La ley de Darwin
LA ADOPCI?N en el territorio australiano de Darwin de una ley que regula la eutanasia activa voluntaria para enfermos en fase termina? ha provocado una viva pol¨¦mica en ese pa¨ªs. Dada la creciente sensibilidad sobre este asunto en las sociedades m¨¢s avanzadas, el debate se ha extendido a otros pa¨ªses. Hasta ahora, en Darwin tan s¨®lo se admit¨ªa la renuncia a mantener con vida mediante procedimientos excepcionales a enfermos sin ninguna esperanza, la llamada eutanasia pasiva. Las autoridades federales australianas han advertido a los m¨¦dicos de Darwin que pueden ser perseguidos por homicidio si ayudan a morir a sus pacientes antes de que el Parlamento y el Tribunal Supremo del pa¨ªs se pronuncien al respecto.La ley aprobada por el territorio de Darwin contiene numerosas cautelas: el enfermo debe ser mayor de 18 a?os; tres m¨¦dicos, entre ellos un psiquiatra, deben certificar que no existe ninguna soluci¨®n para su mal y que se encuentra capacitado para tomar esa decisi¨®n; un periodo de reflexi¨®n de siete d¨ªas separar¨¢ la decisi¨®n del acto... Y sin embargo, muchas voces se alzan estos d¨ªas para denunciar que esa ley puede convertir a Darwin (200.000 habitantes) en la capital mundial de los suicidas. A los cl¨¢sicos argumentos religiosos, reiterados con firmeza por el Vaticano, se unen los de aquellos que, desde posiciones laicas, denuncian que la legalizaci¨®n de la eutanasia activa puede llevar a una situaci¨®n en la que, dados los elevados costes materiales y humanos del tratamiento de los casos terminales, se generalice una actitud social favorable a la eliminaci¨®n r¨¢pida de los pacientes en estado muy grave, empuj¨¢ndoles a aceptar su muerte. Es, en efecto, un peligro real.En el otro lado, doctores como el australiano Philip Nitschke citan casos concretos y estremecedores de pacientes que reclaman el derecho a terminar de modo voluntario e indoloro con unos sufrimientos terribles, in¨²tiles y sin esperanza. Esos m¨¦dicos ponen el dedo en la llaga de un problema real, que en Espa?a ha sido personalizado por el tetrapl¨¦jico Ram¨®n Sampedro al exigir su derecho a morir dignamente en virtud de los elementos fundamentales -libertad, dignidad, desarrollo de la personalidad...- que configuran la vida humana. Casos como el de Sampedro plantean serias dudas sobre el empe?o en prolongar artificialmente la vida de un enfermo irrecuperable, lo que ha sido calificado de encarnizamiento terap¨¦utico por alcanzar, en ocasiones, niveles intolerables de crueldad e inhumanidad
En el mundo van abri¨¦ndose camino las actitudes abiertas a la posibilidad de ofrecer salidas humanitarias a casos extremos de enfermedad. En la legislaci¨®n holandesa, sin suprimir el delito de eutanasia, se han introducido eximentes -voluntad del enfermo, sufrimientos insoportables, agotamiento de todas las v¨ªas de curaci¨®n... -para los m¨¦dicos que la practiquen de forma pasiva en determinadas condiciones. Como en otros asuntos controvertidos, Holanda ha optado por la v¨ªa de la tolerancia.
Pero el Estado norteamericano de Oreg¨®n ha ido m¨¢s lejos al legalizar expl¨ªcitamente la eutanasia si se cumplen una serie de requisitos estrictos, y lo m¨¢s probable es que otras sociedades desarrolladas se vayan sumando a la idea de que, con todas las precauciones y garant¨ªas exigibles, las personas que se encuentran en una situaci¨®n tan dolorosa como irremisiblemente fatal deben poder ejercer el derecho a decidir por s¨ª mismas el momento y la forma de su tr¨¢nsito desde la vida a la muerte.
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