Castizos y castizas
En Madrid sobreviven variopintas tribus minoritarias. Junto con la de los punkis, una de las m¨¢s hier¨¢ticas es la de los castizos, que estos d¨ªas est¨¢n en su salsa. Los castizos no son id¨¦nticos a s¨ª mismos, sino a otros que el tiempo ha borrado. Su esencia consiste en calcar un pret¨¦rito imperfecto, eso s¨ª, de subjuntivo. Tienen vocaci¨®n de estantigua, como la violetera infiltrada en la esquina de Alcal¨¢ con la Gran V¨ªa.A las huestes de Mesonero Romanos les encanta chupar c¨¢mara, expresarse en jerga canalla del siglo pasado, caminar de forma presuntamente postinera, bailar una danza escler¨®tica llamada chotis y bailarle el agua al alcalde. Tambi¨¦n hay chulos que castigan, agua, azucarillos, aguardiente, d¨®nde vas con mant¨®n de manila, hace tiempo que vengo al taller y no s¨¦ qu¨¦ tengo.
El casticismo est¨¢ bien para quien le guste. Cada cual se divierte con lo que puede. Pero tambi¨¦n es cierto que esa forma de entender el madrile?ismo es totalmente opuesta a la esencia de esta ciudad. Madrid es cualquier cosa menos dogm¨¢tica y acartonada. Este es un pueblo-esponja cuya entidad consiste, precisamente, en asumir todo lo que aqu¨ª llega. Pretender ser fotocopia de otros tiempos puede resultar gracioso como broma. Pero cuando se ejerce de forma permanente deriva en obsesi¨®n pat¨¦tica con aromas de desatino. De hecho, los castizos, m¨¢s que a san Isidro, veneran a su esposa, santa Man¨ªa de la Cabeza, patrona de las obsesiones.
Una cosa son las antig¨¹edades y otras las antiguallas, dicho sea sin se?alar. Hay ciudadanos muy madrile?os que, en cuanto divisan en lontananza a un grupo de pichis, huyen como geisha por arrozal. Lo mismo les pasa cuando se topan con una manada de tunos.
El emblema del foro incita a hacer el oso de vez en cuando. Ahora bien, hacer el oso no consiste en ir por ah¨ª de chulo, sino de Chu-Lin; no de macho; sino de Mach¨ªn. De igual modo que, en el amor, no hay que ser valiente, sino Valent¨ªn.
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