La guerra en Sud¨¢n desata una violencia descarnada y de perfil ¨¦tnico en la regi¨®n de Jazira
En el ¨²ltimo a?o, este c¨¦ntrico Estado rural ha sufrido algunos de los peores y m¨¢s extendidos niveles de brutalidad de los paramilitares y del ej¨¦rcito desde el comienzo de la contienda
![Guerra en Sud¨¢n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AS6OZNTQO5C5LFEWIJNTB5DFIA.jpg?auth=c9e108317497c91f60e02a079ce9aeccaba5568391359c091ff7655fd867f252&width=414)
![Marc Espa?ol](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F211652c7-a0ff-4c87-8c11-b3d8243c1561.png?auth=3c744db0a357e82351b62f1626140fb8ed210169a94d7c1fe3966250f0056bc1&width=100&height=100&smart=true)
El pasado 11 de enero el ej¨¦rcito de Sud¨¢n consigui¨® quitarse una espina que llevaba clavada desde hac¨ªa poco m¨¢s de un a?o. Sin apenas resistencia por parte de las paramilitares Fuerzas de Apoyo R¨¢pido, con las que lleva casi dos a?os atrapado en una feroz guerra civil, las tropas regulares recapturaron la estrat¨¦gica y simb¨®lica ciudad de Uad Madani, en el centro del pa¨ªs, cuya p¨¦rdida tan solo un a?o antes hab¨ªa desatado una crisis casi existencial entre sus filas.
Uad Madani es la capital del Estado de Jazira y se encontraba bajo control de los paramilitares desde diciembre del 2023, cuando estos la ocuparon tambi¨¦n sin casi oposici¨®n del ej¨¦rcito, que entonces se retir¨® sin dar explicaciones. Hasta aquel momento viv¨ªan 700.000 personas en la ciudad, que en los meses anteriores se hab¨ªa convertido en un refugio para decenas de miles de desplazados y en un centro log¨ªstico clave para las agencias de ayuda humanitaria.
Tras hacerse con Uad Madani, las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido ocuparon con relativa facilidad casi todo el resto de Jazira, un Estado eminentemente rural. Millones de personas huyeron, engrosando la mayor crisis de desplazados del mundo en la que se ha convertido Sud¨¢n. Pero muchas otras no pudieron o no quisieron hacerlo, lo que las dej¨® expuestas a un r¨¦gimen de terror que se ha recrudecido en los ¨²ltimos meses y del que ahora van aflorando m¨¢s detalles.
La llegada del ej¨¦rcito y de grupos armados aliados en zonas de Jazira previamente ocupadas por las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido, sin embargo, tambi¨¦n ha ido acompa?ada de atrocidades de marcado perfil ¨¦tnico. En este caso, contra comunidades tradicionalmente marginalizadas de la regi¨®n, sobre todo procedentes de zonas perif¨¦ricas del pa¨ªs y de Sud¨¢n del Sur, a las que uniformados acusan ahora en grupo de haber apoyado a los paramilitares.
¡°Todas las acciones que tuvieron lugar indican que lo que le ha ocurrido a la poblaci¨®n del Estado de Jazira equivale a un genocidio¡±, considera Al Mubar Mahmoud, secretario general de la Conferencia Jazira, una organizaci¨®n civil que ha documentado violaciones de derechos humanos en la regi¨®n. ¡°Un genocidio olvidado¡±, lamenta, ¡°frente al que han hecho la vista gorda tanto el mundo como la ¨¦lite pol¨ªtica y las fuerzas civiles [sudanesas]¡±.
La violencia contra civiles en Sud¨¢n ha sido muy elevada desde el inicio de la guerra. Pero las atrocidades en zonas como la capital, Jartum, y la regi¨®n de Darfur han tendido a acaparar m¨¢s atenci¨®n internacional, mientras que Jazira ha quedado en gran medida fuera del foco.
Terror paramilitar
El Estado de Jazira est¨¢ formado por ocho provincias y las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido llegaron a ocupar del todo seis y parte de una s¨¦ptima. Sin embargo, dado que no estaban interesados en su administraci¨®n, el control del territorio y el sometimiento de la gente se ha basado sobre todo en expulsar a buena parte de sus habitantes y en inyectar miedo entre los que se quedaron. Mahmoud afirma que han contabilizado unos 7.000 muertos y que hay 10.000 desaparecidos.
En la mayor¨ªa de las localidades por las que pasaron, los paramilitares saquearon negocios, viviendas, veh¨ªculos, ganado, cosechas y medios de producci¨®n agr¨ªcola. Tambi¨¦n ejecutaron a miles de civiles, perpetraron todo tipo de actos de violencia sexual contra mujeres y ni?as ¡ªdesde violaciones en grupo a matrimonios forzados¡ª y fueron muy frecuentes los secuestros, asesinatos selectivos, torturas y desapariciones, incluido en centros de detenci¨®n extraoficial, seg¨²n han denunciado grupos de derechos humanos, el ej¨¦rcito y el Gobierno sudan¨¦s.
