El relevo
En el ¨²ltimo momento, el fr¨¢gil equilibrio quebr¨®. Tras varias semanas de magistral dominio de la escena, invirtiendo su imagen de perdedor, Felipe Gonz¨¢lez no resisti¨® a la tentaci¨®n de hacer valer por ¨²ltima vez su control de los medios de comunicaci¨®n estatales y se hizo entrevistar por espacio de hora y media en Informe semanal de TVE-1. Ahora que soplan vientos de Conan el b¨¢rbaro al dar t¨ªtulo a las reflexiones pol¨ªticas, no fue el ronco alarido del vencedor, sino el sordo estertor del vencido. Poco pod¨ªa decir, abocado como est¨¢ al abismo de abandonar la gesti¨®n, y demasiado pronto para anticipar las cr¨ªticas del debate de investidura. El autobombo sobraba, y tambi¨¦n el "gobierne, se?or Aznar" que delata a un hombre poco cort¨¦s hacia sus adversarios pol¨ªticos. Y sobre todo sobraba el ¨²ltimo ejercicio de manipulaci¨®n de un medio p¨²blico, encontr¨¢ndose ya "en funciones", al borde de efectuar el traspaso de poderes. Por supuesto, cab¨ªa un informe, si no objetivo, por lo menos plural, en torno a los 13 a?os largos de gobiernos presididos por Gonz¨¢lez. Nunca el monopolio del discurso por parte de quien deber¨ªa haber sido el objeto del an¨¢lisis. Unica compensaci¨®n: queda de este modo clara la disyuntiva ante la que se encuentra Aznar, de dejar las cosas como est¨¢n, adaptando en beneficio propio el control y la manipulaci¨®n ejercidos sobre la televisi¨®n y la radio p¨²blicas, o de conferir a ambas la autonom¨ªa propia de la democracia. No es una cuesti¨®n secundaria.Aunque de momento lo parezca, dado el protagonismo que asume el concierto de voluntades entre el PP y los partidos nacionalistas, concretado en el pacto de Barcelona. Como tantos comentaristas han subrayado, es un momento hist¨®rico, al superarse por vez primera el divorcio tradicional entre la derecha espa?ola y los nacionalismos conservadores. De ello s¨®lo cabe felicitarse, dado el peligro que revest¨ªa el ambiente de confrontaci¨®n en que han vivido unos y otros durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. El PP asume la plurinacionalidad, y catalanistas y peneuvistas reconocen la exigencia de aportar sus fuerzas a la mal llamada gobernabilidad de Espa?a. Los tab¨²es simb¨®licos quedan atr¨¢s. El despliegue puntual del pacto, superando la confusi¨®n de las relaciones PP-PSOE, constituye tambi¨¦n un dato positivo, acompa?ado de la previsible supresi¨®n de la mili. Son cosas que de momento nos hacen olvidar el presagio razonable de un gris sobre gris en la composici¨®n del nuevo Gobierno.
Los problemas, no obstante, siguen m¨¢s all¨¢ del convenio-n¨²cleo entre Partido Popular y Converg¨¨ncia i Uni¨®. La formaci¨®n catalanista suscribe un pacto de legislatura, cargada de buena conciencia, pero sigue sin participar en el Gobierno del Estado, lo cual genera una situaci¨®n an¨®mala en el cuadro de los sistemas democr¨¢ticos -alcanzar cuotas de poder sin responsabilidad de gesti¨®n-, y abre siempre la posibilidad de que por una motivaci¨®n particularista provoque la ca¨ªda del Gobierno PP minoritario, como antes hiciera con el PSOE. Es un partido-bisagra singular, que adem¨¢s ha ofrecido la imagen en la negociaci¨®n de una abierta preferencia hacia sus intereses en relaci¨®n con los del Estado, por muchas declaraciones abstractas que se incluyan en los preliminares del pacto. Se mantiene el objetivo de Maastricht, pero ha sido claro que la reforma del Estado, en la direcci¨®n propuesta por CiU, ha prevalecido sobre las exigencias de fijar prioridades para el ajuste a corto plazo que se derivan de los criterios de convergencia. S¨®lo una coyuntura econ¨®mica muy favorable podr¨¢ aminorar las tensiones que ha de provocar tanto la persecuci¨®n del doble objetivo, como el previsible incremento a medio plazo de las desigualdades interregionales.
El tiempo de celebraciones ser¨¢ bien corto para Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
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