Bosques
Buena parte de las mayores y m¨¢s grandes enfermedades ambientales ser¨ªan curadas con el poderoso f¨¢rmaco llamado Bosques. S¨®lo el listado de sus prestaciones y efectos beneficiosos para el derredor, la sociedad, y cada uno de nosotros llenar¨ªa el resto de esta columna. D¨¦jenme en cualquier caso que recuerde tan solo que a su verdor debemos en parte que nuestra sangre sea roja. O que no es casualidad alguna que nuestros pulmones imiten la forma del ¨¢rbol.Por eso, los recientemente exhibidos prop¨®sitos del nuevo ministerio de dar prioridad a la pol¨ªtica forestal resultan buena noticia. Aunque nadie sabe c¨®mo se va a forestar m¨¢s con menos dinero, ni c¨®mo se van a salvar m¨¢s arboledas del fuego con una clara merma de los presupuestos destinados a la prevenci¨®n, ni c¨®mo se van a coordinar mejor ambas peleas con mayor dispersi¨®n administrativa o pasando a Protecci¨®n Civil una materia que no domina. Lo ¨²nico cierto es que tras la inmejorable noticia que supone la creaci¨®n, del ministerio, y hasta los buenos presagios de la primera declaraci¨®n de intenciones de su responsable, ya nos ha llegado la contradicci¨®n, es decir, la p¨¦sima novedad de que sus presupuestos van a bajar.
Con todo, bienvenidas sean las intenciones y hasta cabe la felicitaci¨®n por ese recuerdo que la ministro Tocino dedica al exiguo 1% de nuestras masas forestales que cabe considerar todav¨ªa como verdaderos bosques. Recordemos que el resto de nuestras arboledas no son naturales, entendiendo como tales a las que mantienen desde hace al menos dos siglos su composici¨®n y estructura espont¨¢neas.
Y s¨ª nos alegra el prop¨®sito de la nueva Administraci¨®n, no menos que los varios cientos de iniciativas particulares, que desde ONG, fundaciones, colectivos, y hasta individuos aislados, vienen combatiendo la desertificaci¨®n galopante de nuestro territorio. Porque tan solo en los ¨²ltimos 25 a?os cinco millones de hect¨¢reas, dos de ellas de bosque, han pasado de estar bien vestidas a la desnudeza de la ceniza.
En medio de este panorama lo que m¨¢s desgarra es que, a pesar de las excelentes campa?as publicitarias para que la cautela prevalezca sobre las imprudencias, el n¨²mero de focos no ha hecho m¨¢s que aumentar. En el periodo 90-95 los incendios pr¨¢cticamente se duplicaron. Recordemos que cada 20 minutos se inicia en Espa?a un fuego de bosques. M¨¢s de 20.000 al a?o. No acaban ah¨ª las preocupaciones y descalabros, que resultan tanto peores cuanto a m¨¢s largo plazo se analizan las consecuencias del fuego.
Tenemos procesos graves de erosi¨®n sobre m¨¢s de la cuarta parte del territorio. 13 millones de hect¨¢reas, que fueron y deber¨ªan recuperar la condici¨®n de bosque, siguen desnudas y adelgazando. Por tanto, nada serio se har¨¢ en pol¨ªtica forestal si no se fijan objetivos de un m¨ªnimo de medio mill¨®n de hect¨¢reas anuales a revegetar. Pensemos que a tal ritmo todav¨ªa tardar¨ªamos unos 30 a?os, lo que todos sin excepci¨®n. consideramos urgente prioridad. Pero desde ahora mismo, hay otro reto todav¨ªa m¨¢s perentorio. Sabemos, y este peri¨®dico ya ha dado una primera y l¨²cida advertencia, que nos abocamos al a?o de mayor riesgo de incendios en tal vez siglos. La generosa lluvia ha sembrado un potencial infierno. Por ello alarma lo retrasado que marcha el convencional dispositivo de prevenci¨®n de la gran calamidad ambiental. Tan demorado que ya se ha llegado tarde para cualquier acci¨®n anticipadora y s¨®lo queda aprestarse, y mucho, a la labor de bomberos. Incluso podr¨ªa ser razonable que de cara a este ejercicio, y a pesar del anquilosamiento que suele acompa?ar a las partidas presupuestarias, se dedicara el m¨¢ximo posible inluso sac¨¢ndolo de lo destinado a poner m¨¢s ¨¢rboles, a combatir las llamar que ya est¨¢n agazapadas para saltar sobre nuestros predios arbolados.
Aseguremonos no seguir perdiendo bosques porque s¨®lo as¨ª comenzaremos a entender con Miguel Hern¨¢ndez que el bosque "agiganta al tiempo y al paisaje" y que m¨¢s ¨¢rboles es sencillamente darnos m¨¢s oportunidades.
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