Alemania gana la revancha de Wembley
Despu¨¦s de 30 a?os volvi¨® a haber pr¨®rroga, pero esta vez cay¨® Inglaterra
Despu¨¦s de treinta a?os, tambi¨¦n hubo pr¨®rroga en Wembley y una jugada -el gol anulado a Kuntz- casi tan discutible como el c¨¦lebre gol fantasma de Hurst. Pero en cuesti¨®n de tradiciones hay que remontarse a dos m¨¢s recientes: Alemania volvi¨® a apartar a los ingleses de las semifinales en los penaltis, como en el Mundial 90, y se medir¨¢ con los checos en el ¨²ltimo partido. Otro gui?o a la historia, pues habr¨¢ que hablar de aquella final del 76 y del c¨¦lebre penalti de Panenka. La actualidad tambi¨¦n sigue sus leyes. Esta Eurocopa se gana y se pierde en el punto de penalti. Por lo visto, cuando no hay f¨²tbol se juega a la ruleta.En Wembley no hubo exquisiteces, s¨®lo dos equipos que respetaron sus formatos. Alemania, que est¨¢ en tiempos de crisis, volvi¨® a demostrar la fiabilidad de su car¨¢cter y no se descompuso con el gol de Shearer, el m¨¢s antiguo del mundo y muy dif¨ªcil de defender: c¨®rner, pelota al primer palo, Adams con el peine y el tipo que llega como ob¨²s por detr¨¢s. Shearer, por supuesto. Pero los alemanes empataron de puro alemanes que son. Avanzaron, conquistaron algunos metros, se acercaron al ¨¢rea y, cuando parec¨ªa que no pasaba nada, marcaron el empate. Otro gol de toda la vida. Un pase al segundo palo que aprovech¨® Kuntz. Hay especialistas que viven de esto durante quince a?os. Kuntz debe ser uno de ellos. Cuenta 34 a?os y ha conseguido meterse en la se lecci¨®n alemana por la v¨ªa del Besiktas de Estambul. Curiosidades del f¨²tbol.
Una vez reestablecido el equilibrio, Alemania regres¨® a su primera idea. El equipo sali¨® defensivo, con mucha gente detr¨¢s y con poco inter¨¦s por estirarse.
Inglaterra tampoco dispone de grandes talentos. No le queda un Charlton, un Moore, un Peters y probablemente un Ball, pero tuvo m¨¢s generosidad y ataque. As¨ª como los alemanes son fiables, los ingleses son generosos en el esfuerzo, en la actitud.
Hasta bien entrado el segundo tiempo, pongamos que hasta el minuto 75, Inglaterra protagoniz¨® el juego de ataque, aunque no sac¨® todo el rendimiento que merec¨ªa su actitud. Su iniciativa tampoco se hab¨ªa concretado en remates. Hab¨ªa ruido, vocaci¨®n, intensidad, pero todo se qued¨® en el pen¨²ltimo pelda?o. Un esfuerzo est¨¦ril que desgast¨® la condici¨®n f¨ªsica de los jugadores. Enfrente, Alemania se defend¨ªa con todo el equipo en su campo, confiado el equipo en su tradicional buena estrella, en el h¨¢bito de manejar resultados y situaciones en los grandes torneos. Juego no tuvo, ni ocasiones. Si Inglaterra est¨¢ lejos del equipo que gan¨® el Mundial del 66, Alemania se encuentra a una distancia sideral de las sucesivas eras que marcaron Seeler, Beckenbauer-Overath, Schuster y Matthaus. El partido se aboc¨® a la pr¨®rroga porque lo ped¨ªa el gui¨®n. Y pareci¨® como si de repente a todos les apretara la urgencia del gol. El partido se rompi¨® y pod¨ªa pensarse que no habr¨ªa tanda de penaltis. Gascoigne no lleg¨® por un dedo a dos pases cruzados en el ¨¢rea y Alemania se desperez¨® en varios contragolpes. Pero si el f¨²tbol obliga a recordar la historia -el 66, el 76, Panenka-, esta Eurocopa ordena que los partidos se decidan en la rueda de la fortuna. Y ah¨ª gan¨® Ale mania. Treinta a?os despu¨¦s se tom¨® la revancha en Wembley.
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