El fe¨ªsmo como argumento
El f¨²tbol de la selecci¨®n espa?ola obliga a preguntarse para qu¨¦ sirve jugar as¨ª. Para ganar, dir¨¢n algunos. Pero tampoco se gana. Para combatir. Eso s¨ª. Para aburrirnos. Desde luego. Para irritarnos. Tambi¨¦n. ?Y si Espa?a gana, de una vez y se clasifica y vuelve a clasificarse y llega a Wembley y Zubizarreta levanta la Copa? Ser¨ªa un gran festejo, se escuchar¨ªan las bocinas en la calle, la gente se llenar¨ªa de orgullo nacional y el dato quedar¨ªa apuntado en los libros. Pero la conclusi¨®n ser¨ªa la misma: as¨ª no se juega, as¨ª no se representa la cultura futbol¨ªstica espa?ola. As¨ª no merece la pena.Los dos partidos de Espa?a han sido m¨¢s decepcionantes por el juego que por cualquier otra cosa. No es cierto que lo ¨²nico que cuenta es el resultado. La gente quiere identificarse con todo aquello que no le proporciona la selecci¨®n: la destreza, la imaginaci¨®n, la prevalencia de los buenos jugadores sobre los futbolistas troquelados para chocar, sudar, sufrir y correr. Desgraciadamente Espa?a ha apostado por el fe¨ªsmo como argumento. En plena fiebre futbol¨ªstica, con una generaci¨®n magn¨ªfica de jugadores, con el recuerdo que han dejado y dejan cada semana Koeman, Laudrup, Romario, Mijatovic o Suker, es una provocaci¨®n reducir el f¨²tbol a una patada del defensa central hacia el ¨¢rea contraria, a la espera de un rechace, de un bal¨®n dividido, de una equivocaci¨®n del adversario. Eso es jibarizar el juego, cicatearlo, despojarle de cualquier rasgo de de distinci¨®n y negar que el f¨²tbol es como la vida: la belleza sirve para hacerla mejor.
Hace seis a?os, Argentina fue finalista en Italia 90 despu¨¦s de empatar con todo el mundo y sobrevivir en las tandas de penalti. Sali¨® segunda del Mundial, pero s¨®lo se recuerda su racaner¨ªa, su juego desagradable, la vulgaridad de una propuesta extraordinariamente da?ina para el f¨²tbol. En nombre del resultado, val¨ªa todo. Incluso los argentinos dieron la espalda a aquel equipo que les traicionaba, que les negaba la alegr¨ªa y que cortaba con el hilo de la historia, con Moreno, Di St¨¦fano, Pedernera, Sivori, Grillo, Onega, Kempes y el mismo Maradona, condenado a sobrevivir en medio de un f¨²tbol miserable.
La selecci¨®n espa?ola no puede caer en el mismo pecado. No puede vivir a espaldas de la verdadera realidad de nuestro f¨²tbol, representado por otro estilo, por otra cultura, por una manera m¨¢s abierta y generosa de interpretar el juego. Pero la esperanza es m¨ªnima: Clemente ha decidido ser m¨¢s ingl¨¦s que los ingleses, m¨¢s intransigente que nunca, tan reduccionista que su discurso termina por limitarse a eso de jugar "a toda pastilla y a toda casta?a", como dijo en la v¨ªspera del encuentro con Francia. Eso s¨®lo conduce al hermetismo, al juego imposible, contra natura de muchos jugadores que se sienten desorientados en medio de tanto jomeinismo.
Ahora que Espa?a se encuentra en un cruce de caminos que le puede llevar a los cuartos de final o a la eliminaci¨®n, es mejor no atender al resultado con Rumania. El debate tiene que virar hacia otro lado: ?por qu¨¦ la selecci¨®n ha degradado su f¨²tbol hasta hacerlo insoportable?
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