La visi¨®n de Espa?a del Partido Popular
La derecha s¨®lo empez¨® a matizar su concepci¨®n centralista cuando pas¨® a gobernar comunidades aut¨®nomas, Durante los 20 a?os de democracia, el Partido Popular (antes AP) ha marchado a remolque en la construcci¨®n del nuevo Estado surgido de la Constituci¨®n.
Fue Manuel Fraga por detr¨¢s de los acontecimientos al propugnar una tibia regionalizaci¨®n en el debate constitucional, cuando Adolfo Su¨¢rez hab¨ªa tra¨ªdo ya del exilio. a Josep Tarradellas y restaurado la Generalitat. No obstante, persever¨® en el desfase: debido a su herencia hipercentralista, Alianza Popular mantuvo durante a?os la reforma del t¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n en su programa electoral.
La ingente descentralizaci¨®n posterior (estatutos de autonom¨ªa y transferencias) se ejecut¨® por Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez sin contar con AP, que hasta 1982 represent¨® esencialmente a la derecha dura, para la que todo ese juego pon¨ªa en peligro la unidad de Espa?a. En ese tiempo, los populares se limitaron a adaptarse a rega?adientes a la nueva realidad.
El PP s¨®lo empez¨® a matizar su concepci¨®n centralista cuando pas¨® a gobernar comunidades aut¨®nomas. Con Fraga a la cabeza de una de ellas, Galicia, lleg¨® una de las propuestas auton¨®micas m¨¢s curiosas: la Administraci¨®n ¨²nica, una proposici¨®n que su propio partido tard¨® meses en comprender y todav¨ªa m¨¢s tiempo en asimilar.
En realidad, el primer protagonismo serio del PP, muy reciente, ha estado orientado a embridar el proceso auton¨®mico por dos v¨ªas: la firma de los pactos auton¨®micos con el PSOE en 1992, por los que se homogeneizaban las competencias de las comunidades no hist¨®ricas, y un cierto control desde el aparato central de la pol¨ªtica de los Gobiernos aut¨®nomos regidos por los populares. Esta l¨ªnea se profundiz¨® despu¨¦s, promoviendo a las presidencias auton¨®micas a pol¨ªticos que, salvo excepciones, no cuentan con peso propio en la organizaci¨®n.
Por otro lado, la apertura de algunos de sus diligentes hacia posiciones m¨¢s audaces se ha visto casi siempre contrapesada con la reacci¨®n de los sectores m¨¢s duros. As¨ª, por ejemplo, el debate en el Senado, en el que por primera vez se emplearon el catal¨¢n y el gallego, despert¨® reflexiones novedosas en algunos presidentes auton¨®micos del PP, como los de Madrid y Castilla y Le¨®n, pero les result¨® insoportable a otros elementos del bloque social del centro-derecha.
Los ataques a Pujol durante estos tres ¨²ltimos a?os han unido, pues, la idea de romper la alianza de gobierno PSOE-CiU con el afloramiento de viejos instintos gen¨¦ticos.
Los resultados del 3 de marzo deb¨ªan rematar esta idea. Aznar indic¨® que pretend¨ªa cerrar el proceso auton¨®mico. Y la tensi¨®n con Jordi Pujol y Xabier Arzalluz ten¨ªa que ver con la inutilidad de abrir cauces de di¨¢logo con los nacionalistas, dado que se pensaba obligarlos a pactar con un PP con mayor¨ªa absoluta en el Parlamento y boyante en Euskadi y Catalu?a.
Cuando se abrieron las urnas, todo ese escenario se vino abajo. Los halagos excesivos e innecesarios a los nacionalistas muestran la amplitud del bandazo descrito por el Partido Popular en estas ¨²ltimas semanas.
La situaci¨®n actual, no obstante, obliga a Aznar a maniobrar con cuidado: por un lado, necesita imperiosamente el apoyo de los nacionalistas para gobernar durante los pr¨®ximos cuatro a?os; pero, por otro, tiene tras de s¨ª un bloque electoral sumamente amplio y contradictorio que va desde las clases medias liberales de las grandes ciudades hasta la ultraderecha. Las estimaciones m¨¢s solventes indican que un mill¨®n de votantes, de los nueve que han dado la victoria a Aznar, pertenecen a esta ¨²ltima categor¨ªa.
Hay en las venas del PP, como en las del PSOE, gotas de sangre jacobina. Pero la historia de la transici¨®n es tambi¨¦n la del esfuerzo de las grandes fuerzas estatales por modificar sus criterios hist¨®ricos para incorporar a los nacionalismos moderados.
Para Aznar ha llegado el momento de expresar con su pol¨ªtica cu¨¢l es el modelo de Estado que defiende, no s¨®lo el que asume, y perfilar claramente los ¨¢mbitos sujetos a negociaci¨®n.
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