Cambios
Alcanzar un dif¨ªcil acuerdo con los nacionalistas le ha permitido a Aznar no s¨®lo superar su investidura, sino lo que parece pol¨ªticamente m¨¢s importante: demostrar que da la talla como gobernante. Se podr¨¢n discutir los detalles del acuerdo, as¨ª como denunciar el evidente oportunismo de todos sus firmantes, pero hay que reconocer la audacia y decisi¨®n con que Aznar ha sabido tomar la iniciativa pol¨ªtica, aprovechando la oportunidad que se le brindaba de coger el tren en marcha y logrando as¨ª imponer su propio ritmo a la nueva agenda estrat¨¦gica que presidir¨¢ esta legislatura. En efecto, el actual horizonte pol¨ªtico que se divisa tras la investidura ya no tiene nada que ver con el que antes de las elecciones ensombrec¨ªa la vista. Y, de cumplirse el programa acordado, sufriremos el m¨¢s ingente cambio pol¨ªtico experimentado desde la transici¨®n: no s¨®lo en materia de reestructuraci¨®n territorial del Estado, sino incluso en cuestiones de dise?o institucional (Ej¨¦rcito, Inem, privatizaciones, contrarreforma fiscal, etc¨¦tera). As¨ª que, como se nos prometi¨®, vamos a pasar p¨¢gina, al adentrarnos a ciegas en una incierta postransicion.Este indudable ¨¦xito ha cogido por sorpresa a los socialistas, quienes, olvidando que no hay enemigo peque?o, hab¨ªan infravalorado la talla de Aznar. Y ahora lo lamentan, acus¨¢ndole de huir hacia delante por firmar pactos contra natura de imposible cumplimiento y acordar bajo cuerda lo contrario de lo prometido. Ahora bien, esa misma cr¨ªtica se pudo formular contra el cambio impuesto por el PSOE en 1982, cuando el neoliberal ajuste Boyer incumpli¨® su programa keynesiano y aparecieron multitud de indeseables efectos perversos. Por lo dem¨¢s, las cr¨ªticas contra el cambio propuesto por Aznar reproducen las tres ret¨®ricas conservadoras (futilidad, perversidad y riesgo) que, al decir de Hirschman, el pensamiento reaccionario ha opuesto siempre contra las pol¨ªticas de cambio social progresista. En efecto, para los conservadores, todo intento de introducir cambios es o bien inocuo (futilidad) o genera efectos contraproducentes (perversidad) o amenaza con destruir sagradas conquistas previas (riesgo). ?Y no es esta misma m¨²sica conservadora la que hemos escuchado en las cr¨ªticas contra el programa de Aznar??Quiere esto decir que se invierten las tornas, oponi¨¦ndose el conservadurismo de los progresistas al progresismo de los conservadores? Algo pudiera haber de cierto en ello. Como el soci¨®logo Anthony Giddens hace notar en su ¨²ltimo libro (M¨¢s all¨¢ de la izquierda y la derecha), hoy las propuestas de cambio radical proceden de la derecha, mientras los socialdem¨®cratas son quienes intentan conservar el Estado de bienestar, puesto en riesgo por la amenaza neoliberal. Y esta misma divisoria puede haberse instalado entre nosotros tras el acceso de Aznar al poder. Pero creo que hay algo m¨¢s. Si los socialistas se duelen tanto es porque Aznar les ha desbordado, al arriesgarse a firmar unos pactos con los nacionalistas que ellos no fueron capaces de sacar adelante. Aqu¨ª est¨¢ lo tr¨¢gico del asunto: lo que el PSOE no pudo lograr, porque se lo impidi¨® la derecha, podr¨¢ conseguirlo Aznar, sin que la izquierda lo pueda evitar.
As¨ª que la queja socialista no procede de su oposici¨®n al cambio, sino de su frustraci¨®n al no poder protagonizarlo. No se trata, pues, de conservadurismo defensivo, sino de pura y simple impotencia. Cuando los socialistas llegaron al poder en 1982, a pesar de hacerlo con mayor¨ªa absoluta, se vieron obligados por la realidad social a conservar el orden pol¨ªtico existente, sin atreverse a intentar modificarlo: por eso reforzaron la banca, el mercado, la Administraci¨®n, el Ej¨¦rcito, etc¨¦tera. Aznar en cambio, aun sin mayor¨ªa absoluta, tendr¨¢ las manos libres para reestructurar el orden pol¨ªtico vigente, redise?¨¢ndolo ex novo sin que la izquierda pueda evitarlo. ?Y por qu¨¦? Pues porque puede, al ser el representante de la clase dirigente que monopoliza el poder de vetar los cambios.
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