Madrid se rinde ante el esfuerzo del atleta
El car¨¢cter de un marat¨®n lo define el p¨²blico. La gente va a correr a Nueva York, porque el solo hecho de hacerlo entre dos millones de personas que no cesan de vitorear es un espect¨¢culo. Supone un hecho sociol¨®gico que no pasa en ninguna otra ciudad. Por eso, correr en Madrid no ofrec¨ªa m¨¢s atractivo que el de su popularizaci¨®n. Pero algo ocurri¨® ayer, despu¨¦s de 19 a?os de ver los madrile?os correr a sus conciudadanos.Desconozco que conjura habr¨ªa para que el p¨²blico ocupara los cruces de las principales avenidas, para que los estudiantes de Industriales, la familia de Arturo, la de Pepe y la de Juan estuvieran omnipresentes durante el recorrido, provocando enorme algarab¨ªa al paso de sus h¨¦roes, para que espectadores an¨®nimos se lanzaran a la calle con pancartas que dec¨ªan simplemente "¨¢nimo", para que pandas juveniles enloquecieran al paso de los amigos que participaban, para que m¨²sicos tocaran hasta desfallecer en la Casa de Campo, para que los vecinos de la ribera del Manzanares aporrearan sartenes y cacerolas como instrumentos de percusi¨®n, para que en Fuencarral y Goya se escuchara, un a?o m¨¢s, Carros de fuego, para que en Pr¨ªncipe de Vergara, a tan s¨®lo un kil¨®metro de la meta, el Aleluya de H?ndel hiciera exclamar* a un corredor: "S¨®lo por vivir este momento corro cada a?o en Madrid" Ten¨ªa la carne de gallina y los ojos humedecidos.
Madrid, ayer, se transform¨® por decisi¨®n de sus vecinos que son quienes convierten una ciudad en amable o agresiva. No pensaba que en la ciudad pudiera haber tanta gente -?cu¨¢ntos? ?100.000, 200.000, 300.000 ... ?- dispuesta a tapar con sus aplausos los bocinazos de los automovilistas que no se enteraron que ayer lo mejor era dejar el coche en casa, porque protestas habr¨ªa, pero por primera vez no se escucharon
Desde dentro de la carrera, Madrid se mostr¨® como una ciudad en la que uno se quedar¨ªa a residir de por vida Con polic¨ªas como los de ayer, ¨¢ngeles de la guarda en la carrera, lo de que haga uno que se apueste una mariscada a que retira con la, gr¨²a 150 coches, suena a broma, y con ciudadanos solidarios, cari?osos, dispuestos a establecer en el Guinness el r¨¦cord mundial de aplausos, el marat¨®n de Madrid no tardar¨¢ en estar entre los mejores del mundo
Un kil¨®metro final de clamor no se olvida as¨ª como as¨ª Porque el ambiente de la llegada que hab¨ªa en el parque del Retiro reproduce fielmente el que se puede vivir en el Central Park de Nueva York Por algo se empieza. El m¨¦rito no es de los corredores, sino de los espectadores, vecinos de Madrid.
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