Las profec¨ªas de Casandra
Desde que cay¨® en mis manos Lenguaje y silencio, hace treinta a?os, considero al profesor George Steiner una de las mentes cr¨ªticas m¨¢s estimulantes de nuestra ¨¦poca. Sigo leyendo lo que escribe y confirmando, libro tras libro, aunque discrepe con sus juicios, esa alta opini¨®n. Pero, desde hace alg¨²n tiempo, tengo la sospecha de que comienza a sucumbir a esa tentaci¨®n en la que suelen caer grandes talentos, la del facilismo fr¨ªvolo o aptitud para demostrar, con una prosa elegante y lo que parece s¨®lida erudici¨®n, cualquier cosa, incluso algunas inepcias.El profesor Steiner acaba de anunciar, simult¨¢neamente, la muerte de la literatura y la existencia de un libro suyo, secreto, que s¨®lo se publicar¨¢ p¨®stumamente, sobre las lenguas y el acto del amor: "Uno hace el amor de manera muy diferente en alem¨¢n que en ingl¨¦s o en italiano", ha explicado, con una seguridad que le envidiar¨ªa don Juan de Ma?ara. Bien. Este anuncio es, en todo caso, m¨¢s original y, en lo que concierne a los lectores, m¨¢s optimista que el primero.
La cultura del futuro inmediato, seg¨²n ¨¦l, defenestrar¨¢ a la literatura por dos factores que ya ejercen una influencia determinante en la vida contempor¨¢nea. El primero es la tecnolog¨ªa. La novela como g¨¦nero no est¨¢ en condiciones de resistir la competencia de la llamada realidad virtual generada por los ordenadores, un universo de fantas¨ªa y creatividad que, estando s¨®lo en sus atisbos, ya supera sin embargo lo que en este dominio encierran en sus p¨¢ginas los mejores libros de ficci¨®n. La guerra del 14 fue la partida de defunci¨®n del g¨¦nero novelesco, y su canto del cisne el Finnegans Wake de Joyce. La poes¨ªa sobrevivir¨¢, pero lejos del evanescente libro, como arte oral y subordinado a la m¨²sica y los quehaceres que han reemplazado a la literatura como imanes de la mejor inteligencia moderna: la televisi¨®n, el cine, la danza y la publicidad.
Seg¨²n la artiller¨ªa estad¨ªstica que dispara Steiner en apoyo de sus tesis, las humanidades ya s¨®lo atraen a las mediocridades y a la bazofia universitaria, en tanto que los j¨®venes de talento acuden en masa a estudiar ciencias. Y la prueba es que los requisitos de admisi¨®n a Letras en los mejores centros acad¨¦micos de Inglaterra y Estados Unidos han ido disminuyendo hasta alcanzar unos niveles indecorosos. En cambio, en Cambridge, Princeton, MIT, las pruebas de ingreso al primer a?o de matem¨¢ticas o f¨ªsicas equivalen "a lo que hace s¨®lo quince a?os se consideraba investigaciones posdoctorales". Mientras los estudios human¨ªsticos se estancan, retroceden o degradan, los cient¨ªficos y tecnol¨®gicos alcanzan la velocidad de la luz.
El profesor Steiner pormenoriza, con su garbo intelectual de costumbre, una supuesta ley hist¨®rica seg¨²n la cual, en cada ¨¦poca, la cuota de talento creativo, que en todas las sociedades y civilizaciones es limitada, se concentra, por razones misteriosas, en un ¨¢rea espec¨ªfica de la actividad humana, la que, debido a ello, alcanza en esas circunstancias un despliegue y logros extraordinarios. As¨ª como en el quattrocento florentino fue la pintura y en el siglo XIX europeo tom¨® la posta la novela, ahora el genio creador de la especie ha desertado de las letras y fecunda y enriquece la ciencia y la tecnolog¨ªa y los g¨¦neros que m¨¢s se benefician de sus hallazgos e invenciones, es decir, los audiovisuales. No sin cierto coraje, Steiner asegura que en nuestros d¨ªas "resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil establecer diferencias entre la poes¨ªa y los jingles de la publicidad", y que no es infrecuente encontrar en la propaganda radiotelevisiva de productos comerciales "r¨¦plicas y ocurrencias de las que se habr¨ªan enorgullecido las comedias de la Restauraci¨®n".
