Nadie pact¨® el nombramiento de L¨®pez G¨®mez

Lo que pas¨® el 2 de enero no hab¨ªa ocurrido nunca en el Archivo de la Corona de Arag¨®n, salvo un epis¨®dico precedente cuando Primo de Rivera. Estaba tomando posesi¨®n de la direcci¨®n alguien que no proced¨ªa de la casa. Como resulta natural, los archiveros tienen el pasado muy presente. Y unos cuantos de ellos, poderes f¨¢cticos en la casa, denunciaron que el que ven¨ªa era alguien que no conoc¨ªa los fondos del archivo. Poco despu¨¦s empezaron a circular otras caracter¨ªsticas sobre Pedro L¨®pez G¨®mez: es madrile?o, no conoce la lengua catalana, su relaci¨®n con Catalu?a no ha pasado del turismo. Por su parte, la Generalitat dec¨ªa -en voz tan- baja como contundente: "Todos los nombramientos que afecten a Catalu?a han de pactarse con nosotros". L¨®pez inici¨® su defensa. Le parec¨ªa rid¨ªculo que se le acusara de no conocer los fondos -"soy doctor en historia"-; defend¨ªa la posibilidad de que al frente de los archivos pudiera colocarse alguien de fuera -"es el sistema habitual en Francia, tiene sus ventajas porque airea el ambiente y la ausencia de compromisos heredados permite tomar decisiones dif¨ªci-les"-; esperaba que no ser catal¨¢n no fuera motivo de pol¨¦mica. De paso, dejaba caer una opini¨®n muy extendida entre los archiveros, incluso catalanes: "Los papeles de Salamanca deben quedarse en Salamanca". Se le echaron encima: el consejero de Cultura, Joan Guitart, expuso con talante muy seco que "la obligaci¨®n de un funcionario es obedecer".L¨®pez obedec¨ªa. Pero a sus jefes. El departamento de Archivos del Ministerio de Cultura, dirigido por Margarita V¨¢zquez de Parga, hab¨ªa trazado un plan dehomogeneizaci¨®n de los sistemas de acceso y consulta a los Archivos generales. A los 20 d¨ªas de llegar, L¨®pez G¨®mez presentaba a sus subordinados un nuevo cuadro completo de clasificaci¨®n de los fondos. Le acusaron de ignorancia muy elemental. De desconocer, por ejemplo, la diferencia entre el Antiguo R¨¦gimen y el mundo moderno. Hab¨ªa propuesto una distinci¨®n sistem¨¢tica entre documentos p¨²blicos y privados, y eso en la cosmogon¨ªa de la antigua Corona de Arag¨®n no parec¨ªa tener sentido. A juicio de sus cr¨ªticos, el sistema demostraba lo que aventuraron: L¨®pez evidenciaba que no conoc¨ªa los fondos. En marzo, el conflicto entraba, pl¨¢sticamente, en el ¨¢mbito pol¨ªtico. CiU exig¨ªa que L¨®pez se marchara: lo llamaba ignorante y en el cuadro de clasificaci¨®n cre¨ªa haber encontrado la prueba.

El director, que hab¨ªa entrado en un silencio p¨²blico muy espeso, decidi¨® entonces hablar. Concedi¨® una entrevista, a este diario para decir, fundamentalmente, tres cosas: el cuadro de clasificaci¨®n supon¨ªa una democratizaci¨®n de las v¨ªas de acceso a los fondos del archivo -"hasta ahora la informaci¨®n ha estado secuestrada por un grupo de archiveros"-; denunciaba que la situaci¨®n del ACA era grave -"no hay planificaci¨®n, no hay un tratamiento correcto de la documentaci¨®n y no hay una informaci¨®n correcta al p¨²blico"- y aseguraba que la "producci¨®n intelectual del archivo en los ¨²ltimos 10 a?os ha sido inexistente". Y dec¨ªa tambi¨¦n que no iba a dimitir. Lo que dijo escoci¨®. En el ACA lo consideraron calumnioso. En los despachos pol¨ªticos, se fijaron expresamente en su negativa a dimitir. El resto es reciente: el Parlament de Catalunya aprob¨® el pasado 9 de mayo dos resoluciones: pedir el cese del director del archivo y reclamar el traspaso de la gesti¨®n del ACA. En el fondo: una misma resoluci¨®n.