Por el facilismo y el miedo
Cosas sueltas y no enteras. La zona presionante de Italia, perfecta en su organizaci¨®n y actitud pero devastadora f¨ªsicamente. Por ella Italia fue un equipo atractivo, pero por ella tuvo que volverse a casa antes que nadie. Para jugar con esa intensidad hay que cambiar piezas de la maquinaria en cada partido y Sacchi ya habr¨¢ aprendido que todas las piezas no valen lo mismo. El juego asociado de Portugal con mucha movilidad de los medios y excelente circulaci¨®n del bal¨®n. Del medio centro hacia adelante nadie respeta los lugares pero s¨ª las obligaciones y saben agruparse solidariamente para defender. Su defecto es que necesita demasiados hombres para tener el bal¨®n y eso le resta presencia atacante (muchos para tocar y ninguno para gol-pear).?El objetivo! S¨®lo Alemania dio vuelta un gol en contra: el que marca primero suele ganar o, al menos, empatar. El gol es tan importante que nadie lo busca; al rev¨¦s, casi todos se cuidan de que no se lo metan. Es justo que los goleadores valgan fortunas. Shearer (5) fue el gran especialista: vale tanto como los pases que recibe, inteligente para los movimientos (no espera, llega), simple, letal; Suker (3) es de los que le agrega peligro a los balones que recibe: no mete goles, los construye; Stoichkov (3) cumpli¨® con su cuota pero necesit¨® de un penalti y una falta; Klinsmann (3) mejor¨® con la edad: hace goles pero tambi¨¦n se asoma a todas las jugadas y no se equivoca con el bal¨®n.
Buena cosecha. Forma parte de la conjura contra el gol: hay buenos porteros. Van der Sar (Holanda), Kouba (Rep¨²blica Checa), Lama (Francia), Schmeichel (Dinamarca), Vitor Baia (Portugal), cada uno con su estilo pero todos con buen nivel. Empiezan a abandonar la c¨®moda sombra del larguero; entendieron que el f¨²tbol actual los necesita como jugadores que tienen el privilegio de usar las manos. No es f¨¢cil tirarlos al suelo con un amague, achican bien los ¨¢ngulos y empiezan a usar sin histeria y con criterio los pies.
El tercer escal¨®n. No se trata de encontrarle una cabeza a la corona de Maradona (s¨®lo nacen cuatro o cinco jugadores as¨ª en un siglo), pero es que tampoco vemos a nadie que pueda acceder a la corte de Luis Su¨¢rez, Platini o Van Basten. A partir del tercer escal¨®n merecen un homenaje Suker, el ¨²nico con capacidad de modificar un partido y provocar asombro; y Djorkaeff, un falso delantero que se mueve con inteligencia, es claro para el ¨²ltimo pase y certero para el gol. Ninguno de los dos est¨¢ lejos de los 30 a?os y de esa quinta tambi¨¦n jugaron para esta galer¨ªa Hagi, Letchkov, Zola, Sammer y Maldini. Hay una generaci¨®n intermedia con jugadores interesantes como Ziege, una postal del buen futbolista: preciso, de gran aceleraci¨®n y capaz de resolver relajadamente las situaciones de premio; McManaman, muy atado a la raya pero con atrevimiento, habilidad y velocidad Para dar vuelta un partido, y Rui Costa, un excelente mediocampista de ida y vuelta que tiene mejor relaci¨®n con el juego que con el gol.
La sala de m¨¢quinas. Me asust¨¦ cuando algunos especialistas eligieron a Dieter Eilts en el equipo ideal. Se trata de un mediocampista de contenci¨®n al que puede caberle, como m¨¢xima distinci¨®n, la frase un jugador oscuro pero eficaz. Cumple con los relevos, tiene gran capacidad destructiva y si se encuentra con el bal¨®n lo aleja (no siempre le acierta a lo verde). Me lo represento con un uniforme y una escoba en la mano: el jugador funcionario que se ocupa del trabajo sucio. En ese lugar del campo se cortaron muchos partidos; todos los equipos pusieron una especie de barricada delante de la defensa para favorecer la contenci¨®n, de modo que saltan al recuerdo muchos nombres: Albertini y Di Matteo (Italia) Paulo Sosa y Oc¨¦ano (Portugal), Nedved y Bejbl (Rep¨²blica Checa), Hierro y Nadal, o Hierro y Alkorta, o Hierro y Amor (Espa?a). El medio centro son dos. Esa zona, siempre generadora (le f¨²tbol (?se acuerdan de un tal Guardiola?), ahora es un infierno.