Hablar de belleza, en ese mundo donde los 'creativos' de las agencias publicitarias ser¨¢n los Dantes y Petrarcas y las telenovelas y reality shows har¨¢n las veces del Quijote y La guerra y la paz, siempre ser¨¢ posible, pero el contenido de aquella noci¨®n, claro est¨¢, habr¨¢ variado esencialmente. Aunque nosotros tengamos cierta dificultad en entenderlo, los ni?os que nos rodean ya lo han entendido y act¨²an en consecuencia. Steiner explica lo que le han explicado los cient¨ªficos: cualquier ni?o adiestrado en el manejo del ordenador elige una entre las tres o cuatro soluciones posibles para los problemas que le plantea la pantalla hologr¨¢fica, no en funci¨®n de su verdad -ya que todas son verdaderas- sino de su "belleza", es decir, de su forma, una coherencia y perfecci¨®n de orden t¨¦cnico que corresponde a lo que cl¨¢sicamente se consideraba el valor art¨ªstico. El ni?o establece esa jerarqu¨ªa con la seguridad con que las viejas generaciones diferenciaban un cuadro bonito de uno feo. Este desarrollo parece a Steiner la consecuencia inevitable de una evoluci¨®n del arte en la que, como le habr¨ªa ocurrido a la novela despu¨¦s de Joyce, aqu¨¦l habr¨ªa tocado fondo. Ya no cab¨ªa m¨¢s que el hegeliano salto cualitativo: ?c¨®mo hubiera podido sobrevivir la noci¨®n tradicional de belleza en las artes pl¨¢sticas a las realizaciones de un Marcel Duchamp, que pod¨ªa firmar un orinal, o a las m¨¢quinas destructibles y ef¨ªmeras de un Jean Tinguely?
Hace tiempo que un ensayo no me irritaba tanto como ¨¦ste que comento. Juro que esta irritaci¨®n no se debe a que, dado mi oficio, su tesis me convierte en un hermano moderno de los dinosaurios y pterod¨¢ctilos cuando daban las primeras boqueadas, sino al airecillo superior y socarr¨®n con que el profesor Steiner interpreta el papel de una Casandra cultural, anunaciando, con alegre masoquismo -y, para que el sarcasmo fuera completo, nada menos que en una conferencia p¨²blica ante la Asociaci¨®n de Editores que, con motivo de su centenario, lo hab¨ªa invitado a hablar del libro-, el fin de una civilizaci¨®n y el advenimiento de otra, ontol¨®gicamente distinta y depurada de papel impreso.
En cuanto a la tesis misma, aunque sin duda exagerada y expuesta con innecesaria truculencia, probablemente sea cierta en sus grandes direcciones. Nadie puede poner en duda que la tecnolog¨ªa ha conseguido, en campos como los de la electr¨®nica y la inform¨¢tica, desarrollos prodigiosos, ni que los medios audiovisuales drenen cada vez m¨¢s lectores potenciales a la literatura. Me parece una delirante, provocaci¨®n, sin embargo, viniendo de alguien m¨¢s capacitado que nadie para saber que no es as¨ª, asegurar que la publicidad y la peque?a pantalla producen ya obras maestras del tama?o de las literarias. En todo caso, a¨²n no es as¨ª y los que tratamos de compaginar nuestro amor a los libros con una frecuentaci¨®n m¨¢s o menos peri¨®dica de la televisi¨®n y el Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior cine comprobamos a diario que, para que ello llegue a ocurrir, si es que ocurre alguna vez, falta un largo trecho de camino.
