El se?orito est¨¢ leyendo a Dostoievski
Cuenta Emilio S¨¢nchez Ortiz, escritor espa?ol que es amigo de la familia, que el ¨¦xito obtenido por Camilo Jos¨¦ Cela cuando ten¨ªa poco m¨¢s de 20 a?os con La familia de Pascual Duarte inclin¨® a sus padres a pensar que Jorge, su hermano menor., podr¨ªa seguir por senda literaria parecida. De tal manera se empe?aron todos en que se hiciera realidad esa ambici¨®n que durante un buen tiempo Jorge no sal¨ªa por las tardes y era frecuente que la sirvienta de la casa despachara a sus j¨®venes amigos cuando ¨¦stos le iban a buscar para darse juntos una vuelta:-El se?orito no puede salir porque est¨¢ leyendo a Dostoievski.
Probablemente la an¨¦cdota forma parte de la leyenda y es muy posible que no se produjera nunca ninguna de las circunstancias que concurren en ella; lo que s¨ª es cierto es que Jorge -que se firma Cela Trulock, desde siempre- ha llegado en efecto a ser un gran escritor, un paciente maestro del idioma, como su hermano, y una personalidad ingenua y silenciosa, que a veces tiene que sacar fuerzas de las flaquezas de su humildad para aparecer, siquiera sea de perfil, en la actualidad del entramado literario.
Como es evidente, su hermano mayor ha tenido otra trayectoria y, tambi¨¦n, otra dimensi¨®n p¨²blica. Ha sido tan grandilocuente esta ¨²ltima que se ha corrido el riesgo de que el bosque ocultara el ¨¢rbol de estilo que es la literatura de Camilo Jos¨¦ Cela. Ahora que cumple los 80 a?os, en medio del reconocimiento que como es natural siempre acent¨²a la edad, es tiempo que el pa¨ªs normalice definitivamente su relaci¨®n con Cela y que ¨¦ste, tambi¨¦n, normalice su relaci¨®n con el pa¨ªs. Dice don Camilo que el Nobel le supuso una conmoci¨®n, y es verdad eso no s¨®lo para ¨¦l. Se hicieron estandartes literarios e incluso pol¨ªticos y se convirtieron en emblemas propicios o nefastos los premios y los castigos. Un d¨ªa dijo Antonio Mu?oz Molina, su compa?ero de academia, que una vez discernida a favor de Cela la discusi¨®n sobre el Cervante.s este pa¨ªs pod¨ªa respirar tranquilo y dedicarse a otra cosa; luego vi esa frase sacada de contexto; junto a otras igualmente descontextualizadas, y volv¨ª a temerme lo peor: que alg¨²n desaprensivo de los que van en el asiento delantero haci¨¦ndole coro a la autoridad se pusiera de nuevo a hacer listas de buenos y de malos, descontextualizando no s¨®lo a Cela sino a todo lo que le rodea. Por fortuna no ha sido as¨ª. No hay buenos y malos, sino que hay gente ahora reparando en la larga historia de vocaci¨®n que tiene este hombre que ya es tantas veces abuelo a los 80 a?os y que por ello es consciente de que no siempre son buenas las relaciones con los hijos y con los nietos literarios. El tiempo pasa, nos varios volviendo viejos. A Cela el tiempo lo ha establecido. A partir de este tiempo que parece una esquina, los 80 a?os, la vida devuelve al espejo la necesidad de esa sensaci¨®n de infancia que merecen las cosas y la vida, y ahora que Cela celebra la octava d¨¦cada quiz¨¢ sea oportuno para todos mirar hacia adelante y sin ira. Se lo merece la literatura, que es al fin y al cabo lo que hay en el fondo de las cosas y de la mirada de la ida. Dec¨ªa el escritor en una de las entrevistas recientes que se le han hecho por su cumplea?os que le queda mucho por hacer a esta lengua tan descuidada y tan poderosa, acaso la potencia cultural m¨¢s grande del mundo. Los cumplea?os son esquinas del tiempo, y a lo mejor esa esquina de Cela se aprovecha ahora para que ¨¦l y todos trabajen en favor de esa literatura de siglos que se expresa en el idioma de 400 millones de personas, muchas de las cuales se preparan pacientemente para ser alg¨²n d¨ªa escritores como el autor de La familia de Pascual Duarte. Aunque para ello sus padres no les encierren a leer a Dostoievski. A lo mejor est¨¢n leyendo al propio Cela. O a Umbral, que tambi¨¦n cumple a?os hoy con el regusto dulce que siempre dan los premios. Y los cumplea?os.
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