Vicios de lectura
Tengo dos amigos en polos opuestos. El primero, un fil¨®sofo que ustedes leen con frecuencia en estas p¨¢ginas, es un devorador de prensa escrita, aunque en ¨¦l ese hambre que se le despierta todas las ma?anas va acompa?ada de una bulimia por lo escrito en libros, lo filmado en pel¨ªcula, lo grabado en disco, y hasta lo cabalgado en tierra lisa. Digamos que mi Amigo Primero es un hombre de apetitos. El segundo es un m¨²sico del que ustudes han o¨ªdo hablar mucho y escuchado menos, porque su obra ha estado siempre en la vanguardia que ya se sabe, en las prometedoras palabras de nuestra nueva ministra de Cultura y Buena Educaci¨®n que tiene "menos aceptaci¨®n popular". Este Amigo Segundo se hizo un d¨ªa una promesa que no ha roto. Dejar¨ªa de leer sistem¨¢ticamente los peri¨®dicos, todo peri¨®dico, todos los d¨ªas. El amigo fil¨®sofo me dec¨ªa hace una semana con un lamento poco cre¨ªble que hab¨ªa d¨ªas en que la ma?ana se le iba leyendo prensa, y cuando quer¨ªa ponerse a lo suyo ya era la hora del aperitivo, que por nada del mundo, ni siquiera por algo de EL PA?S, est¨¢ dispuesto a sacrificar. El amigo m¨²sico est¨¢ muy informado de todo cuanto ocurre, aunque no siempre de las mismas cosas y nunca del mismo modo que usted y que yo, pues ¨¦l se gu¨ªa por la radio, el tel¨¦fono y algo, poco, por la televisi¨®n. Los dos viven felices. Les quiero por igual, y a ambos les envidio. Al primero, entre otras muchas cosas, por encontrar el tiempo de leer todo ese ramillete de flores de papel que dura un d¨ªa sin descuidar la lectura de otras flores del bien y del mal m¨¢s duradero, y tampoco su obra, que es importante y vasta. Al segundo por su despojamiento de las vanidades m¨¢s ef¨ªmeras, por estar en el mundo sin tener cada 24 horas que atravesarlo y mancharse (de tinta) las manos. Y es que, dig¨¢moslo ya, todo lo relacionado con el periodismo huele a vicio. No s¨¦ ustedes, pero yo, sin llegar a los extremos del Amigo Primero, no puedo pasarme -ahora que nos prohiben la melatonina- mi raci¨®n diaria de periodina: dos rotativos nacionales y uno regional, aparte de las revistas semanales, mensuales y el peri¨®dico de mi barrio, que es un vicio menor. Y encima, ya lo ven, contribuyo al engorde de la sustancia aditiva con mi granito de arena. ?Feedback? M¨¢s bien creo que esto m¨ªo -y de otros- es estar a pela y a pluma, o, dicho de otro modo, darle al input y al output.
Porque una cosa es mantenerse informado, tendencia que les supongo a todos ustedes, y otra muy distinta no poder estarse quieto, est¨¦ uno donde est¨¦, sin desayunarse un peri¨®dico con tostadas, ni irse a la cama, solo o en compa?¨ªa de otros, sin haber agotado la dosis period¨ªnica cotidiana. (En esto procuro estar al d¨ªa, y no como un amigo, un tercero, que va amontonando los restos del d¨ªa period¨ªstico que no le da tiempo a leer con la sana intenci¨®n de hacerlo en un puente o una vida futura. A¨²n va, por cierto, por la detenci¨®n laosiana de Rold¨¢n, pero no quiere que yo le cuente el final).
Ahora bien, al margen de los extremos representados por mis amigos Primero, Segundo y Tercero, creo que la raz¨®n de la perdurabilidad de los peri¨®dicos y nuestra necesidad viciosa de ellos es de ¨ªndole novelesca. El diario bordea siempre el kitskh, porque por necesidad refleja y se alimenta de la injusticia, el crimen, la mentira, el titular, la corriente marcha del mundo, que como sabemos, es de mal gusto. Leer esos, "bocados de realidad" es un acto de tremendismo, pero la mediaci¨®n escrita, por muy sensacionalista que sea el medio, siempre actuar¨¢ de paliativo reflexivo, en comparaci¨®n con el mal gusto servido por el bocero de una tertulia o el locutor de un telediario. Complementariamente, el que hoy el poeta, la novelista, el pensador m¨¢s exquisito, comparezca tanto con su pluma de oro en los medios, no tiene por qu¨¦ enemistarle con la aut¨¦ntica promesa art¨ªstica, como dec¨ªa Cyril Connolly, sino que constituye una manera de liberar la dif¨ªcil tensi¨®n entre el decir informativo y el insinuar narrativo a trav¨¦s de una escritura inmediatamente comunicativa. Sabemos que la vida es una novela, no siempre buena, pero todos, a uno y otro lado del espejo puesto en el camino, queremos salir en su trama o al menos seguirla. Aunque tenga escenas desagradables y el final est¨¦ cantado. (Dicho en corto y con prisa: feliz cumplea?os, peri¨®dico que leo y en el que me veo).
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