Por lo dem¨¢s, que el libro quede relegado a una actividad minoritaria y casi clandestina en la sociedad futura no es una perspectiva que deba desmoralizar a los amantes de la literatura. Por el contrario, muchas consecuencias positivas pueden derivar de esa marginalizaci¨®n. ?ste es para m¨ª el tal¨®n de Aquiles de la argumentaci¨®n de Steiner. Haber olvidado que la ficci¨®n y la poes¨ªa s¨®lo fueron mayoritarias, realmente populares, cuando eran orales y se contaban y cantaban en las plazas y caminos. Desde que se volvieron escritura, ambas se confinaron en una minor¨ªa ¨ªnfima, en una ¨¦lite de gentes cultas que, por supuesto, creci¨® algo con la invenci¨®n de la imprenta. Pero nunca fue la literatura un g¨¦nero para 'las masas', ni siquiera ahora, cuando, en un n¨²mero muy peque?o de pa¨ªses modernos y pr¨®speros, lleg¨® el libro art¨ªstico y creativo a un sector importante (aunque jam¨¢s mayoritario en t¨¦rminos estrictos). Dudo mucho, por ejemplo, que los lectores de novelas y poemas en Espa?a consigan llenar las tribunas del Real Madrid. Y me temo que los del Per¨² quepan y sobren en un cine.
De otro lado, la consecuencia m¨¢s notoria de la gran expansi¨®n del p¨²blico consumidor de libros literarios -la forja de esas grandes minor¨ªas en pa¨ªses como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, etc¨¦tera- ha sido parad¨®jicamente, no la difusi¨®n masiva de la mejor literatura, sino la ca¨ªda en picada de los patrones, de exigencia intelectual y art¨ªstica para el libro literario y el surgimiento de una subcultura -la del best seller- que, en vez de contribuir al goce y disfrute de las grandes creaciones literarias en prosa o verso por un vasto p¨²blico, ha servido para que estos nuevos lectores lean, sobre todo, unos productos manufacturados que son, en el mejor de los casos, s¨®lo malos, y en el peor, de una. estupidez vertiginosa que, sin duda, estraga a sus consumidores y los vacuna definitivamente contra la verdadera literatura.
A este respecto, quisiera mencionar s¨®lo dos ejemplos, que el azar acaba de alcanzarme. Leo esta ma?ana en The Times que Maya Angelou, una poeta norteamericana de segundo, o acaso tercer orden, es el poeta m¨¢s le¨ªdo de todos los tiempos en lengua inglesa, desde que el Presidente Clinton la invit¨® a leer un poema el d¨ªa de su toma de posesi¨®n. S¨®lo este a?o, Maya Angelou, en cuya poes¨ªa es recurrente el tema de la pobreza, ha ganado de derechos de autor cuatro millones y medio de d¨®lares. ?Cu¨¢ntos habr¨¢ ganado la bella modelo de largas piernas Naom¨ª Campbell, que hace alg¨²n tiempo public¨® una novela lanzada con una feroz publicidad de radio y televisi¨®n? No estoy en contra, naturalmente, de que las modelos escriban novelas. Pero, ah¨ª est¨¢ la cuesti¨®n. La se?orita Campbell no la ha escrito, s¨®lo aparece como autora. Y esto no se oculta al p¨²blico que acude a comprar el libro -m¨¢s numeroso, claro est¨¢, que el que lee a Naipaul o a Doris Lessing-, pues debajo del t¨ªtulo se estipula que la novela ha sido "escrita por..." un pobre escribidor necesitado de cuyo nombre no quiero acordarme.
?Por qu¨¦ tendr¨ªamos que derramar l¨¢grimas por la desaparici¨®n de esta feria de la impostura, de la confusi¨®n y de las vanidades? Si eso es lo que va a desaparecer con la arrolladora arremetida de la cultura audiovisual, bienvenida sea ¨¦sta. El libro no va a morir, por supuesto. Retornar¨¢ a donde estuvo casi siempre, a un enclave conformado por minor¨ªas que lo mantendr¨¢n vivo y al mismo tiempo le exigir¨¢n el rigor, la buena palabra, la inventiva, las ideas, las persuasivas ilusiones, la libertad y las audacias que brillan por su ausencia en la gran mayor¨ªa de esos libros que usurpan ahora la denominaci¨®n de literarios. En esa fraternidad futura de catec¨²menos del libro, el profesor Steiner ser¨¢ le¨ªdo y comentado, sin necesidad de que, -a sus a?os- haga el enfant terrible.
Copyright Mario Vargas Llosa 1996. Copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SA, 1996.
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