Karadzic y el carnaval de Pale
No es el menor m¨¦rito de Radovan Karadzic mantener en jaque desde hace cuatro a?os a los m¨¢s significados poderes terrenales. El antiguo psiquiatra ha aprendido muy bien su oficio. Es un superviviente nato y s¨®lo abandonar¨¢ el poder cuando no quede un ¨¢tomo de aire o si los soldados de la OTAN reciben la improbable orden de ir a buscarlo. Mientras el plenipotenciario europeo Carl Bildt ense?aba ufano el domingo un papel con la firma de Karadzic en el que ¨¦ste le promet¨ªa que s¨ª, que se marchaba, Pale anunciaba que el l¨ªder serbobosnio segu¨ªa. Mientras el chasqueado mediador sueco recitaba por en¨¦sima vez su mantra de las sanciones, el ultranacionalista partido gobernante de la Republika Srpska ped¨ªa a su jefe que se presente a las pr¨®ximas elecciones generales, y le coronaba como fact¨®tum del proceso en el 49% del territorio que controla. Occidente ha establecido con los serbios de Bosnia un patr¨®n de declaraciones solemnes y amenazas jupiterinas que Karadzic y los suyos aprendieron hace mucho a considerar flatus vocis.
Cuando Karadzic se retire de verdad a las cavernas -depende de Estados Unidos- lo har¨¢ despu¨¦s de haber descarrilado los acuerdos de Dayton, cuya ejecuci¨®n tambi¨¦n civil supuestamente garantizaban sobre el terreno 50.000 soldados de elite.
El cabecilla separatista ha aprovechado muy bien el tiempo que le regalan sus verdugos nominales. Dayton no solo preve¨ªa, ya en noviembre, su "inmediata" destituci¨®n" y su enjuiciamiento como criminal de guerra. En los siete meses transcurridos, Karadzic y su comandante en jefe, Ratko Mladic, han forzado por el terror la evacuaci¨®n por los suyos de la perdida Sarajevo, mostrando -al mundo que la convivencia ¨¦tnica rubricada en Ohio era papel mojado; han arrasado y hecho hogueras -con el consentimiento del almirante Leighton Smith- con casas e instalaciones que los serbios no iban a poder utilizar m¨¢s; han impedido la circulaci¨®n por su territorio de musulmanes y croatas, de lo que Washington hizo casus belli cuando impuso a los l¨ªderes tribales yugoslavos el acuerdo de pacificaci¨®n.
Los m¨¢s buscados criminales internacionales han utilizado tambi¨¦n su tiempo para esquiar, pasearse en comitiva por entre, las patrullas de la OTAN o asistir a funerales televisados de sus ac¨®litos en el Belgrado de su mentor Milosevic. Todo para desmayo del infatigable fiscal de La Haya, el juez Richard Goldstone, impulsor de su encausamiento y a punto de regresar, a Sur¨¢frica, cumplido su compromiso temporal con el alto tribunal de la ONU. Karadzic y Mladic han probado ser los m¨¢s determinados y resistentes en su estrategia para hacer naufragar Dayton y conseguir lo que, bajo la batuta de Slobodan Milosevic, iniciaron en 1992: la segregaci¨®n ¨¦tnica y geogr¨¢fica del espacio serbobosnio y su inevitable uni¨®n con la madrastra Serbia. Ellos y sus secuaces han explotado magistralmente las divisi¨®n occidental y su p¨¢nico a las bajas entre sus fuerzas armadas. El virus de la unproforizaci¨®n ha prendido tambi¨¦n en la OTAN.
La corona de la saga bosnia son las pr¨®ximas elecciones en las dos mitades del nuevo Estado, que consagrar¨¢n su partici¨®n tribal. Una farsa democr¨¢tica en la que, a dos meses vista, no se cumple una sola de las precondiciones establecidas: libertad de movimientos, pluralidad informativa, ambiente pol¨ªtico neutro. Quienes en diciembre pasado exig¨ªan la m¨¢s estricta interpretaci¨®n de los acuerdos de paz, EE UU a la cabeza, han apadrinado ahora unos comicios que liquidar¨¢n definitivamente la democracia multi¨¦tnica que prescrib¨ªan. El estadounidense Robert Frowick, al frente del Orocese, ha dado luz verde al disparate que organizar¨¢ unos miniestados balc¨¢nicos bajo el pr¨ªncipio de la depuraci¨®n etnica, legitimizar¨¢ el imperio de los criminales de guerra en la parte serbia y dejar¨¢ listo el decorado para un nuevo acto sangriento si la OTAN se retira este a?o.
El m¨¦dico montenegrino acumula otros m¨¦ritos. Se ha hecho a su medida un parlamento y un partido gobernante y ha conseguido lavar el cerebro a la mayor¨ªa del medio mill¨®n de personas sin demasiados recovecos a las que controla. Como es evidente cuando se recorre la zona, son muy pocos los que han conseguido resistir la apisonadora de la intimidaci¨®n y la propaganda fascista sobre la que ha edificado su satrap¨ªa.
Va a hacer un a?o que Karadzic, en el apogeo de su poder y en el cl¨ªmax de asesinatos, desatado por sus soldados en Srebrenica, se despachaba con este peri¨®dico en Pale en una entrevista que, en perspectiva, constituye el testamento de un individuo empe?ado a trav¨¦s de la mentira y la violencia en un proyecto aniquilador en buena parte cumplido. Entonces, s¨®lo le faltaba sobre su mesa el globo terr¨¢queo con el que Chaplin jugueteaba en su inmortal parodia de Hitler. Todav¨ªa hoy, cuando el cabecilla serbobosnio es poco m¨¢s que el jefe de una banda de mercenarios dispuestos a lo que sea con tal de poder seguir enviando dinero a Malta, controla la polic¨ªa, la televisi¨®n y el dinero.
Karadzic sobrevive no s¨®lo por su astucia. Lo hace con la inestimable ayuda de una Europa inane sin las oportunas instrucciones de Washinton, y de unos Estados Unidos que, tras los acuerdos de Dayton, han decidido mirar hacia otro lado, cualquiera que sea el precio futuro, con tal de no comprometer en noviembre las posibilidades electorales de Clinton.
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