Setenta a?os entre huevos
El octogenario pollero Atilano Palacios recuerda el origen del mercado de Guzm¨¢n el Bueno
La de huevos que habr¨¢n pasado por las manos de Atilano Palacios Carabias, un comerciante de 83 a?os que lleva exactamente 72 vendiendo en distintos mercados de la capital el producto alimenticio que mejor combina con las patatas fritas. Del centenar de vendedores que inauguraron hace 45 a?os, en 1951, el mercado de Guzm¨¢n el Bueno, ubicado en el barrio de Arg¨¹elles, Atilano es el ¨²nico que sigue al pie del ca?¨®n, despachando ¨¦l mismo en uno de los seis puestos de su propiedad. Entre el vecindario se le considera toda una instituci¨®n.El viejo carn¨¦ que le acreditaba como minorista de huevos, aves y caza hace medio siglo le ayuda a recuperar la memoria de aquel a?o en que se inaugur¨® el mercado, cuando todav¨ªa pesaba el hambre de la posguerra y se exig¨ªa la cartilla de racionamiento. Los peri¨®dicos del d¨ªa de la apertura, el 1 de junio, publicaban una lista de precios m¨¢ximos de las frutas y verduras: tomates a 0,90 pesetas el kilo, repollo y zanahorias a 0,40, calabac¨ªn, cerezas y jud¨ªas a 0,50, y espinacas a 0,60 pesetas.
En esta zona hab¨ªa ya dos mercados, el de Vallehermoso y el de Altamirano. Se mont¨® un cierto l¨ªo porque vinimos a estorbarles a ellos y no les gust¨®. Por eso entramos en unas condiciones un poco raras. Durante un a?o no pudimos vender carne porque el matadero no nos la serv¨ªa. Est¨¢bamos desabastecidos", comenta el veterano pollero.
Sin embargo, el octogenario comerciante echa de menos aquella ¨¦poca en la que ni siquiera se utilizaba balanza y las mujeres acostumbraban a regatear los precios. "Al principio no pes¨¢bamos los pollos y los vend¨ªamos a ojo de buen cubero. Hab¨ªa m¨¢s regateo. Tampoco pag¨¢bamos impuestos. S¨®lo una contribuci¨®n anual de 200 pesetas y otras 680 mensuales para el alquiler. Eso era todo. No exist¨ªa el impuesto de la renta, ni IVA, ni ning¨²n otro gasto. A m¨ª esto me parec¨ªa mejor. Ahora pago 22.000 pesetas de alquiler y con eso de los m¨®dulos y la estimaci¨®n objetiva cada tres meses no te dejan ni una perra".
A pesar de las quejas, a este defensor a ultranza de lo que ¨¦l entiende por libre mercado no parece haberle ido mal, ni antes ni ahora. Cinco personas trabajan para Atilano, adem¨¢s de sus tres hijos, y lo que en principio fue una peque?a huever¨ªa-poller¨ªa se ha ampliado a carnicer¨ªa, fiambres y exposici¨®n de jamones, sin contar con los puestos que mantiene en otros mercados y, por otro lado, es propietario tambi¨¦n de un negocio de camiones. Fue su t¨ªa Luc¨ªa quien le inici¨® a principios de siglo en esto de la venta de huevos. Ella se cas¨® con un pollero que ten¨ªa tienda en la calle del Marqu¨¦s de Urquijo.
Los padres de Atilano, que viv¨ªan en un pueblo e ?vila, lo mandaron para Madrid en 1923, cuando s¨®lo ten¨ªa 11 a?os. Al menos ayudando a sus t¨ªos tendr¨ªa la oportunidad de comer algo m¨¢s que la escasa raci¨®n que le pod¨ªan dar sus progenitores.
Durante la guerra civil una bomba destruy¨® por completo la tienda. El joven se puso a trabajar como dependiente en el mercado de San Ildefonso, en la Corredera Alta. "All¨ª iban a comprar las cocineras que serv¨ªan en el barrio de Salamanca, que era muy se?orial. Vend¨ªamos much¨ªsimo. Se acercaban desde la calle de G¨¦nova y de toda esa zona, y tambi¨¦n de Gran V¨ªa. En cambio, aqu¨ª en Arg¨¹elles, a pesar de la fama que tiene, siempre ha sido una cosa m¨¢s sencilla. Lo que me gusta es que es un barrio que no se hace viejo nunca porque hay muchos estudiantes".
Despach¨® tambi¨¦n en el mercado de San Fernando en la calle de Embajadores, y dice que antes hab¨ªa que trabajar muchas horas, pero que a ¨¦l le iba esa marcha. Lo suyo es una aut¨¦ntica vocaci¨®n: en 70 a?os nunca se ha tomado vacaciones, y por el momento tampoco piensa jubilarse. "Despu¨¦s de cerrar ten¨ªamos que preparar el g¨¦nero. Abajo exist¨ªa un almac¨¦n donde met¨ªamos los pollos vivos y hab¨ªa que matarlos y desplumarlos. Yo ten¨ªa 10 hombres trabajando para m¨ª. Era un sacrificio muy grande. Ahora trabajamos poco, pero se gana menos. Los j¨®venes tampoco quieren los puestos y muchos de ellos est¨¢n cerrados".
A mediados de los sesenta llegaron a Madrid las primeras m¨¢quinas de asar pollos. Se instalaron en la primera feria que se celebr¨® en la Casa de Campo y all¨ª estaba Atilano haciendo negocio: "Hab¨ªa otra m¨¢quina de asar en la calle de Libreros, n¨²mero 6. Era de los mismos due?os. Nos hinchamos a vender pollos. Se consum¨ªa mucho porque era barato. Es una carne que ha subido muy poco. Ahora est¨¢ al mismo precio que en 1970, a 260 pesetas el kilo; para que luego la gente se queje de la subida de precios. En la actualidad tambi¨¦n se consumen mucho. Los colegios me compran grandes cantidades. Como es barato les ponen mucho pollo a los ni?os".
Disfruta visitando a su m¨¢s temida competencia: las grandes superficies. "Me gusta fijarme en lo que compran las amas de casa. Yo me digo que todas deben tener colitis porque sacan los carros llenos de papel higi¨¦nico. S¨®lo llevan botes y galletas. Antes se ven¨ªa a hacer la compra diariamente, se cocinaba m¨¢s en casa y se alimentaba a la familia de otra forma. El estilo moderno de vida nos ha restado mucha venta a los mercados. Est¨¢n vac¨ªos", se lamenta.
Pero sobre todo le entretiene el ambiente de los mercados, la mezcolanza de olores y el bullicio de las conversaciones de las amas de casa. "A las mujeres les gusta hablar de la vida y a m¨ª me agrada darles conversaci¨®n. Yo creo que antes eran m¨¢s felices atendiendo a los hijos y los quehaceres de la casa. Muchas de ellas no ganan lo que gastan: que si el paquete de tabaco, el desayuno en el bar... ?Qu¨¦ todo eso es muy caro!, y luego encima los chicos pues a comer al colegio. Lo de antes era m¨¢s normal", opina.
En cambio, alaba lo cumplidoras que son a la hora de pagar, aunque si hay alguna morosa, con Atilano lo llevan claro: "Durante un a?o, una se?ora, que dicen que su hija est¨¢ con un ministro, me estuvo debiendo mil y pico de pesetas. Al final la tuve que pillar en la calle de Fernando de los R¨ªos y record¨¢rselo. Me las pag¨®, y hasta me dio una propina. Siempre hay alguna que se escapa, pero no hay que tenerlo mucho en cuenta", concluye.
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