Di¨®genes, Quevedo...

Gracias Jos¨¦ Luis Arrieta, corresponsal en el pelot¨®n de este peri¨®dico. Gracias, y que sepas que ya he encargado novenas para tu bien en el asfalto y para tu bien terrenal absoluto. Gracias porque ayer, en estas columnas, escribiste la sabidur¨ªa. Recuerda: "Por lo menos no nos hemos mojado. Y tampoco nos hemos dado, la mayor¨ªa, la gran paliza. F¨ªjate, Jos¨¦ Luis Arrieta, qui¨¦n me ha telefoneado desde sus retiros orgi¨¢sticos para que te d¨¦ su recado. El primero fue Di¨®genes, el c¨ªnico de Atenas: "Me averg¨¹enzo de no haber pensado en la bic", me dijo lloriqueando. Son¨® otra vez el tel¨¦fono Y era Arist¨®teles: "He perdido mi vida", lament¨®. Y luego S¨®crates: "Reco?o, dale mi direcci¨®n a Jos¨¦ Luis y que venga a auscultarme". DeIscartes me bronque¨® porque mi tel¨¦fono comunicaba sin respiro ni contemplaciones y acab¨® moralizando: 'Pobre de aquel que se moje el culo sin permiso de la cabeza, la frescura del alma s¨®lo es de los que maldicen una paliza inoportuna". Y antes de irme a los campos a pensar en t¨ª, a¨²n me telefone¨® Quevedo: ''Dile a don Jos¨¦ Luis que su profesi¨®n es la astrof¨ªsica". Ya en el campo todo eras t¨²: se me habl¨® de amor a t¨ª y una se?ora me regal¨®, para t¨ª, 150 cogollos de Tudela y 450 anchoas: te lo env¨ªo por mensajero con alas.-