Las dobleces de Ziug¨¢nov
CARLOS TAIBOLa ambig¨¹edad, se?ala el autor, es la principal se?a de identidad del candidato comunista a la presidencia de Rusia, y ello se observa en las propuestas econ¨®micas y pol¨ªticas
Cuando Guennadi Ziug¨¢nov, el candidato presidencial de los comunistas rusos, habla del pasado sovi¨¦tico, suele referirse con admiraci¨®n a Yuri Gagarin. La figura del cosmonauta da buena cuenta de muchas de las estrategias del Partido Comunista de la Federaci¨®n Rusa (PCFR). Literalmente en las nubes, apreciado por tirios y troyanos, con Gagarin se encarnan las haza?as tecnol¨®gicas de una gran potencia, sin que su persona pueda vincularse, en cambio, con las miserias del sistema que lo catapult¨® hacia el espacio. El empleo de fetiches como el de Gagarin -otro tanto puede decirse de los del mariscal Y¨²kov o el escritor Sh¨®lojov- nos emplaza de lleno ante el que es acaso principal signo de identidad del discurso de Ziug¨¢nov: la ambig¨¹edad.Lo tienen f¨¢cil quienes, tras la ambig¨¹edad, prefieren ver una operaci¨®n tramada y consciente: el PCFR necesita, a todas luces, ampliar una base de apoyo que hasta ahora se antoja poco plural y m¨¢s bien anciana (el a menudo ocurrente Zhirinovski describi¨® como un "canto de cisne" el ¨¦xito electoral comunista en diciembre: en su opini¨®n, asentada en crudas razones biol¨®gicas, la mayor¨ªa de los votantes del PCFR acudieron a las urnas por ¨²ltima vez). Gagarin, Y¨²kov, o Sh¨®lojov no obligan a cerrar muchas puertas, tanto m¨¢s cuanto que engarzan sin problemas con la mercanc¨ªa ideol¨®gica que casi todos se aprestan a vender: un nacionalismo no exento de agresividad y victimismo.
La ambig¨¹edad que es producto del c¨¢lculo despunta por doquier. Est¨¢ presente, sin ir m¨¢s lejos, en unas propuestas econ¨®micas vaporas, que ni siquiera alcanzan precisi¨®n en lo que ata?e al anunciado freno en el programa de privatizaciones. Detr¨¢s de ellas los gui?os se multiplican. Aun cuando la ret¨®rica s¨®lo invoca los derechos inalienables de las "clases populares", no hay que ser muy sagaz para entender que a quien se corteja es a la nomenklatura de otrora; para que no se diga, sin embargo, Ziug¨¢nov se ha cuidado muy mucho de tranquilizar tambi¨¦n a los capitales extranjeros y a los peque?os empresarios. Ni siquiera las propuestas pol¨ªticas escapan a la ambig¨¹edad calculada. El mismo Ziug¨¢nov que dice aceptar de coraz¨®n las reglas del juego democr¨¢tico o que reclama, cargado de serenos argumentos, una reforma constitucional que rebaje las potestades del presidente, coquetea, llegado el caso, con la v¨ªa china.
Pero hay quien atribuye un car¨¢cter espont¨¢neo a la ambig¨¹edad que nos ocupa. La enorme complejidad interna que exhibe el PCFR es el principal de los argumentos esgrimidos al respecto. En su seno se hacen valer, como poco, tres tensiones. Las dos primeras enfrentan a viejos y j¨®venes la una, y a la c¨²pula y la base, la otra. Estas tensiones, a menudo superpuestas, parecen provisionalmente zanjadas en beneficio de los primeros agentes: los j¨®venes son pocos, y nula la tradici¨®n de contestaci¨®n desde la base. Mayor relieve tiene, en cambio, la tercera tensi¨®n, que opone al centro moscovita y a una periferia guiada por otros intereses. Mientras en la Duma, en Mosc¨², el PCFR ha actuado en abierta oposici¨®n a las pol¨ªticas yeltsinianas, no puede decirse lo mismo de muchos de sus cuadros en rep¨²blicas, regiones y ayuntamientos: en la periferia es com¨²n la interpretaci¨®n entre el partido y el aparato de poder yeltsiniano. La propia visi¨®n de la cuesti¨®n nacional de la que hace gala el PCFR refuerza, en fin, la condici¨®n espont¨¢neamente ambigua de sus mensajes. No pod¨ªa ser de otro modo, cuanto que el partido, entregado a la defensa de los "valores naturales" rusos, y de la propia ortodoxia, no puede invocar con comodidad las concepciones del PCUS de anta?o.
La gran paradoja del momento es que una formaci¨®n pol¨ªtica pre?ada de ambig¨¹edad aparece a los ojos de muchos como un genuino partido de orden: el PCFR nada tiene de fuerza innovadora y subversiva. Tal paradoja s¨®lo puede explicarse en virtud de una certificaci¨®n paralela: la consolidaci¨®n del partido de Ziug¨¢nov le debe mucho a la evidente ignominia de tantas pol¨ªticas gubernamentales. Pese a sus debilidades, el PCFR -que ninguna ambig¨¹edad exhibe en su cr¨ªtica de los desafueros yeltsinianos- sale reforzado de la comparaci¨®n con quienes han ejercido el poder en los ¨²ltimos a?os.
Apenas hay respuesta, sin embargo, para una ¨²ltima e inevitable pregunta: de colocar a Ziug¨¢nov en la presidencia de Rusia, ?conseguir¨¢ el PCFR sortear ese fascinante entramado de pol¨ªtica y econom¨ªa subterr¨¢neas que malvertebra hoy el pa¨ªs? ?Se contentar¨¢ con volcarlo en su propio beneficio o, de manera a¨²n m¨¢s simple, se ver¨¢ engullido por la vor¨¢gine de mafias y grupos de presi¨®n? La ambig¨¹edad del discurso de Ziug¨¢nov, con el sinf¨ªn de escenarios que permite imaginar, aporta, y ¨¦sta es otra paradoja, una de las escasas esperanzas de consolidaci¨®n democr¨¢tica en Rusia. Porque, las cosas como est¨¢n, s¨®lo los m¨¢s ciegos pueden confiar en quien, a mitad de camino entre el capricho y el m¨¢s crudo despotismo, ha encabezado el pa¨ªs en el ¨²ltimo lustro.
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