Brandford Marsali ofrece una velada soberbia
La l¨®gica lo proclama y la experiencia lo confirma: todo festival de jazz, por bueno que sea, tiene sus malos momentos y alg¨²n que otro insustancial fuego de artificio. Al Festival de Vitoria le toc¨® vivir esos dos tragos dif¨ªcilmente digeribles en su sesi¨®n del viernes: la presentaci¨®n espa?ola de Aziza Mustafa Zadeh fue sencillamente infumable y Al Jarreau se dedic¨® a exhibir sus malabarismos vocales entre cuatro melod¨ªas azucaradas. Por suerte, entre ambas nimiedades, Branford Marsalis dej¨® claro el esp¨ªritu del jazz contempor¨¢neo en un concierto denso e inapelable.Aziza Mustafa Zadeh toca el piano con t¨¦cnica m¨¢s que discutible y canta con una voz de tonos oper¨ªsticos baratos capaz de asustar a cualquiera. En su m¨²sica mezcla la espa?olada para turistas despistados con el folclor azer¨ª ligeramente banalizado (a tenor de lo escuchado a otros artistas de su pa¨ªs que nos han visitado recientemente) y, entre medio, destroza literalmente est¨¢ndares tan entra?ables como Mahana de Carnaval o Mi funny Valentine. Su actuaci¨®n roz¨® lastimosamente la tomadura de pelo.
Aziza Mustafa Zadeh / Branford Marsalis Trio / Al Jarreau Sextet
Teatro Principal y Polideportivo Mendizorrotza. Vitoria, 19 de julio.
La segunda cosa a olvidar fue la nueva visita a Vitoria de Al Jarreau, convertido en un imitador de s¨ª mismo. Con el tiempo Jarreau ha ido exagerando todos sus tics y transformando sus interpretaciones en parodias de lo que fueron: el scat, en muchos casos gratuito y exhibicionista, ha sustituido a la musicalidad y sus imitaciones vocales instrumentales han ido ocupando un primer plano cuando en realidad siempre se han tratado de simples an¨¦cdotas. Rodeado de un buen grupo, Jarreau recorri¨® algunos de sus ¨¦xitos de forma amanerada y melosa y se explay¨® a gusto en revisiones artificiosas de Take five o Spain. Puro fuego de artificio, falto de contenido y olvidable.
Brandford Marsalis, por su parte, bord¨® un concierto soberbio. Jazz sobrio y profundo que bebe en las mejores fuentes (Rollins y Coltrane a partes iguales) para estallar despu¨¦s en una contemporaneidad comprometida m¨¢s all¨¢ de cualquier etiqueta. El discurso de Marsalis, en su faceta exclusivamente jazz¨ªstica, es denso y apabullante: infinidad de ideas enlazadas sin soluci¨®n de continuidad y sostenidas por una sonoridad amplia y poderosa con el saxo tenor, y sinuosa y lacerante con el soprano.
En formaci¨®n de tr¨ªo sin piano, el mayor de los Marsalis asumi¨® todos los riesgos, al no compartir el primer plano con ning¨²n otro instrumento mel¨®dico, y sali¨® airoso de todos sus saltos mortales sin red. Y como sus 70 minutos en el escenario de Mendizorrotza le debieron saber a poco, continu¨® tocando, ya pasadas las 2.30 de la madrugada, en el Canciller Ayala con su paisano (ambos son de Nueva Orle¨¢ns) el trompetista Leroy Jones, encargado de animar el Jazz de media noche del certamen alav¨¦s.
Babelia
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