Verde, republicana y madrile?a
El 1 de mayo de hace 65 a?os, la Casa de Campo pas¨® a manos del pueblo de Madrid
El 1 de mayo de 1931 muchos madrile?os declinaron ir al paseo de Recoletos para asistir al desfile del D¨ªa del Trabajo, pese a estar la ciudad inmersa en plena euforia republicana. En muchos casos no es que faltara conciencia pol¨ªtica, sino que se prefer¨ªa pasar el d¨ªa en la nueva propiedad, adquirida gracias a un decreto del Gobierno provisional: la Casa de Campo.Siete d¨ªas despu¨¦s de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica, el Gobierno quit¨® el sello real a esta inmensa extensi¨®n verde y se la cedi¨® al Ayuntamiento. Surg¨ªa as¨ª el segundo gran parque hist¨®rico de la ciudad y no deja de ser curiosa la arraigada preocupaci¨®n republicana por la ecolog¨ªa. Con la I Rep¨²blica, Madrid recibi¨® el parque del Retiro; con la del 31, la Casa de Campo.
Cuenta El Heraldo de Madrid que la curiosidad tir¨® de la cama a muchos madrile?os en aquel soleado 1 de mayo. "Antes de las cinco de la ma?ana empez¨® a afluir el p¨²blico, aunque las puertas no se abrir¨ªan hasta las 8.30". La mayor¨ªa de aquellos madrugadores iba provista de su propia merendola, pero otros muchos "tan s¨®lo llevaban los ingredientes y prefirieron hacerla all¨ª mismo en hogueras que encendieron".
Poco familiarizados con su nueva posesi¨®n campestre, a m¨¢s de uno se le atragant¨® la comida al descubrir la desaparici¨®n de los m¨¢s peque?os. Hubo tantos ni?os extraviados que la Guardia Civil tuvo que organizar un servicio especial de recogida y el Ayuntamiento dio orden de que "se les atendiera esmeradamente" en las tenencias de alcald¨ªa hasta que les recogieran sus padres. S¨®lo en la Puerta del Rey se recogi¨® a m¨¢s de 50. Al d¨ªa siguiente, todav¨ªa quedaba un chaval esperando a sus progenitores.
Esta espont¨¢nea toma de posesi¨®n tuvo su vertiente oficial cinco d¨ªas m¨¢s tarde, cuando al mediod¨ªa del 6 de mayo, el ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, hizo la entrega simb¨®lica al alcalde, Pedro Rico, mientras la banda de los carabineros ejecutaba el himno de Riego "cuyos acordes libertadores sonaron por primera vez en los ex reales jardines. Fue un momento de verdadera emoci¨®n", relataba El Heraldo. La ilusi¨®n del rotativo estaba m¨¢s que justificada. La Casa de Campo siempre hab¨ªa sido patrimonio de la Corona desde que Felipe II, al trasladar en el siglo XVI la Corte a Madrid, decidiera crear un gran coto de caza al otro lado del Manzanares.
Su configuraci¨®n fue parecida a la de un mosaico en el que poco a poco iban encajando los distintos minifundios que el monarca adquir¨ªa a trav¨¦s de intermediarios, quienes en muchas ocasiones negaban actuar en nombre del rey para evitar la especulaci¨®n con los precios. La obsesi¨®n por el ahorro llev¨® a Felipe II a utilizar a su propia aya, Leonor Mascare?as, para convencer a los propietarios de que le vendieran la pieza clave del puzzle: "La Casa de la G¨¹erta de los Vargas". Do?a Leonor, para cumplir el deseo real de adquirir la finca "por un precio honesto", lleg¨® a mentirles asegurando que quer¨ªa el terreno para construir un monasterio. La trola no col¨® y hasta el 17 de enero de 1562 no consigui¨® el rey su preciada posesi¨®n, que pasar¨ªa de monarca a monarca hasta que la II Rep¨²blica acab¨® con el privilegio y decidi¨® convertirla, junto con el Campo del Moro, en parques de recreo e instrucci¨®n para los madrile?os.
El alcalde Pedro Rico, seg¨²n explicaba El Heraldo, tom¨® este mandato al pie de la letra y el d¨ªa de la inauguraci¨®n oficial prometi¨® que la Casa de Campo ser¨ªa un lugar "instructivo, de recreo, culto y fuente de saIud para ni?os de la Rep¨²blica que ma?ana ser¨¢n los que la sostengan y amparen". Lo que no quer¨ªa el regidor era que el parque se convirtiera en "lugar de org¨ªas, francachelas y merendonas que lo destrozar¨ªan e impedir¨ªan la necesaria labor cultural".
Las buenas intenciones del alcalde republicano jam¨¢s se cumplieron. Juli¨¢n L¨®pez S¨¢nchez, vigilante de la Casa de Campo desde hace casi 30 a?os, asegura que el parque sigue siendo el restaurante al aire libre favorito de los madrile?os. "Hace 25 a?os la gente s¨®lo ven¨ªa a comer y a pasear. Ahora, aunque hay m¨¢s cosas, la tortilla del domingo no hay quien la quite".
Juli¨¢n cree que la ¨²nica diferencia importante que existe en el parque con respecto a hace tres d¨¦cadas es el aumento de visitantes y el deterioro que eso implica. "Antes s¨®lo ven¨ªan los domingos, pero ahora hay gente durante toda la semana porque Vienen muchos chicos j¨®venes a entrenarse o a montar en bici". Sin olvidar a los aprendices de torero, que lanzan pases imaginarios y banderillean a un toro de metal casi al lado de los vestuarios de los jardineros o a las prostitutas que salpican los alrededores del lago. "Antiguamente, estaban en la carretera de Castilla y mucho m¨¢s apartadas de la vista, pero ahora no. ?sa es la otra cara de la moneda", asegura el vigilante, quien hace la vista gorda ante estos hechos. "No podemos llamar la atenci¨®n a nadie, ni tan siquiera a los gamberros, Tenemos autoridad como cualquier ciudadano, pero no como vigilantes del parque, porque nuestra labor es s¨®lo informar de las anomal¨ªas como roturas de bancos y papeleras o las plagas en los ¨¢rboles".
Para ello, cada ma?ana Juli¨¢n y los otros dos vigilantes se reparten las 1.722,6 hect¨¢reas del recinto. "F¨¢cilmente me hago 20 kil¨®metros andando al d¨ªa y en todos los sitios te encuentras gente. Hace a?os, el p¨²blico s¨®lo ven¨ªa al lago. M¨¢s tarde, al parque de atracciones, el zoo o el telef¨¦rico. Pero hoy, los corredores se adentran mucho m¨¢s y ya no hay zonas inexploradas".
El trabajo aumenta los lunes, cuando las huellas de los domingueros son m¨¢s ostensibles. "Te encuentras sobre todo con actos de gamberrismo, como papeleras, bancos y dem¨¢s mobiliario arrancado, y tambi¨¦n con mucha suciedad". Por lo dem¨¢s, poco ha cambiado, seg¨²n ¨¦l. "Quiz¨¢ hab¨ªa m¨¢s aves, pero s¨®lo eso. Hoy todav¨ªa quedan incluso las ovejas. Cuando yo entr¨¦, hab¨ªa un reba?o del Ayuntamiento, pero nunca supe para qu¨¦ lo ten¨ªan. Ahora, hay reba?os que vienen desde Segovia o ?vila a comer hierba durante la temporada". El a?o que viene, cuando se jubile, Juli¨¢n pisar¨¢ poco la Casa de Campo. "Alguna vez vendr¨¦ a ver a los compa?eros, pero ya he tenido bastante".
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