Indecision
Cuando se cumplen tres meses desde las elecciones generales y un mes desde que Aznar logr¨® formar Gobierno, todav¨ªa seguimos empantanados en el marasmo de la indecisi¨®n y la pasividad. Y como en la pol¨ªtica parece haber calma chicha, sin viento que hinche las velas de la nave gubernamental, el impaciente pasaje se aburre en la ociosidad, obligado a distraerse una vez m¨¢s con la contemplaci¨®n mil veces repetida de la misma postal tur¨ªstica de los GAL, ya manoseada hasta la saciedad. Por eso cunde la inquietante impresi¨®n de que este Gobierno quiz¨¢ no funciona, ni a este paso llegar¨¢ nunca a funcionar. Es cierto que es muy pronto todav¨ªa, pues ni siquiera han transcurrido los 100 d¨ªas de cortes¨ªa. Pero eso no impide que las sospechas de incapacidad o incompetencia crezcan. ?A santo de qu¨¦ viene tanta indecisi¨®n? ?Es s¨®lo prudencia o hay adem¨¢s timidez pusil¨¢nime, por no llamarlo flagrante falta de profesionalidad? Hasta ahora nos hab¨ªan comparado a Aznar con las, hienas a causa de su famosa sonrisa, que se ten¨ªa por aviesa. Pero ahora sus muecas recuerdan m¨¢s al asno de Burid¨¢n, tan deseoso de parecer inteligente que fue incapaz de decidirse por qu¨¦ camino tomar.El dilema de indecisi¨®n racional se produce cuando nos hallamos ante una bifurcaci¨®n o encrucijada que obliga a elegir entre t¨¦rminos incompatibles. La patronal o los sindicatos, el recorte o el d¨¦ficit, los impuestos o las pensiones, to be or not to be: ¨¦sas son las hamletianas indecisiones que turban la iniciativa de Aznar. Y hasta ahora parece optar por no optar, aplazando la decisi¨®n sine die y alejando de s¨ª tan amargo c¨¢liz. Pero, como se le exige que decida, finge optar a la vez por ambas alternativas incompatibles tratando de contentar a las dos partes, lo que resulta tan contradictorio e imposible como nadar y guardar ropa. Pues la causa de la indecisi¨®n gubernamental no reside en un temperamento timorato, sino en la naturaleza irresoluble del problema: los c¨ªrculos no pueden cuadrarse: nunca, sobre todo si se trata, como es el caso, de c¨ªrculos viciosos. Por eso Aznar no har¨¢ nada: no por su aparente impotencia, sino porque nada puede hacerse, al estar condenado a repetir la misma pol¨ªtica de ajuste socialdem¨®crata pactada entre Solbes y Roca.
Esta incapacidad de romper el c¨ªrculo vicioso del d¨¦ficit que se auto-realimenta a s¨ª mismo es la que ha determinado el inevitable fracaso de otros proyectos neoliberales como el de Chirac o Kohl. Y el mejor ejemplo hist¨®rico es, sin duda, el reciente experimento de voluntarismo neoliberal protagonizado en el Reino Unido por la se?ora Thatcher, que pre tendi¨® romper el d¨¦ficit auto-realimentado recortando decididamente los gastos sociales. Pues bien, fracas¨® estrepitosamente: el gasto social brit¨¢nico pas¨¦ de suponer un 21% del PIB en 1980 a representar un 28% en 19,13 (pasando en la Espa?a socialista durante el mismo lapsodel 18% al 24% del PIB). ?Quiere esto decir que el crecimiento del gasto es irreversible, haciendo imposible todo intento de recortarlo? As¨ª parece cuantitativamente.
Pero no cualitativamente: Ramesh Mishra ha demostrado que el giro neoliberal no se produce en el volumen total del gasto, que crece, sino en su distribuci¨®n sectorial, que se modifica sustancialmente en beneficio de las clases medias urbanas y en detrimento del resto de clases subordinadas, cuyos gastos asistenciales y no contributivos se recortan sustancialmente. Y esta redistribuci¨®n regresiva de la renta se produce sobre todo por dos procedimientos: sustituci¨®n de impuestos directos por indirectos y concentraci¨®n del gasto en los derechos universales (como la educaci¨®n y la sanidad), que benefician a los votantes de centre, derecha, mientras se anulan o reducen los derechos sectoriales (salarios de integraci¨®n, madres solteras, pensiones no contributivas, servicios sociales, etc¨¦tera). Y la consecuenc¨ªa es el crecimiento de la desigualdad social. ?ste es el aut¨¦ntico giro oculto que, bajo el disfraz del populismo indeciso, tratar¨¢n de colarnos los neoliberales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.