"La alegor¨ªa llega cuando describir la realidad ya no sirve"
Estaba Jos¨¦ Saramago cenando en un restaurante cuando la idea le vino de pronto y sin venir a cuento de una forma tan definitiva que no puede por menos que llamarla "fulguraci¨®n" y no sabe si fue primero el t¨ªtulo o la historia. Ensayo sobre la ceguera, su nueva novela (Alfaguara), es una alegor¨ªa sobre un mundo que se va cegando. Y es sin duda la m¨¢s fuerte, la m¨¢s terrible de sus obras. "La alegor¨ªa llega cuando describir la realidad ya no sirve", dice Saramago, que en todo momento hace profesi¨®n de fe racionalista.Ensayo sobre la ceguera no es un ensayo sino una novela construida sobre una gran met¨¢fora: la de un mundo alcanzado por una ceguera que llega de pronto, sin aviso, y no produce oscuridad sino una suerte de permanente deslumbramiento blanco. Tiempo y lugar son indefinidos, aunque reconocibles, y los personajes no tienen m¨¢s nombre que el de su oficio o su relaci¨®n con los dem¨¢s, la esposa del m¨¦dico por ejemplo, pero podr¨ªan ser cualquiera de nosotros. "Los escritores y artistas trabajamos en las tinieblas, y como ciegos tanteamos la oscuridad. Cuando encontramos algo, tenemos primero que reconocer lo que hemos encontrado".
Saramago acepta de entrada que su met¨¢fora tiene intenci¨®n. Es una alegor¨ªa al modo de Swift, Voltaire, Defoe u otros escritores del XVII. "Si no hubiera intenci¨®n, Ensayo sobre la ceguera ser¨ªa simplemente una novela catastrofista". Y en otro momento dice: "Si yo escribiera una novela negra, ser¨ªa una novela negra m¨¢s, con todas las dificultades del g¨¦nero que se quiera". "Lo que yo quer¨ªa decir es que somos seres de raz¨®n, y si no nos comportamos de una forma racional, nuestra sociedad entra en el colapso".
Alcanzados por la ceguera, los personajes de Saramago oscilan entre el valor y la cobard¨ªa, la mezquindad y la nobleza, mientras van siendo encerrados por la autoridad -en aras del inter¨¦s com¨²n y con un lenguaje patri¨®tico- en una suerte de campos de concentraci¨®n sanitarios. "En interpretaci¨®n libre, esta novela podr¨ªa ser vista como una referencia al sida: el aislamiento de una parte de la sociedad por ser diferente". Pero no s¨®lo el sida.
Los ciegos de Saramago (¨¦l tiene 73 a?os), tambi¨¦n podr¨ªan ser vistos como ancianos a los que la sociedad de hoy aislabada vez m¨¢s como enfermos. "Es verdad que la idea de milenarismo y peste est¨¢ en el aire, pero eso es algo injusto con el milenio: al fin de cuentas no es tal milenio para los chinos y otras culturas diferentes a la nuestra".
En cualquier caso, acepta, "s¨ª hay una coincidencia entre el final de nuestra civilizaci¨®n -que a su juicio est¨¢ bastante claro- y el final del milenio. Pero lo peor no es que nuestra civilizaci¨®n termine, sino que no logramos vislumbrar lo que est¨¢ llegando. No queda m¨¢s remedio que asustarnos mucho, pues est¨¢ claro que vivimos cada d¨ªa sin preparar el futuro, como si ya estuviera escrito, como renunciando a decidirlo".
Obviamente -se le ve en los ojos, amables y al tiempo ir¨®nicos-, Saramago le ha dado muchas vueltas a su met¨¢fora: pues la ceguera y la vista, seg¨²n una parte no despreciable de la tradici¨®n, es el castigo o recompensa que los dioses otorgan a capricho. Como recuerda T.S. Eliot en La tierra bald¨ªa, la ceguera est¨¢ unida a la imagen del escritor -Homero, Borges, Joyce, S¨¢bato (este ¨²ltimo con la vista muy enferma)- desde que Tiresias, cegado por Atenea por haberla visto desnuda, revel¨® a Edipo lo que en realidad hab¨ªa hecho con su padre y con su madre. Al comprender, Edipo se arranc¨® los ojos.
El ciego es as¨ª, seg¨²n el mito, quien ve en las tinieblas. Saramago es consciente de la potencia de su alegor¨ªa, pero niega que haya sido algo deliberado. De hecho, y aunque ¨¦l sufri¨® un desprendimiento de retina y estuvo enfermo de cataratas, no sabe muy bien de d¨®nde nace este libro. Tampoco puede venir de la experiencia de vivir en el deslumbrante Lanzarote: pues se sabe que los habitantes de pa¨ªses soleados padecen m¨¢s de los ojos, y algunos chamanes se ciegan mirando al sol para conseguir el estado de beatitud.
El autor de Memorial del convento, El a?o de la muerte de Ricardo Reis, La balsa de piedra, o El Evangelio seg¨²n Jesucristo, entre otras, considera que Ensayo sobre la ceguera viene a cerrar, de alguna forma, un ciclo de su obra. Y como le sucede a la mayor parte de los escritores cuando a¨²n no ha pasado el tiempo suficiente desde el ¨²ltimo punto final, se pregunta y ahora qu¨¦. A ello ayuda la fuerza casi apocal¨ªptica de esta obra.
"Ninguna otra novela m¨ªa produjo tanta impresi¨®n como Ensayo sobre la ceguera", dice Saramago, para quien, sin embargo, "nada salva al hombre"; se refer¨ªa a la creencia de su colega Ernesto S¨¢bato, a quien acaba de ver en Buenos Aires, de que "s¨®lo los libros tr¨¢gicos salvan al hombre". Saramago precisa: "El hombre no tiene salvaci¨®n, supongo, salvo por el propio hombre. Tenemos el camino iluminado por estas grandes obras, pero avanzamos por ¨¦l tanteando a ciegas".
Para escribir, dice Saramago, "necesito o¨ªr dentro de mi cabeza la voz que est¨¢ diciendo lo que est¨¢ ah¨ª. Conseguir que el lector atienda m¨¢s a la voz que al hecho mismo de leer. Pues eso es lo que determina si lo que est¨¢ leyendo ocurre o no". Y precisa: "No se trata del tono ni tiene que ver con el discurso oral. La escritura no es algo de afuera. Yo no pienso para escribir, sino que escribo lo que estoy pensando (y tampoco es lo que se conoce como escritura autom¨¢tica). Tienes que sentir, no que est¨¢s escribiendo, sino diciendo".
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