Tres virtuosos
Lleno a reventar en el patio central de Conde Duque. Se vendieron, a 4.000 pesetas, cientos de entradas para estar de pie. El concierto comenz¨® con 45 minutos de retraso.Un p¨²blico convencido de antemano disfrut¨® con la m¨²sica de tres virtuosos de la guitarra cuya calidad es incuestionable, y pele¨® lo suyo para lograr dos propinas a las que ellos no parec¨ªan muy proclives. Se consiguieron y todos tan contentos.
Y sin embargo, el virtuosismo en s¨ª mismo nunca puede dejamos plenamente satisfechos. El arte de hacer m¨²sica es eso y algo m¨¢s; eso, el virtuosismo, en segundo lugar. Pero antes est¨¢ el contenido, lo que esos m¨²sicos de excepci¨®n nos est¨¢n contando, si nos conmueve y apasiona o nos deja m¨¢s o menos indiferentes.
Paco de Luc¨ªa, Al di Meola y John McLauglilin
Madrid, Conde Duque, 3 de julio.
Ah¨ª es donde este concierto nos pareci¨® fallido. Casi nada inquietante, que nos conmoviera o emocionara ninguna pasi¨®n. Y s¨ª mucho fuego de artificio, tocar por tocar, punteados y picados vertiginosos, rasgueados de ventilador... Si pens¨¢ramos que de verdad estos tres virtuosos no son capaces de ofrecernos otra cosa, ser¨ªa aterrador.
El toque inicial
Son capaces, por supuesto. Paco de Luc¨ªa en su toque inicial en solitario nos dio la medida de su capacidad jonda, de su flamencura sin reticencias. Despu¨¦s, en las interpretaciones a d¨²o y a tr¨ªo, a veces surg¨ªa la chispa del genio, entabl¨¢ndose di¨¢logos endiablados entre dos de esas guitarras; particularmente hubo alguno sensacional entre McLaughlin y el De Luc¨ªa, en la versi¨®n que hicieron del admirable Zyriab de ¨¦ste, que fue lo m¨¢s destacable de una noche no ciertamente memorable.
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