Hasta m¨¢s ver
Acab¨® la Feria del Toro sin pena ni gloria. Hasta m¨¢s ver, Pamplona. Volveremos el a?o pr¨®ximo, si Dios quiere, aunque no precisamente cargados de ilusiones. Los san fermines de 1996 han constituido una lamentable frustraci¨®n.Lo malo de la Feria del Toro es que ha faltado el toro. Ha sido una feria m¨¢s; es decir, sin toro. Se except¨²an un par de corridas, acaso tres y todo lo dem¨¢s pertenec¨ªa a ese saldo vergonzoso con que los taurinos est¨¢n destruyendo la fiesta.
Toros que parecen toros pero que no son toros. Toros de aspecto fiero pero que se comportan como borregos. Toros atacados de kilos pero que no tienen media torta. As¨ª result¨® la corrida ¨²ltima, del Marqu¨¦s de Domecq, cuyos toros ni siquiera parec¨ªan pertenecer al Marqu¨¦s de Domecq.
Domecq / S¨¢nchez, Tato, Liria
Cinco toros del Marqu¨¦s de Domecq, y 3? sobrero de Pallar¨¦s, regordios, bien puestos aunque varios sospechosos de pitones, media casta, abotargados. Sergio S¨¢nchez: pinchazo, otro perdiendo la muleta, pinchazo -aviso-, media estocada tendida, cuatro descabellos y se echa el toro (silencio); pinchazo, otro bajo y estocada perdiendo la muleta (aplausos y salida al tercio). El Tato: estocada atravesada que asoma y rueda de peones (silencio); estocada (aplausos y salida al tercio). Pep¨ªn Liria: pinchazo tirando la muleta, media delantera, rueda insistente de peones y descabello (vuelta); pinchazo y estocada (petici¨®n y vuelta). Plaza de Pamplona, 14 de julio. 9? y ¨²ltima corrida de feda. Lleno.
Los toros del hierro Marqu¨¦s de Domecq no eran hasta ayer unos toros ni vulgares ni adocenados. Los toros del Marqu¨¦s de Domecq ten¨ªan personalidad, el tipo propio de su encaste, de manera que saltaban al ruedo y no hac¨ªa falta tablilla para que se dijera: hete ah¨ª un toro del marqu¨¦.
Y, sin embargo, los que sacaron en la ¨²ltima corrida sanferminera daba la sensaci¨®n de que proven¨ªan de otro padre (el semental) y de otra madre (la vaca) correspondientes ambos a un ¨¢rbol geneal¨®gico remoto, totalmente opuesto al de la casa Dom¨¦. Grandones, acochinados, carotas mofletudas que apenas ped¨ªan emerger de la gruesa papada, los ve uno pastando en cualquier prado y los confunde con el vacuno de una explotaci¨®n c¨¢rnica.
El comportamiento que tuvieron en el ruedo los toros del marqu¨¦ guardaba la debida correspondencia con su aspecto: cansinos, abotargados, renuentes al cite, perezosos para embestir, de manera que, cuando lo hac¨ªan, se quedaban parados a mitad de camino. S¨®lo el sexto anduvo un poco, lleg¨® incluso a galopar cuando Pep¨ªn Liria lo llam¨® desde el platillo y acab¨® tomando los enga?os con sostenido conformismo.
Pep¨ªn Liria, que es diestro voluntarioso y arrojado, le dio a ese toro un cambio por la espalda sin mover las zapatillas y se enfrasc¨® luego en una faena acelerada y tesonera, donde no faltaron los derechazos y los naturales a ritmo de marcha, molinetes, cambios de mano, pases de pecho empalmados, rodillazos y altivos desplantes que merecieron el aplauso del p¨²blico.
Medir los ¨ªndices de calidad del toreo de Pep¨ªn Liria, analizar su arte, ser¨ªa un vano empe?o. Pep¨ªn Liria concibe el toreo como una empresa montaraz en la que el m¨¢s rudo es el vencedor. Ya es dif¨ªcil ganarle en incivilidad a un toro -pura bestia, al fin-, pero todo consiste en propon¨¦rselo.
Es una caracter¨ªstica de la genialidad creativa del ser humano alcanzar cuanto se llegue a proponer, y Pep¨ªn Liria ha decidido ser figura del toreo apurando hasta la hez este c¨¢liz taur¨®maco de la ardura y el sufrimiento, y a ello se entrega con-verdadera fe martirial, aunque sus toros sean conformistas y se presten al toreo delicado y laxo.
Premi¨® el p¨²blico pamplon¨¦s a Pep¨ªn Liria con muchos aplausos, mas sin excesivo calor. El aburrimiento generalizado de la interminable corrida hab¨ªa aniquilado toda capacidad de entusiasmo. Sergio S¨¢nchez -que banderilleo regular- y El Tato, estuvieron tambi¨¦n muy voluntariosos intentando sacar derechazos y naturales a unos toros sin casta ni garra, sin genio ni temperamento, que se quedaban inm¨®viles en plena ejecuci¨®n de las suertes, como si de repente les hubiera dado un s¨ªncope.
Los sanfermines se han visto invadidos por esa degradaci¨®n del toreo y del toro que conforma la moderna tauromaquia, concebida por un c¨²mulo de taurinos incompetentes, de ganaderos irresponsables, de figuras cursis, de apoderados necios.
El sistema no quiere que la sanferminada sea la excepci¨®n. Y ahora son los pamploneses quienes deben decidir si en 1997 ha de volver a ser la famosa, emocionante y exclusiva Feria del Toro o se va a quedar en una impersonal y aburrida feria de tantas. El tiempo lo dir¨¢. Hasta siempre, Pamplona.
Babelia
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