Corresponsabilidad
Recrecida por su reconciliaci¨®n fraternal, la derecha espa?ola (castellana, catalana y vasca) se dispone a desarticular el poder del Estado central: privatizando sus propiedades, empobreciendo a sus funcionarios, foralizando la Hacienda y recortando los derechos sociales. La excusa es lo de menos, pues a estas alturas ya quedan pocas posibilidades de cumplir el diktat de Maastricht. De hecho, cabe sospechar que se abriga la secreta esperanza de incumplir las condiciones de convergencia, a fin de aprovechar el tir¨®n exportador que se derivar¨¢ de la devaluaci¨®n competitiva de la peseta, cuando nos quedemos fuera de la moneda ¨²nica. Por eso, si se sigue enarbolando la bandera de Maastricht, no es tanto porque se crea en ella sino para utilizarla como el mejor espantap¨¢jaros contra la izquierda, a fin de obligar a la poblaci¨®n a que se trague sin rechistar los peores recortes del gasto que s¨®lo beneficiar¨¢n a las clases propietarias.?Y qu¨¦ hace mientras tanto la izquierda?: callar u otorgar, consintiendo por impotencia esta jibarizaci¨®n reductora de la cabeza estatal. Es cierto que Anguita ahueca su voz para recriminar una vez m¨¢s. Pero como en el cuento del pastorcito y el lobo, es tan sectario su dogmatismo que nadie le toma en serio, ni siquiera sus bases cautivas que tanto gusta de utilizar como coartada. Gonz¨¢lez y C¨ªa, por su parte, no est¨¢n para nada, abrumados como se encuentran por la evidencia de que ya no conservan ni un s¨®lo elector que pueda creer ni aun queriendo en su inocencia. As¨ª que s¨®lo nos quedan los sindicatos liderados por Antonio Guti¨¦rrez como ¨²nica alternativa. Pero sus posibilidades de oponerse como quijotes solitarios al molinete huracanado que piensa desatar la derecha resultan inciertas.
Si somos realistas, reconoceremos que la chance de la izquierda, en su oposici¨®n a la santa alianza neoliberal conjurada por Aznar, es m¨ªnima. Por eso cabr¨ªa recomendarles que midan las fuerzas con que cuentan y que no traten de malgastarlas in¨²tilmente en ruinosas resistencias a la numantina. En particular, creo que ser¨ªa un error empe?arse en ganar una batalla de antemano perdida, como ser¨ªa intentar defender, en nombre de la cohesi¨®n social, el trasnochado keynesianismo y un jacobinismo de pacotilla.
El Estado de bienestar debe ser reformado pues, con Maastricht o sin Maastricht, as¨ª no se puede continuar. Por eso, en lugar de oponerse a su cambio necesario, conviene impulsarlo, dirigirlo y liderarlo. ?En qu¨¦ sentido?: en el dise?ado por los Pactos de Toledo, que apunta hacia la total corresponsabilidad. Es preciso distinguir entre pensiones contributivas, que deben ser proporcionales al esfuerzo personal incentivando el ahorro de cada uno (autorresponsabilidad), y las no contributivas, que redistribuyen solidariamente la renta (responsabilidad social) con cargo al presupuesto estatal.
Pues bien, este mismo criterio debe ser igualmente aplicado a la financiaci¨®n auton¨®mica. A fin de estimular el desarrollo econ¨®mico end¨®geno, hay que distinguir entre financiaci¨®n propia, que debe ser proporcional a la base imponible de cada comunidad aut¨®noma (autorresponsabilidad), y financiaci¨®n estatal transferida (de responsabilidad p¨²blica), que cubre las necesidades insatisfechas mediante fondos cohesivos de compensaci¨®n interterritorial.
La corresponsabilidad exige ambas dimensiones, sin que ninguna prime sobre la otra. Si falta autorresponsabilidad, como sucede ahora, no hay ahorro ni desarrollo end¨®genos, y se esfuerza la dependencia econ¨®mica. Pero si falta la responsabilidad p¨²blica, como querr¨ªa la derecha, se pierde la cohesi¨®n y crece la desigualdad con riesgo de fractura. Por eso tiene raz¨®n la izquierda, cuando insiste en defender la solidaridad colectiva. Pero esa defensa es suicida si no va unida a la decidida aceptaci¨®n de la autorresponsabilidad: ¨²nica f¨®rmula que, tanto para las regiones pobres como para las clases asalariadas, garantiza la conquista futura de la independencia econ¨®mica.
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