, pero ello no justifica el manique¨ªsmo con que algunos plantean el alcance de los comicios de hoy. Ning¨²n resultado es imprescindible: confundir las leg¨ªtimas preferencias personales con el destino de la democracia, o de la naci¨®n, es una manipulaci¨®n abusiva y narcisista que no por habitual podemos dejar de denunciar. Afortunadamente, los ciudadanos espa?oles, incluso en campa?a, est¨¢n bastante alejados de esa visi¨®n tremendista del momento pol¨ªtico. Ni votar a Gonz¨¢lez es convalidar las andanzas de Rold¨¢n ni hacerlo por Aznar equivale a votar con Blas Pi?ar. Y votar por Izquierda Unida es tan leg¨ªtimo como hacerlo por los nacionalistas o por cualquier otra opci¨®n que defienda sus ideas pac¨ªficamente y con respeto de las reglas del juego dem0cr¨¢tico. El elector sabe, en cualquier caso, que lo que de verdad est¨¢ hoy en juego es si gobierna Aznar o Gonz¨¢lez. Dicho esto, uno (le los sistemas para medir la salud de una sociedad democr¨¢tica suele ser el nivel de concurrencia a las urnas. Revela la confianza de los ciudadanos en el voto para determinar su destino colectivo. Se trata, probablemente, del ¨²nico d¨ªa en que se aplica a plenitud un principio tan revolucionario como el de la igualdad.
La posibilidad de alternancia forma parte, por lo dem¨¢s, de la esencia de la democracia. Pero la posibilidad no supone obligaci¨®n: son los ciudadanos quienes deciden. Es cierto que los socialistas ]llevan 13 a?os en el Gobierno, pero m¨¢s tiempo llevan los conservadores en el Reino Unido y los democristianos en Alemania, por ejemplo. Felipe Gonz¨¢lez ha intentado contrarrestar la p¨¦rdida de credibilidad de su. proyecto durante estos ¨²ltimos tres a?os de borrascosa legislatura invocando el resultado de sus tres mandatos anteriores: la universalizaci¨®n de la sanidad, la generalizaci¨®n de las pensiones, el aumento del n¨²mero de estudiantes universitarios, etc¨¦tera. Es un arma de doble filo, porque, al plantear el debate en esos t¨¦rminos, estaba haciendo impl¨ªcitamente un an¨¢lisis de final de etapa.
Ese argumento de la labor realizada, o el complementario de la mayor experiencia del equipo de Gonz¨¢lez, es muy relativo cuando soplan aires de cambio. Porque si en la victoria socialista de 1982, que abr¨ªa las puertas del Gobierno a la primera generaci¨®n que no hab¨ªa conocido la guerra civil, hubo un factor generacional, tambi¨¦n lo hay seguramente ahora. M¨¢s de la cuarta, parte de la poblaci¨®n espa?ola actual no hab¨ªa nacido cuando muri¨® Franco. Otros tantos ciudadanos que hoy acuden a las urnas no guardan del franquismo m¨¢s que vagos recuerdos infantiles. El resultado es que cerca de la mitad de los 32,5 millones de electores convocados hoy, a las urnas ha podido votar desde: que ten¨ªa '18 a?os, lo mismo que en los pa¨ªses de democracias seculares. Cierto es que muchos de ellos s¨®lo han conocido como presidente a Felipe Gonz¨¢lez, porque ¨¦se, fue el veredicto de los electores. Justamente desde esa normalidad democr¨¢tica que las generaciones m¨¢s j¨®venes han conocido siempre es desde la que invitarnos a todos los ciudadanos a acudir hoy a las urnas. Sin tremendismos, con sentido de la responsabilidad. Nos jugamos nada m¨¢s, y nada menos, que el Gobierno de los pr¨®ximos cuatro a?os.
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