Ceder la iniciativa. El virus de la presi¨®n sobre el que no quiero insistir. S¨®lo Inglaterra, Holanda y Portugal salieron a buscar los partidos; los dem¨¢s salieron a esperarlos. Es una p¨¦sima noticia que aquellos equipos que menos hicieron por tomar el mando hayan sido los que: llegaron m¨¢s lejos. Demasiados hombres grises al frente de demasiados jugadores grises: se pondr¨¢ de moda el gris. Es cierto que en algunos casos la tendencia tiene que ver con la escasez de talento pero en general est¨¢ relacionada con el facilismo: con mucha gente defiende cualquiera. Y con el miedo: perder es una cat¨¢strofe.
El inicio del problema. El buen jugador ocurre espont¨¢neamente. En la pel¨ªcula Buscando a Bobby Fischer, que trata de la historia real de un joven jugador de ajedrez, se califica como "impostores competentes" a los presuntos formadores de talentos de los que abundan en todas partes y, al parecer, en todos los juegos. Cuando hablo del barrio como escuela no es para proponer que el profesional se muera, de risa cuando salga a jugar un partido; lo contrario, se trata de devolverle la autenticidad de aquella primera pasi¨®n en donde el orgullo se defend¨ªa metiendo la pierna fuerte y siendo mejor que los otros, cuando, nos daba verg¨¹enza darle el bal¨®n mal a un compa?ero y nos her¨ªa perder. ?O algunos de ustedes jugaba en broma en su barrio? Profesionalizar aquella fiesta es aceptar otro nivel de responsabilidad pero jugar bien sigue respondiendo a las mismas claves, sigue teniendo la misma dificultad, sigue provocando la misma satisfacci¨®n. Elegir atletas con la intenci¨®n de hacerlos futbolistas es una ingenuidad da?ina que conduce a la mediocridad.
?Cambiar qu¨¦? Hay coincidencias: se trata de la peor Eurocopa de la historia. Y hay preocupaci¨®n: as¨ª no se puede seguir. Ese tipo de conclusiones se hacen siempre con un cuchillo en la mano para descuartizar el reglamento. Voces tan m¨ªticas como la de Pel¨¦ hablan de hacer desaparecer el fuera de juego, de jugar con un hombre menos (de 11 a 10), de tiros libres sin barreras y saques de banda con los pies. ?Para qu¨¦? ?Cu¨¢nto tardaremos en bastardear todo eso? Estoy de acuerdo en que es m¨¢s f¨¢cil cambiar el reglamento que al hombre, pero no hay soluci¨®n que no pase por la siguiente ecuaci¨®n: menos m¨²sculo, menos t¨¢ctica; m¨¢s talento, m¨¢s t¨¦cnica. Con Baggio, Signori, Guardiola, Ra¨²l, De la Pe?a, Cantona, Ginola y otros parecidos estar¨ªamos hablando de una gran Eurocopa. Al fin y al cabo sin los buenos tambi¨¦n se vuelve a casa antes de tiempo. El resultadismo sin resultados; o sea, nada.
?Hay alguien ah¨ª? Este f¨²tbol convence a los que ya est¨¢n convencidos. S¨®lo se puede ver participando (estando a favor de un equipo y en contra del otro) con la l¨®gica del hincha. Para los espectadores, aquellos que como Eduardo Galeano van por los estadios "mendigando un poco de buen f¨²tbol" y son despreciados por exceso de sensibilidad, va mi ¨²ltimo recuadro. Durante tres semanas estuve hablando solo desde este cuaderno para alguien que nunca s¨¦ qui¨¦n es, ni siquiera si est¨¢. Lo hice desde un lugar impreciso en donde coinciden el jugador, el entrenador y el aficionado. Viv¨ª en la carretera, de estadio en estadio y a todo f¨²tbol; si hay alguien ah¨ª, gracias por acompa?arme.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.