Una de las peores masacres en la regi¨®n de las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido tuvo lugar el pasado junio en el pueblo de Uad al Nora, al oeste de Jazira, donde lanzaron dos rondas de ataques hasta invadirlo. Mataron a 222 personas, se?ala Mahmoud. Un v¨ªdeo que mostraba unos 50 cuerpos envueltos en telas blancas y colocados ante decenas de vecinos del pueblo que se hab¨ªan congregado a su alrededor en silencio se convirti¨® en la estampa de aquella matanza.
Mahmoud apunta que bajo la ocupaci¨®n de los paramilitares las principales ciudades de Jazira ¡°se tornaron en entornos inhabitables¡±. La mayor¨ªa de los hospitales fueron destruidos, no hab¨ªa electricidad, la gente ten¨ªa que usar combustible para bombear agua, y muchos tuvieron que recurrir a talar ¨¢rboles por la escasez de carb¨®n. Los saqueos masivos provocaron que los desplazamientos tuvieran que realizarse a pie o con animales y endurecieron mucho el trabajo en el campo. Tambi¨¦n se impusieron en ocasiones una suerte de impuestos mensuales.
Sulaima Ishaq, directora de la Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer del ministerio de Asuntos Sociales sudan¨¦s, afirma que han documentado 66 violaciones en Jazira, la mayor¨ªa en grupo, aunque nota que la cifra real es muy superior pero muy dif¨ªcil de registrar por el tab¨² que supone
La situaci¨®n en el norte y el este de Jazira se agrav¨® todav¨ªa m¨¢s a partir de finales de octubre, despu¨¦s de que el ej¨¦rcito lanzara una ofensiva en el Estado y el l¨ªder de las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido en la regi¨®n, Abu Aqla Keikal, desertara y se uniera a las filas castrenses junto a los combatientes de sus Fuerzas de Escudo de Sud¨¢n a cambio de una amnist¨ªa. La decisi¨®n de Keikal aceler¨® la fractura de los paramilitares en varias facciones con una gran autonom¨ªa.
Lo que sigui¨® fue una brutal campa?a de represalias de marcado car¨¢cter tribal por parte los paramilitares sobre todo en el este de Jazira, de donde proviene Keikal. Adem¨¢s de los abusos anteriores, las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido perpetraron nuevas masacres, incendiaron mercados, casas, cosechas e instalaciones p¨²blicas, asediaron localidades, llegaron a envenenar un env¨ªo de alimentos a una de ellas, inundaron pueblos y expulsaron a decenas de miles de personas, seg¨²n han documentado grupos civiles del Estado de Jazira.
Los paramilitares tambi¨¦n han seguido utilizando la violencia sexual como arma de guerra en todo momento. Sulaima Ishaq, directora de la Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer del ministerio de Asuntos Sociales sudan¨¦s, afirma que han documentado 66 violaciones en Jazira, la mayor¨ªa en grupo, aunque nota que la cifra real es muy superior pero muy dif¨ªcil de registrar por el tab¨² que supone. Tambi¨¦n han trascendido suicidios para evitar violaciones.
¡°Van donde pueden encontrar mujeres escondidas y las acusan [de lo que sea] y luego hacen esto; siempre ocurre en grupos¡±, explica Ishaq a EL PA?S. ¡°[Muchas] no han hablado de ello ni han conseguido atenci¨®n m¨¦dica a tiempo, hasta que ha sido demasiado doloroso¡±, agrega.
La ciudad de Hilaliya, en el norte de Jazira y con una poblaci¨®n de unos 30.000 habitantes, ha sido testigo de la peor matanza ocurrida en el Estado a manos de los paramilitares hasta la fecha. En plena campa?a de represalias por la deserci¨®n de Keikal, las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido asediaron la ciudad el 25 de octubre y el n¨²mero de muertos en los d¨ªas posteriores aument¨® a alrededor de 500, algunos de ellos envenenados, seg¨²n la Conferencia Jazira. ¡°Desde que entraron las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido cada d¨ªa es un crimen¡±, desliza Mahmoud. Las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido no contestaron a las preguntas de EL PA?S para este art¨ªculo.
Brutalidad militar
Cuando el ej¨¦rcito recuper¨® Uad Madani, la capital de Jazira, las primeras im¨¢genes que circularon fueron de celebraciones dentro y fuera del pa¨ªs. Pero los v¨ªtores iniciales dieron paso r¨¢pidamente a testimonios de nuevos ataques por perfil ¨¦tnico contra personas tanto de la periferia de Sud¨¢n, sobre todo de Darfur, como de Sud¨¢n del Sur que se encontraban en las zonas recapturadas y que fueron acusados en grupo de haber apoyado a los paramilitares.
