El pianista cristalino
VIadimir Ashkenazy (Gorki, 1927) no vino a Madrid en esta ocasi¨®n al frente de una gran orquesta. Vino como pianista y con dos de sus compositores preferidos en la mochila: Beethoven y Chopin. Conserva Ashkenazy una desenvuelta y desenfada forma de estar, una innata comunicatividad. Su extraordinaria t¨¦cnica, unido a la facilidad con que la desarrolla, lleva a interpretaciones excitantes.Prescinde Ashkenazy totalmente de cualquier tipo de ret¨®ricas, algo que se agradece en Beethoven y mucho m¨¢s en Chopin. La Sonata n¨²mero 17 del primero fue un modelo de claridad. La din¨¢mica, los acentos, las sonoridades... : todo estaba en su sitio. El pianista ruso, nacionalidad island¨¦s, exhibi¨® una vez m¨¢s su brillantez. Arte directo, inmediato, limpio: un gozo.
Vladimir Ashkenazy
V. Ashkenazy (piano) Beethoven Sonatas 16 y 17 (La tempestad). Chopin: nocturnos, mazurkas, Barcarola Opus 60 y Balada n¨²mero 4. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de junio.
Tras el descanso, Chopin. Dos maravillosos nocturnos (los Opus 27, n¨²meros 1 y 2) nos sumergieron en una de las esencias m¨¢s renovadoras del piano rom¨¢ntico. Solamente por ellos ya habr¨ªa valido la pena el recital. Pero hubo m¨¢s: Barcarola, marzurkas, una balada resuelta con virtuosismo cristalino.
Fue un feliz reencuentro y una apropiada manera de celebrar el D¨ªa Europeo de la M¨²sica. El nervio y la transparencia en la interpretaci¨®n pian¨ªstica no es algo que se escuche todos los d¨ªas con tanto desparpajo y naturalidad. El p¨²blico, ante tal demostraci¨®n de musicalidad, sali¨® encantado del Auditorio.
Babelia
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