Inagotable Mozart
El Festival Mozart inici¨® su andadura en 1988 con la Opera de C¨¢mara de Varsovia poniendo en escena dos t¨ªtulos de trayectoria posterior muy diferente: La flauta m¨¢gica se convirti¨® en un s¨ªmbolo y Las bodas de F¨ªgaro en un foco de conflictos. El director boliviano Rub¨¦n Silva era lo m¨¢s aseado, tanto en 1988 como en 1991, de unas representaciones cuyo repartos vocales no se manten¨ªan en pie, y que al menos en una de las funciones que yo presenci¨¦ fueron ruidosamente protestadas ya desde el intermedio.Mucho ha cambiado (para bien, desde luego) desde entonces el Festival Mozart, pero con Las bodas... hab¨ªa una asignatura pendiente que esta edici¨®n ha saldado con un reparto vocal y una produccion esc¨¦nica de prestigio. El punto de uni¨®n entre aquellas representaciones y las que actualmente tienen lugar en el teatro de la Zarzuela ha sido el director musical, y, curiosamente, por el foso han venido los principales problemas.
Las bodas de F¨ªgaro
Con W. Shimell, R. Ragatzu, E. Norberg-Schulz, M. Pertusi y M. Groop. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Director musical: Rub¨¦n Silva. Producci¨®n de la English National Opera. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 20 de junio.
Tal vez est¨¦ demasiado cercano el deslumbramiento de la Sinf¨®nica de Galicia con V¨ªctor Pablo P¨¦rez en La clemencia de Tito, pero la sensaci¨®n que la Sinf¨®nica de Madrid y Rub¨¦n Silva ofrecieron fue de una modesta correcci¨®n, sin que la "circulaci¨®n del deseo" o "la insatisfacci¨®n intr¨ªnseca al esp¨ªritu humano que nos impulsa de forma permanente a la b¨²squeda de un absoluto siempre pen¨²ltimo", de los que escribe Arnoldo Liberman en un magn¨ªfico art¨ªculo del programa de mano, salgan a flote con la capacidad de sugerencia que requieren. No falt¨® orden ni eficacia, desde luego, pero s¨ª un punto de fantas¨ªa y vitalidad.
En el reparto vocal hubo dos personajes excelentemente construidos en l¨ªnea, estilo, frescura y, regularidad: Cherubino, por M¨®nica Groop, y Susanna, por Elizabeth NorbergSchulz. El resto de los cantantes, con sus m¨¢s y menos, se mantuvo, no obstante, a niveles satisfactorios, incluso en prestaciones secundarias como Barbarina, por Victoria Manso, y Antonio, por Miguel L¨®pez Galindo.
La producci¨®n esc¨¦nica se entiende m¨¢s despu¨¦s de ver la original resoluci¨®n del cuarto acto. En colores vivos e intensos (amarillos, blancos, rojos, verdes), y con un sentido de la iluminaci¨®n que, lejos de llevarnos al claroscuro del XVIII o al aire que mueve las cortinas, de los sentimientos, el montaje esc¨¦nico dise?ado originalmente por G. Vick y R. Hudson para la ENO y dirigida en Madrid por J. Abulafia nos sumerge en la claustrofobia de unas relaciones humanas de dificil salida. Es conceptualmente coherente, roza a veces la monoton¨ªa en el desarrollo y tiene sorprendentes hallazgos.
Con todos estos factores, la representaci¨®n fluy¨® con la suficiente solvencia para enamorarnos una vez m¨¢s de Las bodas de F¨ªgaro, uno de esos milagros de la creaci¨®n humana, tan inagotable como profundamente conmovedor
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