El Barcelona deja huella en Munich
?scar abri¨® un marcador que se volvi¨® injustamente adverso, pero igual¨® Hagi
El fr¨ªo de M¨²nich alumbr¨® el Bar?a m¨¢s caliente del a?o, aunque no lig¨® un resultado fluorescente en un escenario de mucho renombre. Partidos como el de anoche, al fin y al cabo, hay que ganarlos para pasar a la posteridad. Pero el f¨²tbol exhibido por el grupo de Cruyff fue, sin embargo, de una gran luminosidad, y su juego dej¨® huella: la sensaci¨®n de que ¨¦se plantel tiene futuro. Volvi¨® aquel equipo al que gusta mirarle de principio a fin, el mismo que anestesia al contrario y tambi¨¦n el que se deja subyugar por el pelotazo.Le falta a¨²n un punto para madurar. Le sobra, sin embargo, ambici¨®n y capacidad de respuesta cuando se duda de su calibre. Crecido en la adversidad, ya nadie pone fecha de caducidad a su longevidad, ni europea, ni espa?ola.
Defensor siempre del f¨²tbol rom¨¢ntico por encima del juego cient¨ªfico, el grupo de Cruyff convirti¨® largo tiempo al Bayern en un mu?eco de pim pam pum. La humanidad del Barca, pese a que por ello mismo cometi¨® algunos errores, fue siempre m¨¢s impactante que el fr¨ªo comportamiento de la maquinaria alemana.
Cruyff fue fiel a su palabra y solt¨®, uno tras otro, a los peloteros. Redujo el campo a la mitad adelantando la l¨ªnea de tres zagueros, y dej¨® al Bayern sin pies ni cabeza en el primer acto. El toque del grupo barcelonista dobl¨® el espinazo alem¨¢n en cada parcela del campo. El colectivo b¨¢varo resulta inanimado cuando no tiene por d¨®nde correr. Metido en la cueva del libre, Guardiola orient¨® al equipo de cara al marco rival y Hagi carg¨® con el juego de ataque por la banda derecha. Bastaron dos fintas, un amago y un pase corrido de Hagi para que la grada temiera que hab¨ªa m¨¢s f¨²tbol en las botas del 10 del Bar?a que en toda la medular germana.
El poder de intimidaci¨®n de Hagi inclin¨® el partido hasta el descanso. El Bayern se asust¨® y el Barcelona cobr¨® confianza. El agrupamiento entre l¨ªneas, la concentraci¨®n del colectivo y la solidaridad de futbolistas generalmente autistas como Hagi le dieron al Bar?a un empaque de gran equipo. El control, el tic-tac y la pared ridiculizaron el pelotazo alem¨¢n. Los medios con llegada tuvieron una noche feliz. El gol fue un retrato del juego que hab¨ªa en la cancha: tuya-m¨ªa-tuya-entro y adentro ante la desubicaci¨®n de un grupo local incapaz de presionar sobre la salida del bal¨®n. Ni un cuarto de hora necesit¨® el Barcelona para cubrir el objetivo que predic¨® Cruyff: quien quiera ser conocido en Europa necesita marcar en campo contrario.
El descanso rehabilit¨® a un Bayern que deambulaba por el campo. La entrada de Sforza y Witeczeck dieron m¨¢s recorrido y llegada al equipo. El gol del empate ratific¨® que el grupo de Rehhagel estaba en el campo. No es que el colectivo de Cruyff perdiera el sitio. Figo, Bakero y Jordi se encararon con Khan y tuvieron el marcador a su alcance. Perdonaron y dieron vida al colectivo de Rehhagel. Otra disfunci¨®n en el flanco derecho le llev¨® a culminar un remonte insospechado. Dos errores muy concretos condenaron su aseada tarea sobre el estadio ol¨ªmpico.
Le falt¨® pegada al Barcelona para justificar su juego de mucho ornamento. Le bast¨® al Bayern, en cambio, un par de sacudidas para justificar su partido. Una circunstancia que a veces acostumbra explicar la diferencia entre un equipo hecho y otro en gestaci¨®n. De todas formas, el toque, el control y el movimiento sirvieron al Bar?a para negociar un resultado ¨®ptimo para la vuelta, pese a la grandeza del Bayern en campo ajeno, donde cuenta sus partidos por victorias. El saldo del choque fue mezquino ante el gasto del equipo barcelonista y la taca?er¨ªa alemana. ?nicamente dos estupideces emborronaron una buena noche futbol¨ªstica de los nuevos alumnos de Johan Cruyff.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.