En este caso, quien se hallaban detr¨¢s de la violencia fueron en su mayor¨ªa soldados regulares, miembros de los servicios de inteligencia general y combatientes de dos milicias aliadas del ej¨¦rcito, la islamista Al Bara ibn Malik y la de Keikal, el militar que desert¨®, seg¨²n se?alan activistas y sugieren los uniformes y parches que visten en v¨ªdeos de abusos. Entre su retah¨ªla de violaciones se cuentan saqueos, detenciones, torturas, ejecuciones sumarias y la quema de personas y casas, por lo que algunos lo consideran tambi¨¦n una campa?a de limpieza ¨¦tnica.
Odio hacia la comunidad kanabi
Una de las principales v¨ªctimas de esta segunda oleada de violencia han sido las comunidades de asentamientos informales formados hace d¨¦cadas por trabajadores agr¨ªcolas y sus familias que llegaron a Jazira desde regiones de la periferia de Sud¨¢n y de pa¨ªses de ?frica occidental para buscar empleo en grandes proyectos agr¨ªcolas del Estado. Estas comunidades, llamadas kanabi, han sido hist¨®ricamente marginalizadas y explotadas como mano de obra barata.
La campa?a de desinformaci¨®n y los discursos de odio hacia la comunidad kanabi empezaron a propagarse con fuerza entre sectores afines al ej¨¦rcito sudan¨¦s al menos desde octubre, seg¨²n han documentado los investigadores de Sudan Witness, que identificaron ya entonces im¨¢genes y v¨ªdeos falsos y mal atribuidos para sugerir que colaboraban con los paramilitares.
Jafar Mohamedeen, presidente del Congreso Kanabi, un grupo de defensa de sus derechos, comparti¨® con EL PA?S una lista de 47 personas que asegura que han sido asesinadas en ataques contra asentamientos kanabi, aunque afirma que la cifra real es muy superior. Por su parte, Sudan Witness ha identificado al menos tres asentamientos kanabi afectados por incendios, probablemente provocados, entre el 11 y el 14 de enero al sur y al este de Uad Madani, aunque no ha podido determinar la autor¨ªa.
Uno de los peores ataques atribuidos a las fuerzas de Keikal tuvo lugar el 9 de enero en una localidad llamada Kombo 5, en el este de Jazira, donde 24 personas fueron asesinadas, 13 mujeres secuestradas y dos ni?os quemados vivos dentro de su casa, seg¨²n Mohamedeen. En otro asentamiento, Dar al Salam, se ha impedido a los locales enterrar a m¨¢s de 10 cad¨¢veres, lo que ha obligado a dejarlos a la intemperie expuestos a la descomposici¨®n y a los perros.
Decenas de v¨ªdeos e im¨¢genes compartidas con este medio, que no han podido ser verificados independientemente pero que coinciden con el tipo de ataques denunciados, incluyen casos de vejaciones, golpes, degollamientos, ejecuciones en grupo, incendios de casas y cad¨¢veres tirados en canales de irrigaci¨®n con signos de quemaduras. Otro v¨ªdeo difundido a mediados de enero muestra a un joven agredido por soldados que es arrojado vivo a un r¨ªo y tiroteado.
La otra comunidad que ha sufrido m¨¢s esta violencia ha sido la sudsudanesa. Una de las peores matanzas, de al menos decenas de personas, ocurri¨® cerca de Uad Madani al poco de que el ej¨¦rcito tomara la ciudad, seg¨²n explica Akoc Manhiem, un miembro de la comunidad, desde Sud¨¢n del Sur. ¡°Los asesinatos han sido constantes desde el inicio de la guerra porque ambas partes acusan a los sudsudaneses de participar [con el otro bando]¡±, lamenta Manhiem.
El ej¨¦rcito conden¨® a mediados de enero en un comunicado lo ocurrido en Jazira, pero lo redujo a ¡°violaciones individuales¡±. Su comandante, Abdelfat¨¢ al Burhan, form¨® a su turno un comit¨¦ para investigar parte de los hechos. EL PA?S pregunt¨® al portavoz castrense, Nabil Abdallah, si la investigaci¨®n segu¨ªa abierta dos semanas despu¨¦s, pero no obtuvo respuesta. En el pasado, investigaciones similares no condujeron a procesamientos espec¨ªficos.
Youssef Abusin, un l¨ªder de las fuerzas de Keikal, el militar que desert¨® al ej¨¦rcito, mantiene que las acusaciones de cr¨ªmenes contra la gente de los kanabi son ¡°pol¨ªticas¡±, que no atacaron a civiles y que usaron ¡°la fuerza adecuada¡±. En declaraciones a este medio, Abusin acusa a algunos miembros de la comunidad de haber sido reclutados por los paramilitares ¡ªcon los que ellos combatieron hasta octubre¡ª y de haber cometido saqueos y desplazado a civiles.
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