Tr¨¢gica, tierna, terrible belleza
El ¨²ltimo tramo de la, tan singular que en ocasiones roza lo desconcertante, obra del cineasta mexicano Arturo Ripstein, siempre sostenido en la di¨¢fana negrura de la escritura de Paz Alicia Garciadiego, le ha convertido en uno de los directores de ahora que entra en el pu?ado -Alea, Azcona, Aristarain, Fern¨¢n G¨®mez, Carmen Maura, Victoria Abri , Aranda, Erice, Lombardi, Trueba, Federico Luppi, Almod¨®var, Camus, Uribe y m¨¢s- de cineastas en castellano con alcance universal.Y es el primero, si se acude a su formidable (en coqueteo perpetuo con lo suicida) coraje, que le lleva a embarcarse (sin contemplarse en el espejito privado de la madrastra de Blancanieves) o echarse al carnino a recorrer el tramo que corre de su destino, haciendo una pel¨ªcula tras otra sin regla de c¨¢lculo bajo el sobaco, sin pararse a echar un trago oportunista en destiler¨ªas posmodernas y sin lacayo que le lleve la palangana de agua est¨¦tica para hacer su trabajo sin pringarse las manos, por lo que crea cine a la intemperie y a zapatazos, sin ir de puntillas pisando huevos cin¨¦filos y huyendo de pa?os calientes para galer¨ªas, sino ech¨¢ndole arrestos a los asuntos en que se mete, aventuras cinematogr¨¢ficas hondas, abruptas y a veces (como aqu¨ª) arriesgad¨ªsimas, donde se la juega y nos la juega con un poema dur¨ªsimo, l¨®brego y amargo, pero que a trav¨¦s de su mirada expulsa de la pantalla estremecimiento, ternura, dolor, solidaridad y belleza a chorros.
La mujer del puerto
Direcci¨®n: Arturo Ripstein. Gui¨®n: Paz Alicia Garciadiego., Fotograf¨ªa: ?. Goded. M¨²sica: L. ?lvarez. M¨¦xico, 1991. Int¨¦rpretes: Patricia Reyes Sp¨ªndola, Alejandro Parodi, Evangelina Sosa, Ernesto Ya?ez. Madrid: cines Renoir.
Este t¨®rrido pu?etazo de Ripstein y Garciadiego, hecho en 1991, es por ahora su obra cumbre y habr¨¢ por fuerza y por suerte que volver a ella con detenimiento. Hoy baste sacarle, en este julio donde campean las oquedades del cine refrescante, el coraje adicional de programar una- pel¨ªcula que arde y hace arder en una hoguera moral y (es lo mismo) art¨ªstica; un relato con hechuras de melodrama, pero que desencadena una mutaci¨®n del modelo sentimental en un modelo tr¨¢gico sostenido en el l¨ªmite de lo insostenible, especie de Los santos inocentes m¨¢s escueto y menos atrapado en la narrativa ortodoxa.
No recomendable para quienes, adem¨¢s del pellejo, quieran refrigerar el cerebro, es en cambio indispensable para quienes busquen en cualquier clima explorar -por int¨¦rpretes geniales, como Reyes Sp¨ªndola y Parodi- un cruce de caminos entre el cine cl¨¢sico y el cine futuro que busque ir m¨¢s all¨¢ de lo ef¨ªmero. Una explosiva obra de arte, construida con precisi¨®n absoluta -?cu¨¢nta cercan¨ªa hay en ella entre lo buscado y lo encontrado!- y amasada con tanta generosidad, que deduce exquisitez de lo s¨®rdido, limpieza de la mugre, belleza de lo feo, inteligencia de lo opaco, consuelo del dolor, ejemplaridad de la transgresi¨®n. Dif¨ªcil, terrible, estremecedor cine de siempre.
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