La gobernabilidad asim¨¦trica
Las palabras, como se sabe, no son nunca inocentes; dicen lo que dicen, que no coincide siempre con lo que se las quisiera hacer decir y a veces denuncian incluso lo que se quisiera ocultar. En este enmara?ado presente nuestro vale la pena detenerse en esos dos t¨¦rminos, la gobernabilidad y la asimetr¨ªa, con los que se pretende explicar el objeto de una larga negociaci¨®n y caracterizar la estructura necesaria del Estado.No he consultado el diccionario de esa Real Academia cuya denominaci¨®n dificilmente podr¨¢ acomodarse nunca a la nomenclatura constitucional, pero supongo que en la lengua espa?ola oficial del Estado por gobernabilidad se habr¨¢ de en tender la cualidad de ser susceptible de gobierno, de ser gobernable. Parece tambi¨¦n que en buena l¨®gica esa cualidad s¨®lo puede ser predicada del objeto del gobierno, no de su sujeto. Una nave (para volver a la met¨¢fora cl¨¢sica) ser¨¢ gobernable o ingobernable en raz¨®n de sus propias caracter¨ªsticas, no de la mayor o menor dedicaci¨®n, o fuerza, o habilidad, de su timonel; del mismo modo, la gobernabilidad de una sociedad de pender¨¢ de la buena disposici¨®n de sus ciudadanos para obedecer las leyes, de la solidez de sus estructuras y de otros rasgos que la caractericen, no de la habilidad o la fuerza pol¨ªtica de sus gobernantes. Pese a ello, como es notorio, desde el momento que entre nosotros se comienza a hablar de gobernabilidad (no s¨¦ si ya antes de 1993, pero muy especialmente a partir de entonces), quienes se muestran dispuestos a proporcion¨¢rnosla no tienen la ilusoria pretensi¨®n de hacernos a los espa?oles m¨¢s observantes de las leyes, mejor dispuestos a aceptar los sacrificios que de nosotros exija el inter¨¦s com¨²n, o m¨¢s solidarios. Ofrecen (y lo gran) hacernos m¨¢s gobernables sin cambiar nuestra aviesa condici¨®n, por el procedimiento mucho m¨¢s simple de contribuir a dotarnos de Gobierno, sumando sus propias fuerzas a las de otro partido que, sin ellas, carecer¨ªa de las suficientes.
Cabr¨ªa pensar, a la vista de eso, que la palabra que se utiliza no es la adecuada. Que los nacinalistas no nos proporcionan gobernabilidad, sino que contribuyen a gobernarnos y en consecuencia es la gobernaci¨®n del reino y no su gobernabilidad el objeto qaue uscan desde hace un par de meses; que todo eso est¨¢ muy bien y eso es lo que ocurre en otros sistemas parlamentario s, en donde lo com¨²n es que ning¨²n partido logre formar Gobierno sin alg¨²n apoyo de otro u otros. Desgraciadamente no es as¨ª. El t¨¦rmino gobernabilidad expresa bien el objeto posible del acuerdo, pues es gobernabilidad y no gobernaci¨®n lo que los nacionalistas ofrecen o dan y la exactitud del vocablo denuncia justamente lo precario de la situaci¨®n.
El apoyo de los nacionalistas partido m¨¢s votado, antes el socialista y a partir de ahora el popular, se parece sin duda al que en otros pa¨ªses dan los partidos menores a los mayores para formar Gobierno. Hay sin embargo en ¨¦l algunos rasgos poco comunes que singularizan nuestra situaci¨®n. En primer lugar, claro est¨¢, el de que el apoyo viene de partidos que s¨®lo solicitan el voto de los catalanes o de los vascos, con lo que el destino del resto,de los espa?oles queda, al menos parcialmente, en manos de partidos que ni han pedido jam¨¢s su voto ni tienen la menor intenci¨®n de hacerlo. Quienes ahora preconizan la necesidad de estructuras asim¨¦tricas para aproximar nuestro sistema de distribuci¨®n territorial del poder al que con tanto ¨¦xito se practica en Canad¨¢ no deber¨ªan olvidar esta tan peculiar que entre nosotros existe. Junto a ella, complement¨¢ndola y acentu¨¢ndola, est¨¢ la famosa gobernabilidad, producto de la contradicci¨®n existente entre la naturaleza de los partidos nacionalistas y la situaci¨®n en la que los coloca su pr¨¢ctica electoral. La pretensi¨®n de llegar al poder y ejercerlo, que es el objetivo propio de todo partido pol¨ªtico, no desborda, en el caso de los nacionalistas, las fronteras de su propia comunidad; no pretenden gobernar Espa?a, sino s¨®lo Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco, Canarias, etc¨¦tera. Al mismo tiempo concurren sin embargo a las elecciones generales, en las que los espa?oles votamos simplemente como tales para elegir diputados que a todos nos representan, y en raz¨®n de los esca?os que as¨ª obtienen su decisi¨®n resulta determinante (ahora y en el futuro previsible) para gobernar el pa¨ªs. Como de esta situaci¨®n no pueden escapar, pues su voluntad se manifiesta tanto votando como absteni¨¦ndose, y tampoco quieren cambiar su naturaleza, los nacionalistas se ofrecen a dotar nos de gobernabilidad; no a par ticipar en nuestro Gobierno, sino a complementar con sus votos los de la mayor¨ªa de los espa?oles a fin de que podamos tener uno.
Para conseguir que as¨ª sea, los nacionalistas no pueden subordinar su apoyo a condiciones que no tengan relaci¨®n directa con sus propias aspiraciones en cuanto tales. Es de suponer que toman en consideraci¨®n las l¨ªneas generales del programa de gobierno de sus socios en lo que toca a la pol¨ªtica econ¨®mica, social, etc¨¦tera, pero esas pol¨ªticas son s¨®lo, cuando mucho, condici¨®n de posibilidad de la negociaci¨®n, no objeto de ¨¦sta, que se centra s¨®lo en objetivos de inter¨¦s para la correspondiente comunidad aut¨®noma, sea a t¨ªtulo particular (traspasos), sea de manera, por as¨ª decir, general (sistema de financiaci¨®n de las comunidades). El contenido posible de la negociaci¨®n est¨¢ predeterminado por su planteamiento.
Se dir¨¢ que este planteamiento est¨¢ determinado a su vez por la naturaleza propia de los partidos nacionalistas y que para llegar a esta conclusi¨®n no hac¨ªa falta tan largo viaje. As¨ª ser¨ªa si los partidos nacionalistas no pudieran o debieran ser de otra forma. No se trata de que para ser catal¨¢n o vasco no haya que ser necesariamente nacionalista, que es cosa evidente, sino de que quienes leg¨ªtimamente lo son no hagan al serlo abstracci¨®n de la otra condici¨®n nacional que tambi¨¦n tienen y que tambi¨¦n practican con su presencia en las Cortes Generales. Espa?a no es s¨®lo la denominaci¨®n colectiva de un conjunto de comunidades aut¨®nomas, y, si hemos de tomarnos en serio la idea de que somos una naci¨®n de naciones, habr¨¢ de aceptarse que el sustantivo tiene significado por s¨ª mismo y no s¨®lo cuando se utiliza en plural.
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