El hermano imposible
Dice el marqu¨¦s de Tamar¨®n, que ahora recibe de Nicol¨¢s S¨¢nchez Albornoz la delicada tarea de convencer desde el Instituto Cervantes a la Administraci¨®n espa?ola de que el castellano puede ser un negocio fabuloso, que percibe el final del recelo iberoamericano y le parece que en la otra orilla est¨¢n ya dispuestos a abandonar su recelo y a colaborar en el proyecto espa?ol de hacer que la lengua nos una y avance. La percepci¨®n es noble, pero al rev¨¦s: acaso lo que se percibe en Iberoam¨¦rica -metemos ah¨ª de una vez la proximidad cultural portuguesa y brasile?a- es que Espa?a se da cuenta por fin de que el espa?ol es en efecto una aventura com¨²n y de que el salto no se puede hacer en una sola direcci¨®n.Alguna vez hemos citado aqu¨ª la an¨¦cdota que cont¨® recientemente, en la Casa de Am¨¦rica de Madrid, el editor Jos¨¦ Manuel Lara Bosch acerca de un colega suyo de M¨¦xico que deb¨ªa explicar a un exitoso autor suyo por qu¨¦ no se le vend¨ªa en Espa?a, siendo tan triunfal su presencia en otros pa¨ªses del mundo: "Es que all¨ª no tengo quien te traduzca". Ha habido racismo del acento, y lo sigue habiendo. Ser sudaca es un h¨¢ndicap en Espa?a, y no es un h¨¢ndicap ser espa?ol en Am¨¦rica; nos tratan mejor que como les tratamos a ellos, y seguimos diciendo ellos como si no fueran nosotros. Lo que se nota en Iberoam¨¦rica es justamente el ansia de que ese puente de la lengua se establezca ya de una vez, y sobre la base firme de la igualdad, teniendo en cuenta la potencia comercial que tiene el uso de esta lengua. Los peri¨®dicos no suelen hablar de . libros cuando no hay escritores por medio, muertos o vivos; por eso han pasado desapercibidos esta semana los datos estad¨ªsticos de nuestro propio comercio exterior, que ha difundido la Federaci¨®n Espa?ola de C¨¢maras del Libro. Seg¨²n esas estad¨ªsticas, Espa?a ha vendido, en el primer trimestre de este a?o, libros por valor de 12.871 millones de pesetas, frente a los 12.7991 millones del mismo periodo de: 1995. En ese rengl¨®n de la vida exportadora del libro, la Uni¨®n Europea pag¨® 5.262 millones de pesetas, frente a los 4.387 que cambi¨® por libros el a?o anterior. Yo s¨¦, que los art¨ªculos con cifras no se siguen leyendo, pero presten atenci¨®n al otro dato: M¨¦xico y Argentina dejaron de importar libros espa?oles de manera tan significativa que se ha reducido la importante evoluci¨®n ascendente iberoamericana que hubo entre 1991 y 1994; en 1995 esa cifra se redujo en t¨¦rminos globales en un 150%.
Por supuesto que la crisis econ¨®mica, que ha sido espectacular en M¨¦xico, es la raz¨®n principal de este descenso. Sin ir tan lejos, digamos que mientras que en 199.4 los mexicanos compraron 11.121 millones de pesetas en libros espa?oles, en 1995 sus compras fueron tan s¨®lo de 5.461 millones de pesetas. Argentina gener¨® un giro de 1.523 millones de pesetas en 1995, frente a los 2.692 millones del a?o precedente.
El dato estimulante es que en todos los pa¨ªses iberoamericanos que figuran en esa estad¨ªstica -y singularmente en Chile- donde siguen en ascenso el incremento de la exportaci¨®n de libros es en el ¨¢rea de la literatura. Esos libros tranquilos, tantas veces mirados de reojo como los visitantes menores del negocio del libro, est¨¢n llegando a todas partes e instal¨¢ndose en un rinc¨®n misterioso de la casa. Llevan, y eso es as¨ª para siempre, un sue?o com¨²n, nacido de una lengua com¨²n, y promovido cada d¨ªa con m¨¢s anhelo com¨²n. A trancas y barrancas, instituciones espa?olas como el Instituto de Cooperaci¨®n. Iberoamericana y la Casa de Am¨¦rica, y las a¨²n escasas instituciones paralelas de ese car¨¢cter que cobijan algunas administraciones iberoamericanas, est¨¢n tratando de trabar una relaci¨®n de ida y vuelta que parece todav¨ªa la tarea de unos cuantos visionarios ilustrados que quisieran regalar viajes a unos cuantos amigotes que adem¨¢s son escritores. Y lo que esconde, a¨²n lejanamente, esa iniciativa es la b¨²squeda final de un esquema que haga posible que el negocio de la literatura tenga el ¨¢mbito del negocio de la lengua, que se aproveche de la manera m¨¢s imaginativa y razonable el mercado que nos dio la naturaleza de hablar.
La semana pasada coexistieron, en Espa?a, varios ejemplos de que el di¨¢logo est¨¢ en marcha, y de que s¨®lo hay que estar atentos a hacer que las estad¨ªsticas var¨ªen para siempre, y a favor de todos. El Nobel Paz llen¨® la Biblioteca Naci¨®n al hablando de Quevedo, y consigui¨® de nuevo hacer tangible su poes¨ªa de sol, su herencia cultural mestiza y formidable. Eric Nepomuceno, el amigo que le dio a Garcia M¨¢rquez la noticia de su Nobel antes de que sonara el tel¨¦fono de Estocolmo, se trajo a Madrid como embajador literario de Brasil la figura casi olvidada de machado de Assis, padre de tanto latinoamericano. El venezolano Adriano Gonz¨¢lez Le¨®n se desga?ita todos los jueves hablando de la cultura literaria com¨²n en un espacio de televisi¨®n secreta que ven 70 millones de hispanohablantes. Jos¨¦ Saramago situ¨® de nuevo en su sitio el proyecto visionario de una cultura ib¨¦rica, teniendo a su lado al presidente Sampaio de Portugal. Augusto Monterroso, el guatemalteco, empedr¨® de cuentos y de moscas locales inmensos que ¨¦l llen¨® de gente en Madrid y Barcelona. Y el uruguayo Mario Benedetti recit¨® una antolog¨ªa suya el jueves a media noche en el colegio mayor Nuestra Se?ora de ?frica de Madrid. Le oyeron 800 estudiantes con el entusiasmo sin fisuras que tienen los j¨®venes y, al final, cuando el moderador dio la oportunidad de que hubiera "tres palabras" para que el p¨²blico hablara con el poeta, un muchacho grit¨® las tres palabras: "Gracias, don Mario".
El p¨²blico existe, y est¨¢ en los dos sitios. Tamar¨®n tiene que convencer ahora a los suyos que la estad¨ªstica es un reto que la lengua impone. Mientras no se vea ese horizonte seguireanos siendo hermanos imposibles.
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